La primera vez que Diqui James, creador de Fuerza Bruta, probó la célebre escena de la piscina flotante (hoy denominada “Mylar” en alusión al material plástico transparente con que está hecha) y vio el efecto que producían los cuerpos en contacto con el agua y las luces, se dio cuenta de que tenía entre manos una bomba. Una bomba que no tardaría en explotar y hacer sentir su fuerte onda expansiva.
No se equivocaba. Diez años después, el explosivo cóctel de Fuerza Bruta, un espectáculo de enorme poderío visual que recoge elementos del teatro callejero, el teatro de acción, la danza, la acrobacia, el circo, las raves, el fútbol y el carnaval, ha sido visto en 56 ciudades de 29 países por 5 millones de espectadores.
Fuerza Bruta es una celebración, una fiesta, un cañonazo a los sentidos, una experiencia que te atraviesa de pies a cabeza en la que no cabe otra cosa que sentir, relajarse, emocionarse, disfrutar de la imponente belleza y fuerza visual de las escenas y empaparse de la vigorosa energía que rápidamente inunda el ambiente.
Entre las escenas que conforman el show está la mencionada “Mylar” en la que cuatro mujeres realizan una performance en una piscina gigante –que desciende de las alturas hasta llegar a centímetros de las cabezas de los espectadores–, se dejan llevar por el agua, se revuelcan, se zambullen, se agitan. “Es una sensación muy especial porque no experimentamos eso en ningún otro lugar. Tener una piscina que se inclina y dejar nuestro cuerpo ir es muy desafiante, porque hay que tener en cuenta a las otras chicas para no lastimarnos. Hay que saber cómo pisar, si está blando cómo corregir eso para no resbalar, y tener mucha fuerza, porque hay que trasmitir algo salvaje”, dijo a Brecha una de las integrantes femeninas del elenco.
También se podrá ver la escena del “Corredor” en la que un hombre de traje blanco y corbata marrón corre durante media hora pero siempre está en el mismo lugar y otra denominada “Murga”, orquestada por la coreógrafa argentina Ana Frenkel, que toma elementos reconocibles de la murga tradicional para generar la energía específica del carnaval.
El resto lo hacen la música, los efectos de luces y la ingeniería que está al servicio del arte. Detrás del elenco de once artistas hay decenas de técnicos que se encargan de cuidar cada detalle del enorme despliegue escénico, ya que hay escenas que se desarrollan a varios metros de altura y en superficies que no son las habituales, donde una falla técnica podría ser letal.
Entre los antecedentes de Fuerza Bruta hay que mencionar al menos dos agrupaciones, La Organización Negra (Buenos Aires 1984-1992), un grupo de teatro que se propuso dejar de lado la palabra y poner el cuerpo y la acción en primer plano, y De la Guarda (1993-2006), el anterior proyecto de Diqui James y varios de los actuales integrantes de Fuerza Bruta.
Quienes hayan participado de Villa Villa, el espectáculo de De La Guarda que solía presentarse en el Centro Cultural Recoleta, seguramente encontrarán algunos puntos en común con Fuerza Bruta, aunque para los intérpretes son dos mundos distintos. “Villa Villa tenía mucho trabajo de arnés, todo sucedía en el aire, en Fuerza Bruta usamos arnés sólo en la escena de la cortina y en el salto final. Todo sucede en el piso o en el aire pero de otra forma. En Villa Villa, que fue hecho con lo mínimo, el actor generaba todos los mundos, acá el actor y la maquinaria se complementan, se trabaja más la ingeniería artística para que no todo pase por el actor. Por supuesto que hay puntos en común, si leés Hamlet, El rey Lear y Macbeth, el concepto es el mismo porque el autor es el mismo, pero si me preguntás a mí, que hice las dos cosas, te digo que son dos mundos distintos, por más que mantienen un denominador común que es la energía que modula las distintas escenas y las va uniendo. Si no encontrás ese equilibrio de energía, la obra sale rara”, dijo a Brecha el actor Marcelo Curotti.
En Fuerza Bruta “la idea es que no tengas ni un segundo para pensar. La premisa más fuerte es que al público hay que movilizarlo, impactarlo, atravesarlo, no ponerlo a dialogar, no darle un momento. Las escenas son breves para que no tengas tiempo de acomodarte. Es el antiteatro, acá no tenés que actuar, te están tirando agua, no tenés que actuar que estás mojado, lo estamos viendo todos, estás empapado”, agregó.
“Es una experiencia única, no hay cómo contarle a los amigos, hay que venir, bailar, mirar, hay que estar dispuesto”, dijeron Yago y Charles, ambos brasileños, integrantes del elenco que, como el resto de la troupe, tienen una amplia formación artística.
Colisiones artísticas. Otra atractiva propuesta para este fin de semana es el estreno de Big Bang, la más reciente producción de la compañía uruguaya Gen Danza dirigida por la bailarina, coreógrafa, maestra y aikidoka Andrea Arobba, que se propone bailar al ritmo de la robótica y la física, y se podrá ver hasta el domingo en el teatro Solís.
Big Bang se presenta como un concierto de danza contemporánea que tiene como punto de partida la ciencia y en particular la física y la cosmología, y como propósito romper las barreras entre música y performance. El uso de la ciencia como metodología para cuestionar la realidad y como herramienta para conocer la dinámica del propio cuerpo es algo que Arobba ha investigado en los últimos años y llevado a escena en anteriores producciones como El azar y la necesidad (2010), una lectura a través del movimiento de la teoría de los memes de Richard Dawkins, según la cual las unidades de comunicación (memes) se dispersan siguiendo un patrón equiparable al de los genes en la selección natural; Historia natural de la belleza (2013) donde recreó el momento que dio origen a las especies y a la humanidad al tiempo que exploró las cambios en los cánones de belleza, con pasajes que remitían al cine de Emir Kusturica, Federico Fellini, piezas de Pina Bausch y a los cuadros del Bosco, entre otras obras maestras; o Epifanía, un cruce de danza con aikido en el que también estaban presentes conceptos de la mecánica clásica como la inercia, la fuerza centrífuga y la centrípeta.
El cruce entre danza y ciencia es algo que se presenta cada vez con más frecuencia. Sin ir muy lejos, en escenarios montevideanos se han presentado obras como Supernova (2009), del genial coreógrafo alemán Marco Goecke, que trata sobre la vida y la muerte de las estrellas más grandes del universo así como de la posibilidad de los cuerpos de generar y de transformar la energía que los rodea, y Onqoto (2005) del grupo brasileño Corpo, que intenta responder con mucho humor la pregunta por la paternidad del universo, para unos el Big Bang, para otros el fla-flu, el choque entre el Flamengo y el Fluminense, por mencionar sólo algunos. Arobba recuerda a Quantum (2013), la obra de danza contemporánea de Gilles Jobin (esposo de María Ribot) inspirada en diálogos mantenidos con científicos del Cern (uno de los laboratorios científicos más dinámicos del planeta) durante una residencia artística, con movimientos que reflejan el comportamiento de las partículas y sus fuerzas.
En el caso de Big Bang, Arobba propició una serie de charlas con el físico Ernesto Blanco y el experto en robótica Álvaro Ca-ssinelli, que formaron parte del proceso de investigación del que participó todo el elenco, de catorce artistas. Lo que le interesó más particularmente fue el concepto de entropía, una magnitud física asociada al desorden y a la información. ¿Cómo es bailar física, cosmología y robótica? “El ser humano lo tiene relacionado pero no lo tiene presente, yo ponía una consigna de movimiento que no era de física y los físicos la asociaban a la física. A veces era a la inversa: esto que hacemos se trata de esto otro y llegás luego al concepto físico de lo que estaba pasando o lo analizás desde esa visión. Una cosa que trabajé son los loops, partículas que siempre hacen la misma cosa. La idea es acercar una cosa a la otra y hacerlo consciente. Y hacerlo consciente con mucha gente se torna explosivo.”
En Big Bang, los movimientos escénicos tomaron como punto de partida la estructura básica de la materia (es decir, partículas extremadamente pequeñas que juntas dan lugar a un átomo). ¿Cómo se traducen esos conceptos que pueden resultar harto complejos en movimientos escénicos, frases de danza y en algo que luego impacta en el público? “Cada uno fue encontrando qué tipo de partícula era, usando la improvisación, luego tomamos las charlas que tuvimos sobre los vectores (las trayectorias), cómo la materia se expande o se dilata, la superconectividad que asociamos a cuando algo se viraliza. Aprendí física, como nunca en el liceo. La idea fue vivenciar la experiencia en el espacio de ensayo. De esa explosión de la nada llegamos hasta el azar de estar acá y de cuál es nuestro propósito en esta vida. Toda esa ensalada fue lo que puse en esta creación”, concluyó Aro-bba, que junto a su esposo Pablo Casacuberta dirige Gen, Centro de Artes y Ciencias, un espacio donde se propicia la interacción y el intercambio de ideas y conceptos entre ambas disciplinas.