El 29 de setiembre, Seba Ulivi lanzó su disco La noche hacia atrás en plataformas digitales. Once canciones en las que comparte su guitarra y su voz con Martín Iglesias en la guitarra eléctrica, Julieta Taramasso en el bajo, Felipe Badaró en la batería, Federico Noll en los teclados y el piano, Giuliana Delfino y Martín Iglesias en los coros, más diferentes aportes de «Aceituno», que seguramente sea una forma de llamar a las personas responsables del novel sello discográfico Aceituna Brava. La noche hacia atrás se presentará el martes 17 de octubre en la sala Hugo Balzo.
Ulivi toca y compone desde muy pequeño, ya a los 12 años tuvo un dúo que se convirtió en banda y que, en 2020, editó Florecer entre vidrios rotos. Se formó con Rubén Olivera, Ernesto Díaz, Juan Pablo Chapital, Gonzalo Gravina y Fabián Severo, es decir, su deriva musical y poética se apoya en maestros artistas de significativa importancia. Su familia no es ajena a esas particularidades, ya que integra, ha compartido y comparte ese universo uruguayo urbano, de furibunda personalidad. Seba debe saber los peligros que significa meterse ahí: la comparación, las reminiscencias, los lugares comunes. Seguro que tampoco se le escapan las satisfacciones que su trabajo puede representar, así que su disco no demuestra ningún temor a aquellos peligros. La noche hacia atrás no tiene vergüenza: arriesga, va para adelante con fe.
Es que desde «Voy girando», el primer tema, las rítmicas van al frente. Queda claro el cuidado de los sonidos, de los aportes de los diferentes instrumentos, los planos. La voz está donde tiene que estar para resaltar lo que se quiere decir sin ocultar detalles arreglísticos que se suceden con buen gusto, sin incomodar y siempre con contundencia.
«Mirta» y «Crecer» folclorean y tanguean un sonido actual, respetando estilos y géneros que a Seba le son claramente propios, pero haciendo lo que le parece con ellos, con su banda, siempre con poca vergüenza. En «Epifanía de un marinero» no solo arriesga, también grita: «Tierra a la vista». Al cuarto tema ya no quedan dudas, el barco de Ulivi no teme navegar en ningún mar compositivo ni textual. Ni siquiera en vueltas armónicas que recuerdan a Eduardo Mateo (¿quién no lo hace?), como en «Tu Pelo», porque el truco está bien hecho, es suyo, es nuestro.
Y empiezan a aparecer frases, buenas frases: «Qué tendrán las flores que me gustan tanto», o «la vida siempre esconde una sorpresa en el sombrero». Son del tema «Sin cielo», otra vez yendo al frente con la rítmica, con los arreglos, en temas cortos, quizás porque no se precise más. En «Tonos grises», los sonidos esos que ya mencionamos continúan adornando las buenas frases: «Frío, y tu mano es presagio que seré tu abrigo». Una de las mejores canciones, de las más importantes del disco es «Mil versiones»: «Y entre tanto cuento caben mil versiones, una de turista y otra de local». De eso se trata el disco, de que las versiones de Seba caben en la música uruguaya, aun «sin reconocer la historia original».
En «Niña», momento en el que la batería termina de confirmar su rol protagónico, Ulivi arriesga compases, si algo faltaba arriesgar, para terminar rockeando con la palabra esperanza. El penúltimo tema, «Antes de dormir», presenta un remanso bien uruguayo, que se entiende por sí solo y que, a la vez, le brinda unidad al disco. En esta canción, como en un editorial, los sonidos suenan y recuerdan, hacen emerger todos los que sonaron en las canciones anteriores. Incluso, sumergido en su profundidad, uno se puede preguntar: ¿Tendrá hijos Ulivi?
«Nos embarcará un adiós» es la última buena frase, la de «Naufragio del fondo». Esa canción nos devuelve a aquel mar compositivo al que se nos había empujado en el tema cuatro, mirando de lejos lo vivido y con todo por hacer. Fin del viaje, o principio. Con fe, Ulivi. Espero escucharnos pronto.