La poesía de Melisa Machado es un banquete y una fiesta. Con estas metáforas, me refiero a una poética matérica y sensualista, corporal, erótica y polifónica: la voz se multiplica facetando al yo en la variedad de los seres. Su palabra se cocina en las delicias y el horror de los sentidos como si fueran el fuego que elabora estas exquisiteces. «Hago manjar del cielo», dice la locutora lírica a su amante en «Siete vidas», introducción que funge de autobiografía poética. Había un postre de nuestras abuelas que se llamaba tocino del cielo y llevaba muchos huevos y más azúcar, adquiriendo la consistencia de una gelatina color topacio que se disolvía en el paladar. Sabores para degustar en una mesa o misa profana: «… preparo la bebida salvaje de mis ancestras […]. Junto a Juana, Delmira, M...
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