Todo puede ser - Semanario Brecha

Todo puede ser

El primer primero de mayo desde que terminó la era progresista

La conmemoración del Día de los Trabajadores llega en medio de una situación compleja para la clase trabajadora de Uruguay y del mundo: la enfermedad amenaza a aquellos para quienes es esencial seguir saliendo a trabajar, el desempleo se disparó en todos lados y el teletrabajo se impuso sin negociaciones ni compensaciones. En Uruguay, además, gobierna una coalición que responde a un conjunto de intereses orientados a recuperar la rentabilidad del capital (terratenientes y capitalistas) y a poner orden (militares). Pero esto no debería ser impedimento para pensar que algo bueno puede salir de todo esto.

Terminó abruptamente una etapa en la historia de la clase trabajadora de este país. Los logros de este período fueron muy importantes, aunque sus límites y contradicciones fueran cada vez más visibles en los últimos años. El aumento del salario no tiene precedentes históricos y fue sostenido, aunque hace un par de años viene prácticamente estancado. La cifra de desempleo había llegado a niveles históricamente bajos, pero venía subiendo de forma alarmante. Crecieron también los beneficios sociales y la inversión en servicios públicos. Se promulgaron muchas leyes favorables a la clase trabajadora, entre ellas, la de libertad sindical y la de responsabilidad penal empresarial, que tuvieron como efecto el aumento de la afiliación a sindicatos y la reducción de las muertes por accidentes laborales, respectivamente. Pero todo esto sucedió bajo un modelo económico basado en la exportación de materias primas que habilitó la concentración y extranjerización de la propiedad de la tierra y causa serios problemas ambientales, junto con una disposición a dar todo tipo de beneficios a capitales transnacionales, con la esperanza de que mantengan el crecimiento del Pbi. Fue una etapa de progresos innegables, difíciles equilibrios y contradicciones no resueltas.

Pero más allá de estos logros y estos límites, hubo también una transformación profunda del lugar del movimiento sindical en el país, que puede parecernos la normal, pero en realidad es sumamente inusual. Así lo describía hace unas semanas (que parecen años) el sociólogo Gabriel Chouhy: “El Pit-Cnt tiene más de 400.000 afiliados, y su representación corporativa en distintos estamentos del Estado no está (por ahora) en tela de juicio. El Uruguay frenteamplista fue, con la Argentina kirchnerista, el único país del siglo XXI en desarrollar modelos neocorporativos de relaciones laborales altamente centralizados. Sólo en Escandinavia sobreviven sistemas similares. Pero a diferencia de Argentina, y de acuerdo con los estudios del politólogo Sebastián Etchemendy, en el diseño del actual modelo uruguayo de negociación colectiva las relaciones entre el Pit-Cnt y el gobierno juegan un rol fundamental en la sincronización salarial y macroeconómica, y aseguran la moderación de expectativas inflacionarias. En otras palabras, el Pit-Cnt es algo más que una central sindical: es también un garante institucional de la estabilidad económica. No sería exagerado afirmar que si hubo un rasgo de la economía política que distinguió al ‘modelo uruguayo’ en relación con otras experiencias posneoliberales de la región –muchas de ellas supuestamente más radicales–, este fue precisamente el estatus diferenciado, institucional y centralizado que el FA otorgó a las relaciones capital-trabajo. El FA en el gobierno fue el partido más genuinamente socialdemócrata de América Latina”.1

Este régimen, con sus virtudes y sus límites, hoy está en cuestión. Por un lado, porque de a poco se dan señales que tienden al desarme del poder institucionalizado del movimiento sindical; por ejemplo, en la negativa del gobierno a hacer uso de la cadena nacional por el Primero de Mayo y en algunas disposiciones de la Luc (véase nota de Mauricio Pérez). Por otro lado, parece claro que el gobierno no optó por una estrategia gradualista ni postergó la imposición de su agenda para atender la pandemia. La delicada búsqueda de equilibrios del pacto distributivo progresista es historia. Y eso que todavía no empezó el grueso de las negociaciones salariales y presupuestales.

La situación también muestra cambios si se la mira desde abajo. La dirigencia del movimiento sindical está bajo una gran presión por parte de sus bases para tomar posturas más audaces en la protesta, mientras la militancia enfatiza su dimensión solidaria y movimentista en el marco de la crisis. También se venían desarrollando importantes cambios en los procesos de trabajo, que la pandemia intensificó: el trabajo a distancia, la automatización, las formas precarias de contratación y el control de los trabajadores a través de medios informáticos son tendencias que no ocurren de manera natural, sino por un conjunto de necesidades, decisiones y transformaciones técnicas. La clase trabajadora, que vive estos procesos en su cuerpo y en sus ingresos, tiene mucho para decir sobre esto.

Hacia adelante, la situación es tremendamente incierta. Es imposible saber cuántas de las personas enviadas al seguro de paro van a volver a sus trabajos o a qué trabajos. Es imposible saber cuánto va a durar esta situación ni cómo se va a resolver. Es imposible saber cómo va a transformarse el terreno político, aunque por el momento parece claro que las derechas son quienes tienen la iniciativa. Pero la incertidumbre no es sólo para los trabajadores. El descontento y la inestabilidad amenazan también a los gobiernos. Las empresas atraviesan las turbulencias mientras se tambalean sectores enteros de la economía global (de la aeronáutica, el turismo, el petróleo, y esto recién empieza). Los equilibrios geopolíticos están trastocados. Estados Unidos ve su hegemonía cuestionada, la Unión Europea intensifica su desgarramiento interno, China recibe intensos ataques mediáticos, los países petroleros están en una crisis existencial y el tercer mundo se prepara para una crisis de la deuda de enormes proporciones.

Este mundo incierto da miedo, pero también, posibilidades. Las intervenciones políticas tienen que ser pensadas no para el mundo como era hace tres meses, sino para la radical y conflictiva incertidumbre que se viene. La fuerza de la clase trabajadora no es, en esta situación, nada menor. Pero no sólo como poder institucional, sino en su poder organizativo y su capacidad de amenazar con parar la producción en este momento crítico. En una situación de incertidumbre en la que una parte de la clase trabajadora está hiperexplotada y otra, desempleada, en la que crecen las redes de solidaridad y se impone la sensación generalizada de que los gobiernos y las ideologías dominantes del mundo son incapaces de lidiar con la situación, se hace posible, en medio de la urgencia, pensar hacia adelante de manera autónoma y construir colectivamente deseos de transformación.

¿Será posible una sociedad en la que los trabajadores tengan derecho al fruto de su trabajo en lugar de trabajar para seguir aumentando la riqueza de una diminuta oligarquía? ¿Será posible plantear estrategias a nivel internacional en esta situación de crisis? ¿Será posible organizar un frente de deudores que se rebele al poder de los acreedores? ¿Será posible pensar una organización de la producción en la que la automatización no signifique despidos, sino una reducción de la jornada de trabajo? ¿Será posible lograr una relación más sana e inteligente con las ecologías que nos rodean? ¿Y que las decisiones sobre la economía sean tomadas democráticamente dentro de la empresa (con transformaciones democráticas de la gestión, participación de trabajadores en la dirección, pasaje de empresas al sector cooperativo)?

Sandino Núñez señalaba hace unos días2 que las discusiones sobre si esto significa o no el fin del capitalismo no tienen mucho sentido si no interviene en ellas la formulación de un deseo, en este caso del deseo de que efectivamente se termine. Para que suceda, alguien va a tener que desearlo, pensarlo e intentarlo. Es que, si la situación es de verdadera incertidumbre, no debería descartarse que termine pasando algo bueno. n

  1.  Véase ‹https://lento.ladiaria.com.uy/articulo/2020/3/pos-pos-noventas-de-un -lacalle-a-otro/›.
  2. Véase ‹https://txt2020.blogspot.com/2020/04/proustiana-sandino-nunez.html?fbclid=IwAR0xXIY5jAGSU5Sj-3H5tOlThbWONVx4od4QGI29KgfE5OaIhpvaAbn60TQ›.

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