El tiempo en Siria puede parecer algo estático, pero también se enciende como pólvora seca de un día para el otro. El derrotero del país en la última década lo demuestra. Y entre cálculos geopolíticos, alianzas frágiles y superficiales, y las ansias de ocupación y control de fuerzas externas, el pueblo de ese país trata de sostener la alegría que explotó a finales del año pasado, cuando el régimen de Bashar al Asad y el partido Baaz se desmoronaron en apenas unos días por una serie de combinaciones que muy pocos previeron.
En las últimas semanas, en Siria –pero también en Turquía– ocurrieron una serie de hechos que tienen un actor común: el díscolo pueblo kurdo que habita en ambos países. Esa sociedad, compuesta por al menos 40 millones de personas y nacida en el corazón de Oriente Medio, ...
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