“Mientras iba en el barco capturé a una preciosa mujer caribeña que el Gran Almirante me permitió conservar. Cuando la llevé a mi habitación ella estaba desnuda, así como era su costumbre. El deseo me conducía hacia el placer, e intenté satisfacerme con ella, pero no quiso saber nada del asunto y me arañó de tal manera que más me valdría no haberme puesto a la labor. Pero, para no alargar la historia, me hice con una soga y la zurré a conciencia, arrancándole unos gritos que había que oírlos para creerlos. Finalmente, llegamos a un acuerdo tan conveniente que os puedo asegurar que la mujer parecía haber sido educada en una escuela para furcias.” La cita fue transcrita por Kurt Vonnegut en su ensayo El último de Tasmania, y es extraída a su vez del libro La conquista del paraíso, de Kirkpatrick Sale. Pertenece originalmente a un noble italiano, data de 1493, y es un extracto de su diario de viaje. El “Gran Almirante” al que refiere es Cristóbal Colón.
El texto citado viene a cuento si se considera la polémica que todos los años resurge ante los festejos del 12 de octubre y en la que nunca faltan quienes, en reacción, rememoran la infinidad de vejámenes que a lo largo y ancho del continente los conquistadores cometieron contra las poblaciones nativas. “Vergüenza de Estado aquel q celebra un genocidio, y encima con un desfile militar q cuesta 800 mil €!” (sic), escribía en Twitter la nueva alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en referencia a los multitudinarios festejos patrióticos que tienen lugar año tras año junto al Palacio Real. Por su parte, el alcalde de Cádiz, José María González, posteó: “Nunca descubrimos América, masacramos y sometimos un continente y sus culturas en nombre de Dios. Nada que celebrar”. Frente a estas posturas, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, acusó a ambos de “indigenismo cultural”: “un hecho histórico de tal relevancia como el de 1492, a estas alturas calificarlo como genocidio cultural y con el hashtag resistencia indígena es un despropósito desde todos los puntos de vista”, dijo, y consideró la posición de los alcaldes una falta de respeto para los “millones y millones de españoles” que se sienten “muy identificados” con la fiesta. De lo que parece no haberse percatado es que la alcandesa no se refería a un “genocidio cultural”, sino de un “genocidio” a secas. Y quizá ni siquiera sea correcto hablar de sólo uno: fueron muchísimos. Como ejemplificó el catedrático de ciencias políticas Vicenç Navarro en el periódico digital Público, “La población de Hispaniola (Santo Domingo), que se ha estimado era de más de un millón de habitantes cuando Colón la descubrió, pasó a ser de menos de mil en el año 1542”. Eso teniendo en cuenta sólo una isla, y en un lapso acotado.
El actor español Willy Toledo fue un poco más allá, publicando en Facebook una versión libre y escatológica de la canción “La mala reputación”, de Georges Brassens: “Me cago en el 12 de octubre; me cago en la fiesta nacional; me cago en la monarquía y me cago en la virgen del Pilar”. El exabrupto propició un aluvión de reacciones adversas (todas ellas sin demasiada sustancia, vale decir), entre las que se destaca la proveniente de la Asociación Española de Guardias Civiles, que pidió directamente a la Fiscalía General del Estado que iniciara acciones legales contra el actor.
Otro de los personajes que inesperadamente se han sumado a las críticas a la conmemoración fue nada menos que Aaron Paul, el Jesse Pinkman de la serie Breaking Bad, que twitteó: “¿Cómo diablos es que se sigue celebrando el día de Colón? (Columbus Day, en inglés) ¿No violaba y saqueaba? Sólo digo eso. Realmente deberíamos repensar todo este asunto”.
En Uruguay el 12 de octubre se denomina oficialmente Día de la Raza, aunque un proyecto de ley propone cambiarlo a un poco práctico “Día de la resistencia indígena y afrodescendiente”. La decisión de cambiarlo es acertada: el Día de la Raza fue designado de esta manera en la España de 1918, y Navarro señala que “era una fiesta para celebrar un imperio basado en una conquista militar, y justificada por la superioridad de lo que se definía como la ‘raza española’”. En definitiva su festejo es una celebración de la conquista, la justificación del exterminio sistematizado de una población.
La ola de revisionismo ha llevado a varios países latinoamericanos a tomar cartas en el asunto. Bolivia, Argentina, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Costa Rica cambiaron el nombre tradicional de la conmemoración, algunos de ellos le pusieron títulos algo engorrosos (Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo Intercultural, en Perú) y otros optaron por unos más escuetos (sencillamente: Día de la Resistencia Indígena, en Nicaragua y Venezuela). La gran excepción a la regla es Cuba, donde en los 12 de octubre no se celebra nada de nada.