Un día partió - Semanario Brecha
Eduardo Platero Roballo (1939-2021)

Un día partió

Platero fue uno de los constructores del movimiento popular, en su acepción tanto política como social.

Adhoc, Javier Calvello

El lunes, a los 81 años, falleció Eduardo Platero. De largo recorrido, fue un dirigente histórico de la Asociación de Empleados y Obreros Municipales (ADEOM) y uno de los fundadores, en 1966, de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) y del Frente Amplio (FA), en 1971. Estuvo detenido durante la dictadura desde junio de 1977 hasta marzo de 1984. Ingresó a la Intendencia de Montevideo (IM) a fines de la década del 50, inmediatamente se afilió al sindicato de los municipales y fue, durante varios períodos, su principal dirigente.

Inició su carrera en la IM como funcionario del Planetario Municipal. Luego, por medio de sucesivos concursos, ocupó cargos administrativos hasta alcanzar el cargo de profesor de historia en los cursos que la intendencia brinda en la Casa de la Cultura del Prado, función que cumplió hasta el momento del retiro. En varias instancias ocupó la secretaría general de ADEOM. La última fue en 2005, cuando la administración de la comuna estaba a cargo del frenteamplista Ricardo Ehrlich.

Su actividad política comenzó en el Partido Colorado, junto con Alba Roballo, exsenadora y exministra durante el gobierno colorado que asumió en 1966. Luego abandonó esas filas para conformar el FA junto con los partidos históricos de la izquierda y varios desprendimientos de los partidos tradicionales. En los primeros años de la década del 60 inició el camino que lo condujo a unirse a las organizaciones de izquierda. Por esa época fundó, junto con Alfredo Zitarrosa y otros militantes, el Movimiento Popular Unitario, que se integró al Frente Izquierda de Liberación, una alianza formada por el Partido Comunista y varios núcleos y personalidades desprendidos de los partidos tradicionales. Más tarde se afilió al Partido Comunista e integró su Comité Central. Cuando la crisis partidaria de 1992, se alejó de la orgánica comunista, aunque siempre permaneció dentro del FA y mantuvo estrechos lazos con sus excamaradas. En los últimos tiempos, ya jubilado, su militancia estaba centrada en el grupo de dirigentes fundadores de la CNT, que funciona en la actual sede del PIT-CNT, en la calle Jackson.

El Gordo, como se lo conocía coloquialmente, fue un referente para militantes políticos y sociales. Como parte viviente de la gestación de la unidad de la izquierda social y política, era una fuente permanente de consulta para distintos actores de la sociedad. Asimismo, escribía columnas semanales en la revista Caras y Caretas y en la publicación La Onda Digital, y también colaboró con Brecha en alguna oportunidad.

Quienes tuvieron la oportunidad de convivir con él en la militancia o en la prisión, tanto en los cuarteles como en el Penal de Libertad, destacan su espíritu crítico, su sentido del humor, su cultura, su conocimiento de la historia y su declarada pertenencia a la clase obrera. Su experiencia y su actitud como dirigente sindical le permitieron obtener el reconocimiento no solo de sus pares. En su última entrevista (El Legado, Canal 12), el fallecido expresidente Tabaré Vázquez comentó que había aprendido mucho de Platero e, incluso, contó una anécdota. Cuando era intendente de Montevideo, el exmandatario le preguntó al entonces dirigente de ADEOM: «¿Por qué protestan, si les rebajé la carga horaria de ocho a seis horas diarias?». A lo que Platero respondió con otra pregunta: «¿Te lo había pedido el sindicato?». Vázquez ya había contado esta historia en un consejo de ministros durante su primera presidencia. Y lo hizo como demostración de un aprendizaje necesario en su ejercicio como intendente y de la clara definición de roles y escenarios que la respuesta enunciaba.

Otra característica de Platero en su rol de gremialista era la exigencia de que el diálogo fuera de respeto mutuo y de nivel superior, también con una comuna frenteamplista. En diciembre de 2020, en una entrevista con CX36 Radio Centenario, recordó que pedía que las negociaciones no «fueran con los guitarristas de Gardel, sino con el propio Gardel». Con esta afirmación daba el tono de una figura, en cierto sentido iconoclasta, que no tenía más compromiso que con los trabajadores municipales y sus convicciones.

Quien esto escribe siente la necesidad de abandonar por un momento el carácter de relator neutro, omnipresente y omnisapiente de la crónica periodística para contar su experiencia personal con Platero. Más allá de sus aportes en la construcción de la unidad sindical y la izquierda uruguaya, el Gordo fue un interlocutor lúcido, irónico, con un gran sentido del humor, querible. Él me enseñó historia, a distinguir lo sustantivo de lo instrumental, a percibir los matices, a dudar y a encontrar las certezas después de las dudas.

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