Patricia Turnes y Carmen de los Santos: Un extraño ritual - Semanario Brecha
Patricia Turnes y Carmen de los Santos

Un extraño ritual

Mañana, sábado 2 de diciembre, las dos músicas, que se conocieron cuando asistían al taller de composición de Rubén Olivera, darán juntas, por primera vez, un concierto íntimo en la Sala Corchea.

Carmen de los Santos. DIFUSIÓN, PAUL HERNÁNDEZ

La Sala Corchea es un espacio relativamente nuevo –abrió en junio– en Soriano 1243, casi Yi. Integra el complejo Cooparte-Agremyarte y es un local chiquito, para pocas decenas de espectadores, pero prolijo y cálido, ideal para toques con poca gente sobre el escenario. Ideal también para albergar un concierto tan íntimo como el que darán Patricia Turnes y Carmen de los Santos mañana; Patricia será quien abra, sola con la guitarra, y Carmen entrará luego, acompañada por Iván Krisman y Federico Deutsch.

Por más vueltas que intente dar, nada va a quedar más bonito y exacto que las palabras de las propias participantes. Cuenta Patricia: «Con Carmen de los Santos nos conocimos en el taller de composición de Rubén Olivera, allá por 2016. Entre los integrantes, apareció Carmen y contó que el sábado anterior había ido a Cinemateca a ver la película Corazón de perro, de Laurie Anderson. Eso alcanzó para que yo quisiera ser su amiga. Tomamos algunos cafés después de clase. Me di cuenta de que todo lo que le contaba a mi nueva amiga no le parecía tan raro como al resto de la gente. Resultó que Carmen, además de música, era una persona muy formada: psicóloga, escritora y psicodramatista. Desde mi punto de vista, los mejores ejercicios del taller eran siempre los que presentaba ella. Cuando nos conocimos, yo me encontraba en el proceso de grabación de Lentes oscuros, que saldría al año siguiente bajo la producción de Fabrizio Rossi Giordano. En la actualidad, Carmen de los Santos está abocada a grabar su primer disco con Fabrizio».

Y Carmen: «Mis primeros indicios de escritura fueron notas, claves y pentagramas, porque aprendí música antes de ir a la escuela. El piano fue mi refugio y condena. Al fin del conservatorio pensé que toda esa relación había finalizado. Cuando vine a Montevideo [desde Paysandú] y vi en escenarios a mujeres haciendo canciones populares en pianos académicos, me animé a componer. Nunca mostré. Estudié con varios maestros y, luego de crear piezas instrumentales, pasé a hacer canciones. En un taller de composición con Rubén Olivera conocí a Patricia Turnes. Funcionó aquello de “quiero ser tu amiga” por los gustos comunes (Laurie, Sylvia [Meyer], el cine, las magias, el “dale que podés”) y lo extraño de cada una para la otra. La esquina de 18 de Julio y Gaboto, a las 23.00 horas, después del taller y antes del bondi, funcionó como un espacio abierto de intercambio. Luego empecé a seguirla en sus, hasta ahora, cuatro discos. Sobre mi música, pienso que es inocente, plagada de imágenes infantiles: campo, maizal, caballo, monte, y en relación directa con el mundo de las pesadillas, las brujas y los corazones rotos del gótico, les vampires, la inmensidad y el exilio del romanticismo (mi pareja favorita era Chopin y Aurore Dupin/George Sand)».

La precisión de las palabras, la candidez y la falta de pretensiones en su manera de contar los hechos dan ideas que son, pienso, bastante precisas sobre lo que hacen. Ninguna palabra puede dar una representación cabal de lo que es una música o, sin citar literalmente, lo que es una poesía o una letra de canción; lo de Patricia y Carmen es aún más difícil de describir porque ambas son un poco, en materia musical-letrística, excéntricas. No se parecen a nada. No se puede decir que lo que hacen es tipo esto o tipo aquello. Patricia ya está, de alguna manera, consagrada: debutó con su primer disco en 2017 y ya lleva cuatro álbumes y un EP. Al menos dos veces llenó La Trastienda y tiene varios fans, entre los que me incluyo. Según lo que cuenta, Patricia va a hacer, sobre todo, temas de su reciente y precioso El disco de las plantas (2023). Carmen, a pesar de su vínculo de toda la vida con la música, recién empieza a mostrarse y hace poco que se tiró a hacer canciones. Cuando dice que su música es inocente, pienso que eso va más allá de los textos. Sus músicas están hechas con materiales sencillos. Algunos son banales y otros no lo son, pero no porque parezcan estar hechos desde un conocimiento teórico-práctico profundo, sino desde la exploración, que lleva a situaciones inesperadas, a veces irrumpiendo como si nada en medio de algo archisimple. Lo que parece ser el preludio a una segunda parte distinta de una canción resulta que era el posludio y la canción termina. Una cosa rara en el ámbito de la música popular es que Carmen casi nunca parte de ritmos bailables, lo que da a sus músicas un cierto aire clásico o parece reportarnos a algún extraño ritual.

El espectáculo de mañana va a yuxtaponer esas dos sensibilidades muy peculiares y que, sin embargo, no cuesta poner bajo un signo común, de poesía prosaica hecha de imágenes sorprendentes, de músicas simples, bonitas y originales, de personalidades artísticas totalmente autónomas que no parecen tener empeño alguno en ser algo más que ellas mismas.

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