En esa gran novela que es Bomarzo, Manuel Mujica Lainez escribió: «Una angustia indescifrable, honda hasta las lágrimas y el escalofrío, pero alucinante de tenebrosa hermosura […] el aletear de los murciélagos persiguiéndose y llamándose con áridos gritos de pájaros, cual divinidades furtivas». Emanuel Bremermann (Paysandú, 1994) reúne en su ópera primasiete relatos, uno de ellos, «Los murciélagos», provee de título al libro. Optar como guía de lectura por estas criaturas de aspecto siniestro y fantasmal presagia representaciones huidizas de la repulsión y el miedo. Asociados con los vampiros mitológicos a causa de sus hábitos nocturnos, su habilidad para «ver» en la oscuridad hizo que algunas culturas los reivindicasen como símbolos de inteligencia. Un personaje de «Los murciélagos» descu...
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