Me críe entre músicos y desde tiempos muy remotos escuché decir: “la música uruguaya tiene dos genios, Eduardo Mateo y Hugo Fattoruso”.
Yo no podría estar más de acuerdo, por más que agregaría a la lista a Leo Masliah y, por cierto, a Osvaldo Fattoruso.
Uno de esos auténticos genios, en el sentido de que se trata de un artista único por muchas razones, merecía desde hace muchísimo una película acerca de vida y obra. Y ahora la tiene: Fattoruso, la película. Es decir, el filme que documenta el incomparable camino del inmenso Hugo Fattoruso no sólo en la música uruguaya, que hubiera sido bien diferente sin su presencia, sino también a nivel internacional, donde su trayectoria también es única.
El director debutante, Santiago Bednarik eligió, como una de las herramientas más idóneas para definir de quien se trata, el convocar a músicos célebres para que canten loas –como bien las merece– acerca de Hugo. La lista de quienes aparecen en pantalla dando su testimonio es de por sí el mejor elogio para el músico uruguayo: Chico Buarque, Djavan, Milton Nascimento, Hermeto Pascoal, Litto Nebbia, Fito Páez, León Gieco, Charly García, Jaime Roos, Ruben Rada, Jorge Galemire, Fernando Cabrera, pero también su hermano Osvaldo y sus hijos –todos notables músicos– Luana, Alex, Francisco y Christian.
Hugo Fattoruso es, antes que nada, el más grande intérprete de jazz en la historia uruguaya, también factor esencial en el –para muchos– más grande disco uruguayo de rock de todos los tiempos, La conferencia secreta del Toto’s Bar de Los Shakers, fue el alma de los dos discos de fusión entre jazz, rock y música afro uruguaya más destacados de esa corriente, los impresionantes Goldenwings y Magic Time del Opa grabados en los Estados Unidos a fines de los años setenta, y como si no bastara, parte esencial en el Trío Fattoruso que, usando la vieja denominación del trío en el que se inició junto a su padre Antonio y su hermano Osvaldo, reflotó hace algunos años para dar junto a su hermano y su hijo Francisco una lección de música. Y además, claro, tocó con todos los músicos que hablan acerca de él en el documental y muchos otros en el ámbito local e internacional.
El film recorre, con abundancia de notables documentos fílmicos de archivo, sus inicios en el jazz, el éxito masivo a nivel su-damericano de Los Shakers, la sólida reputación ganada por el Opa trío en el ámbito del jazz estadounidense, el nuevo trío Fattoruso en acción y hasta su reciente abordaje del candombe tradicional desde el grupo Rey Tambor.
El documental resulta tan entretenido como revelador y tiene, conviene mencionarlo, abundantes momentos en los que vemos a Hugo en acción al teclado, sacando conejos y conejos de su enorme galera de mago.
Aun pese a cierto decaimiento en el ritmo narrativo sobre el final, Fattoruso resulta una película ineludible para todo melómano. Y se vuelve muy difícil resaltar “los mejores momentos”. Prefiero, en tal caso, citar dos secuencias que me conmovieron especialmente: la llegada de Hugo al aeropuerto de Carrasco siendo recibido por sus amigos con una cuerda de tambores, a la cual se une con evidente emoción y placer, y un momento en el que aparecen tocando en dúo Hugo al teclado y Ovaldo en batería, mostrando un nivel de virtuosismo y química entre ambos que podría ser catalogado de extraterrestre.
Me tocó en suerte presenciar el estreno absoluto de este documental el 6 de mayo en la sala Adela Reta del Sodre, contando con un regalo extra: un corto y maravilloso show en vivo de Hugo junto a sus hijos y una cuerda de tambores. Hugo lució y tocó como el adolescente de 74 años que es, siempre aprendiendo, siempre atreviéndose a tomar nuevos rumbos, tal vez inconsciente del tamaño que ya ha adquirido su leyenda.
Fattoruso, la película es un eficiente y conmovedor retrato de esa leyenda.