Una actividad de alto riesgo - Semanario Brecha
Sobre los argumentos de ANCAP acerca de la búsqueda de petróleo en aguas uruguayas

Una actividad de alto riesgo

En 2022 la empresa francesa Total Energies hizo un importante descubrimiento de petróleo y gas en un pozo offshore en aguas de Namibia. Esto aumentó las posibilidades de hallar petróleo en aguas uruguayas, ya que América del Sur y África comparten formaciones geológicas análogas. Desde entonces, grandes compañías petroleras como Chevron y Shell han decidido explorar si hay petróleo en Uruguay. A medida que aumentan las posibilidades de un descubrimiento, estimadas en la actualidad en un 23 por ciento, autoridades de ANCAP han expuesto argumentos en apoyo a la extracción y la comercialización de hidrocarburos, tanto en respuestas a pedidos de informes de diputados como en medios de comunicación. Aquí problematizamos algunos de esos argumentos.

Las autoridades de ANCAP destacan que «existe un consenso cada vez mayor en los gobiernos, las personalidades influyentes, los analistas internacionales y el sector empresarial sobre lo compleja que es la transición energética y el desafío que representa». Este encuadre busca instalar la idea de que el alejamiento de los combustibles fósiles debe ser gradual o de que los desafíos que enfrenta cada región son «únicos» y ello justificaría una descarbonización más lenta.

Es cierto que cada país tiene características sociales, políticas y económicas específicas, y las trayectorias de descarbonización deben trazarse considerando tanto los impactos futuros como el historial de cada Estado. Pero el consenso científico es claro: es preciso dejar de extraer combustibles fósiles y evitar graves impactos ambientales para las generaciones presentes y futuras, así como para la vida en el planeta.

Como se afirma en el sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), «el calentamiento global, alcanzando los 1,5 grados Celsius a corto plazo, provocaría aumentos inevitables de múltiples peligros climáticos y presentaría múltiples riesgos para los ecosistemas y los seres humanos». Pese a ello, en 2023 los gobiernos del mundo planearon producir –para 2030– aproximadamente un 110 por ciento más de combustibles fósiles de lo que sería esperable para limitar el calentamiento a 1,5 grados Celsius y un 45 por ciento más de lo que sería compatible con un aumento de 2 grados Celsius con respecto a los niveles preindustriales.

La Agencia Internacional de la Energía considera que la explotación y el desarrollo de nuevos yacimientos de petróleo y gas deben detenerse para que el mundo se mantenga dentro de los límites seguros. Como es sabido, el planeta superó los 1,5 grados Celsius en un período de 12 meses por primera vez en la historia (si bien esto no equivale a superar el límite del Acuerdo de París).

El cambio climático no es un problema del futuro, sino del presente. Desde 2004 se realizaron cerca de 600 estudios de atribución, una rama de la ciencia climática que investiga en qué medida los fenómenos meteorológicos extremos pueden ser atribuidos a la influencia humana. En tres cuartas partes de esos trabajos se concluyó que el cambio climático los intensificó o los hizo más probables. Conocemos algunos –como las inundaciones en Río Grande del Sur–, pero no estamos al corriente de los cientos de eventos climáticos extremos potenciados por el cambio climático que han tenido lugar en los cinco continentes en las últimas décadas.

Según algunas investigaciones, incluso si se redujeran drásticamente las emisiones de dióxido de carbono, la economía mundial sufriría una reducción de ingresos del 19 por ciento hasta 2050 debido a los impactos del cambio climático, con daños anuales globales estimados en 38 billones de dólares. Otros estudios estiman que el cambio climático podría reducir el valor de la economía mundial en 23 billones de dólares para 2050.

La transición es compleja y heterogénea, pero no por ello menos urgente.

En su defensa, las autoridades de ANCAP han traído a colación el trilema energético mundial. Este modelo se presenta como un análisis neutral de las necesidades energéticas que tiene en cuenta tres aspectos a preservar: la seguridad energética, la equidad energética y la sostenibilidad ambiental. Tras la invasión rusa de Ucrania, el modelo cobró un nuevo impulso porque las tensiones geopolíticas han hecho de la seguridad energética una prioridad, a raíz de lo cual se sugiere que mantener suministros confiables de combustibles fósiles es indispensable para evitar interrupciones.

Vivimos momentos de gran incertidumbre energética y tecnológica. Sin embargo –además de la evidencia científica dura, procedente de los informes del IPCC y la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas–, modelos como la tarta de boda de los ODS (del Potsdam Institute for Climate Impact Research) presentan un modelo integral y alternativo al trilema, puesto que en este último el ambiente aparece como una mera dimensión de las actividades económicas.

Las autoridades de ANCAP también expresan dudas sobre la capacidad de las energías renovables para satisfacer las necesidades energéticas mundiales. Hay argumentos referidos también a sus altos costos. No obstante, las estimaciones históricas sobre la generación mundial de energía renovable muestran que su velocidad de adición ha superado sistemáticamente todas las predicciones en los últimos diez años. Una de las razones radicaría en una «curva de aprendizaje» del mercado conocida como ley de Wright, según la cual, a medida que aumenta la producción acumulada de la tecnología, su costo disminuye constantemente. Como resultado, cada vez que la capacidad mundial se duplica, el valor de los paneles solares cae alrededor de un 20 por ciento. Durante los últimos diez años, el costo de la generación eólica terrestre ha disminuido en un 70 por ciento y el de la energía solar fotovoltaica en un 90 por ciento (al igual que el precio de las baterías). Los costos del almacenamiento de energía, uno de los principales obstáculos para el despliegue de energías limpias, se han reducido a la mitad en los últimos dos años. La energía renovable ya no estaría impulsada solo por las políticas, sino también por el mercado, ya que es la fuente de energía más asequible.

Diversos autores subrayan también que las necesidades energéticas totales podrían ser mucho menores de lo esperado, dado que más de dos tercios de la energía primaria procedente de los combustibles fósiles se pierde como calor residual y tiene que ser sustituida por una cantidad equivalente de energía renovable. La mejora de la eficiencia energética de la electrificación daría lugar a una reducción global de la demanda final de energía de alrededor del 40 por ciento.

ANCAP alude en distintas ocasiones a la idea de transición responsable. El concepto invoca la responsabilidad como sinónimo de prudencia, cautela, estabilidad y continuidad. En este sentido, la defensa de una reducción lenta de los combustibles fósiles sugiere que actuar demasiado rápido sería irresponsable porque se corre el riesgo de inestabilidades económicas, sociales o energéticas. Se presenta a los combustibles fósiles como parte de un futuro energético responsable, en lugar de como el principal causante del daño climático. De acuerdo con ANCAP, iniciativas respaldadas por 100 premios nobel, como el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, que promueve la detención de nuevos proyectos de exploración y extracción, no serían iniciativas responsables.

El encuadre de la responsabilidad como gradualismo, orden y pragmatismo, en defensa de la coexistencia de los combustibles fósiles, también se opone directamente al principio de precaución, piedra angular de la ética ambiental y de la gobernanza climática internacional.

La responsabilidad, en términos kantianos, radica en cumplir con las obligaciones morales de prevenir el daño. Actualmente, el mundo se dirige a un escenario conservador de aumento de entre 2 y 3 grados Celsius de calentamiento global. Limitarlo a menos de 1,5 grados Celsius reducirá significativamente los riesgos, los impactos negativos y los costos y daños asociados al cambio climático. Descuidar esto puede resultar en fenómenos climáticos extremos más frecuentes y peligrosos, como olas de calor, sequías, incendios forestales y precipitaciones intensas que provocan inundaciones. La comunidad científica alerta, además, que esto puede activar puntos de inflexión climáticos con consecuencias irreversibles, como la interrupción de importantes sistemas de circulación oceánica o el deshielo del permafrost boreal.

La transición energética renovable de Uruguay lo ha posicionado como líder mundial en sostenibilidad. Sin embargo, los argumentos de las autoridades de ANCAP presentan la transición energética global como poco realista y la dependencia de los combustibles fósiles como inevitable. El Acuerdo de París y los objetivos climáticos globales son incompatibles con la adición continua de energía sin una sustitución. Retrasar la acción perjudica ya hoy a millones de personas, en particular a los más vulnerables.

Las compañías petroleras planean próximamente un estudio sísmico en 3D en aguas uruguayas para evaluar el potencial de futuras perforaciones. Estas actividades retrasan la imprescindible descarbonización energética y socavan los logros de nuestro país en materia de energías renovables. Uruguay es un ejemplo de cómo políticas, inversiones e innovaciones ambiciosas pueden acelerar la transición energética desplegando energías renovables. No considerar la urgencia ambiental es una actividad de alto riesgo. 

* Nicolás Dorronsoro es docente en la Universidad Católica del Uruguay. Maestrando en Cambio Climático y Desarrollo, magíster en Sociología Política (The London School of Economics and Political Science) y en Relaciones Internacionales (Instituto Ortega y Gasset), y licenciado en Comunicación (Universidad de Navarra).

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