Además de ser director de cine, guionista, actor y un excelente locutor radial, Sebastián de Caro (Buenos Aires, 1975) es un cinéfilo fetichista, de esos que coleccionan muñequitos, pósters, que revén una y mil veces sus películas favoritas. Si es cierta la frase de Adrián Dárgelos (cantante de Babasónicos) citada en el epílogo de este libro de que“aquel que ha sido feliz de niño está condenado a la nostalgia eterna”, De Caro debe de haber sido un niño extremadamente feliz, uno que alquilaba películas por docenas, que celebraba las mil correrías de Martin McFly en la saga Volver al futuro, que se sobresaltaba con cada aparición de Freddy Krueger, que intentaba replicar parado encima del sillón las patadas de Jean-Claude Van Damme y palpitaba con cada aparición de Phoebe Kates en Gremlins.
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