¿Una época todavía más gris? - Semanario Brecha

¿Una época todavía más gris?

Un breve homenaje a Hiber Conteris.

Foto: Claudia Conteris

El martes de 2 junio falleció Hiber Conteris. Partió el escritor, partió el soñador de la revolución y un mundo mejor, partió el amigo generoso. Hiber era de una vitalidad desbordante que invitaba a ser tan vital como él. Diez años antes, cuando recién se había publicado su novela “El séptimo año”, me permitió grabar esta conversación, que mantuvimos en un restaurante de la Ciudad Vieja.

—Hablemos sobre tu última novela. ¿Cuál fue su origen?

—Como vos sabés, los acontecimientos de las torres de Nueva York nos afectaron a todos. Con ellos realmente se inició el siglo XXI y, a su vez, se generó una crisis. De allí proviene El séptimo año. Creo que, también por eso, en los personajes de esta novela hay una búsqueda en el contexto de un cataclismo.

—En varias de tus novelas aparece el viaje como motivo. Pienso, precisamente, en El séptimo año, Round trip y El nadador.

—Sí, estoy de acuerdo con vos. El viaje, claro, siempre implica una aventura, un internarse en lo desconocido. Pero, al mismo tiempo, es una búsqueda de algo que está más allá.

—En tus textos también hay cierta reflexión sobre la literatura, como en el segundo capítulo de 10 % de tu vida.

—Es cierto. El editor francés de esa novela quiso que sacara ese capítulo, en el cual se discute sobre la tradición de la novela policial. Pero yo me opuse a que lo hicieran.

—¿Creés que hay cierta influencia de Kundera en tu narrativa, considerando que él también hace una novelística en la cual se incluye material que estaría más dentro del ensayo?

—La verdad es que yo descubrí a Kundera mucho más tarde, aunque considero que La insoportable levedad del ser es una gran novela y también me gusta su adaptación cinematográfica. Sin embargo, mis influencias vienen de Huxley,de novelas como Contrapunto, y después de Camus y Kafka. Mi texto El funeral está inspirado, en cierto modo, en El extranjero, de Camus.

—Tu infancia y tu adolescencia fueron en el Cerro. ¿Nunca has querido escribir sobre ese barrio montevideano?

—Mi novela El nadador, de alguna manera, recrea el Cerro. Mejor dicho, me parece que en ese libro me exorcicé de él.

—Un buena parte de tu obra está compuesta por obras teatrales. El asesinato de Malcolm X ha tenido un gran éxito en la crítica y el público.

—Para mí, el teatro ha sido una vocación más vieja que la narrativa. De chico ya actuaba y me interesaba la dirección. Después estuve en la Escuela de Arte Dramático con Rubén Yáñez y José Estruch, y ahí terminé de formarme.

—¿Cuál es la diferencia entre escribir teatro y escribir narrativa?

—Bueno, la escritura de los diálogos en el teatro siempre es más coloquial y menos literaria, como lo permite la narrativa.

—En otro orden de cosas, tú participaste en el Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros. ¿Piensas que en esos años hubo un cambio de rumbo en el movimiento?

—El principio fue el período de Robin Hood. Sin embargo, luego de que los líderes principales cayeron se dio un cambio en el rumbo. Por ejemplo, se realizó el ataque al Bowling de Carrasco. Recuerdo que poco tiempo después vinieron unos compañeros que tenían la idea de volar la antena de una estación de radio que era políticamente adversa a nosotros. Yo me opuse, porque veía que la gente sólo iba a considerar que se estaba destruyendo una antena de radio y que este acto político no era favorable para el movimiento. Así que no participé.

—¿El atentado se llevó a cabo?

—Sí, y a partir de allí, de mi posición, empezaron a dejarme un tanto de lado. No es que yo me haya retirado del movimiento, sino que algunos compañeros ya no me llamaron.

—¿Participaste en otros eventos similares?

—Bueno, por el que me pusieron más años de cárcel fue por el secuestro del cónsul de Brasil.

—¿Y por qué el movimiento decidió secuestrar al cónsul brasileño?

—Teníamos la información de que Brasil iba a enviar a Uruguay a quien había formado el escuadrón de la muerte en ese país y de que buscaría formar un escuadrón de la muerte en Uruguay, lo que finalmente ocurrió. Nuestro propósito, en ese momento, era que no llegara esa persona y no se formara ese escuadrón. Y la manera de presionar era por medio del secuestro del cónsul de Brasil.

—Tenías unos 40 años…

—43.

—¿Cómo fue escribir en la cárcel?

—Mirá, hubo un período en el que recitaba mentalmente el canto X de La ilíada para mantenerme vivo. Se dice que es un canto interpolado. Pero, en todo caso, allí se narra el momento en que un soldado voluntario de los troyanos es capturado y torturado por Ulises y Agamenón para sacarle información. Y después lo matan. Yo recitaba los versos de ese canto todos los días. Claro, el canto narraba una situación similar a la que yo acababa de vivir. Luego de ese período, en la circunstancia de la cárcel, hubo un poco de suerte. El subdirector, que era un tipo que había estudiado historia, y no el director, que era un hijo de puta que nos hacía dar unas palizas brutales, me pidió que tradujera un atlas. Mientras estaba allí, a veces a solas, escribía. Sacaba copias con carbónicos, tres copias, y se las daba a los compañeros para que las tuvieran si se daba el caso de que me quitaran la mía. Tiempo después, también hubo una visita de la Cruz Roja para observar las condiciones de las celdas. El tipo que entró a mi celda tenía una máquina de escribir pequeña y la puso sobre la cama. Cuando terminó la visitay el tipo estaba por irse, le dije que se estaba olvidando su máquina de escribir. Él me respondió: “¿Cuál máquina?”.

—¿Pudiste escribir varios relatos en la cárcel?

—Sinceramente, ha sido uno de mis períodos de mayor producción literaria.

10 % de tu vida es una de las novelas que escribiste en la cárcel. Es una historia que tiene varias referencias a Los Ángeles. ¿Cómo accediste a ese mundo?

—Bueno, todas esas referencias, como nombres de calles o números de placas, vienen de los libros de Chandler. Nosotros, en la cárcel, teníamos una biblioteca. Estaban prohibidos los libros de política, sociología y filosofía. Pero las novelas policiales resultaban un tanto inocentes, por decirlo así, para la dictadura. Así que, con cierta facilidad, tuve acceso a los libros de Chandler. Ahora, como te dije, yo sacaba copias de lo que escribía con carbónicos y se las daba a los compañeros, porque en un momento hubo una requisa y me quitaron mi copia de esa novela. Lo curioso es que, cuando salí de la cárcel, un día llamaron a casa. Abrí y era un milico que preguntaba por mí. Me dijo que venía de parte del subdirector del penal y me dio la copia de 10 % de tu vidaque me habían quitado en la cárcel.

—¿Creés que el subdirector te estaba protegiendo?

—A mí me parece que leyó lo que había escrito y luego, al pensar que era una novela policial, le pareció que no atacaba su ideología. Lo curioso es que el final de esa novelaes totalmente antisistema.

—De algún modo, tu generación, a diferencia de la mía, tenía las cosas claras.

—Sí, era una época de blanco y negro. Hoy en día el blanco y el negro se han juntado, y es una época gris.

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