Una grande - Semanario Brecha

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Unipersonal de Estela Medina: "Sólo una actriz de teatro"

Estela Medina en “Sólo una actriz de teatro” / Foto: Gustavo Castagnello

Este unipersonal fue estrenado hace más de dos años en la sala Hugo Balzo y, desde entonces, ha dado lugar a que la actriz lo reponga tanto en distintas salas de nuestro país como en el exterior. En estos meses, a lo largo de los cuales también se la puede ver en la conmovedora La golondrina, de Guillem Clua, dirigida por Gerardo Begérez, vale la pena volver a apreciar este refinado trabajo escrito por Gabriel Calderón que reflexiona sobre la disciplina teatral y que Levón lleva a escena con una Estela siempre lista para transitar senderos diversos. En primer lugar, el de una compañera de elenco que aguarda a una Medina que no llega para entregarle hojas y libretos vinculados al trabajo de su maestra, Margarita Xirgu.

La improvisada situación servirá, por cierto, para que quien aguarda –la propia Estela, claro– se refiera no sólo a quien tanto demora, sino también a la actriz, directora y docente española que fue la fuerza motriz de la escuela de arte dramático que hoy lleva su nombre y de cuyas aulas, a comienzos de los años cincuenta, surgió la propia Estela Medina, esa que la Estela real está esperando. La referida compañera de elenco se transforma, entonces, en la figura aguardada, al tiempo que diferentes anécdotas y pasajes de obras de autores como Federico García Lorca salen a relucir en un desarrollo que pone de relieve la estrecha relación que Xirgu mantuvo con quien le propuso títulos tan inmortales como Yerma o Doña Rosita, la soltera. A través de todo lo que antecede, Estela demuestra una vez más un ejemplar manejo de voz, cuerpo, manos y miradas, así como un portentoso dominio de un espacio que recorre con la naturalidad del caso, de manera de darle vida no sólo a la innominada compañera que abre el espectáculo, sino a la propia Estela, que irá asomando de a poco. Por momentos, también nos trae a esa maestra que a lo largo de tantas clases y ensayos le inculcó aquello de que “un actor puede faltar a una representación solamente con certificado de defunción”. Ficción y realidad se entrelazan a lo largo de una puesta concebida para que, en cada función, se instale la magia del teatro. La anécdota trasciende su particularidad y se expande para referir la historia de gran parte del teatro uruguayo. La dueña mayor de esa misma historia, sin duda alguna, es Estela Medina, quien aparece y se adueña de la platea que, al término de la función, la aplaude de pie. Es natural. Estela está en lo suyo y los espectadores lo comprueban desde el comienzo.

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