La escena puede ocurrir en una mesa de truco, al final de una partida, en un barrio de clase media, en un coqueto parrillero de un acomodado barrio de la costa, o al terminar una clase en un instituto público o privado, religioso o laico: un grupo de personas, mientras conversan distraídamente, lideradas por alguna de ellas, comienzan a hacer ritmo golpeando en la mesa. Al golpe del primero se suman los otros, y el ritmo, invariablemente, es el candombe. Fluido o entrecortado, bien o mal tocado, pero siempre el candombe, ritmo que parece latir acompasadamente con el corazón de esta ciudad, de este país, y a riesgo de levantar más de una resistencia, diría que fascinando sin distinción de raza ni edad.
Del mismo modo que Rio es samba, Buenos Aires es tango, Nueva Orleans es jazz, Montevideo...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate