Alertó a la pareja con el niño que se escondía en su casa –en espera de poder trasladarse a Argentina, hartos del destrato en el cuartel– y alcanzó a dejar a la beba en el apartamento de su abuela. Treparon a la azotea mientras las órdenes retumbaban en el pasillo. La azotea estaba ocupada por soldados que al verlos comenzaron a disparar sin ton ni son, en un contagio frenético. Un megáfono ladró: “No disparen que nos matamos entre nosotros”, y eso, el miedo de que, de nuevo, una bala perforara un uniforme fue lo que la salvó, los salvó; poco después fueron ubicados y detenidos, escondidos en un galpón vecino.
Stella no sabía, esa madrugada, que una hora antes su hermana Silvia, 19 años, embarazada de tres meses, y otras dos jóvenes, Diana Maidanik (21) y Laura Raggio (19) habían sido brut...
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