En estos últimos años, cada 8M las calles del país se llenan de mujeres e identidades sexogenéricas disidentes que visten prendas violetas, se disfrazan y maquillan, izan sus banderas, representan diversas agrupaciones. Miles de mujeres levantan carteles con las caras de las muertas y las desaparecidas, y también acuerpan nuevos reclamos, urgencias que responden a un tiempo vertiginoso que las amenaza constantemente con la aplicación de un verdadero retroceso en los derechos conquistados. Por eso tiene más sentido que nunca preguntar, en este año electoral, para usted, lectora, lector: ¿qué significa el 8 de marzo?
Por la izquierda
La precandidata del Frente Amplio, Carolina Cosse, respondió a Brecha algunas preguntas acerca de la particularidad de este día. Para ella, «independientemente del año electoral, los 8 de marzo siempre nos convocan a la reflexión y a poner sobre la mesa los desafíos que enfrentamos las mujeres». Consultada acerca de cuáles son los desafíos que el movimiento feminista enfrenta este año, contestó: «Realmente me parecería un atrevimiento de mi parte arrogarme la representación del movimiento feminista. Les puedo dar mi opinión en cuanto a los desafíos que tenemos que enfrentar desde el sistema político. Hay desafíos que son estructurales, y otros, más coyunturales. Los desafíos estructurales son los más conocidos y, lamentablemente, los que más lento han avanzado. La brecha salarial, la erradicación de la violencia de género, la consolidación de los derechos sexuales y reproductivos, la visibilización y la remuneración de las tareas de cuidado, entre otras. Sobre los desafíos coyunturales, hay muchos debes por parte del sistema político en general, y con aspectos que se han profundizado en estos últimos cuatro años. Ejemplos hay de sobra. Aspectos presupuestales, de señales políticas, de falta de institucionalidad. Hay un problema inmenso con la pobreza y los trabajos precarizados, que principalmente están feminizados. Creo que hay mucho por hacer».
Solana Quesada, directora de la Asesoría para la Igualdad de Género de la Intendencia de Montevideo, entiende que «no hay que distraerse, los riesgos de los retrocesos siguen acechándonos y es importante sumar cada vez más compañeras y colectivos». Habló de las batallas que dan las mujeres día a día en el territorio, en sus barrios, en sus vidas cotidianas, y resaltó la importancia de que ese tejido crezca y pueda sumarse a otras experiencias. «Me parece que está bueno que podamos sentirnos parte de un movimiento amplio que también incluya a las que sufren más en su vida cotidiana, o que están alejadas, quizás, de las organizaciones más tradicionales», expresó. Para Nohelia Millán, actual directora de Género y Equidad de la Intendencia de Canelones, el punto a recalcar es la incidencia: «¿Cómo incidimos? ¿A quién le estamos pidiendo y qué estamos pidiendo? ¿Cuál es el camino?», se pregunta. Ve la necesidad de la existencia de un proyecto feminista que sea implementado con tácticas y estrategias políticas conjuntas, porque una marcha puede congregar a más de 200 mil personas, pero «¿qué vas a poner detrás de todo eso? No vas a pedir solo que caiga el patriarcado, porque el patriarcado no va a caer con una marcha», reflexionó. En relación con la coyuntura y el contexto actuales, Millán explicitó la manera en que, en los últimos tiempos, se han desbloqueado discursos que habían sido sancionados socialmente durante años. «El discurso contra el terrorismo de Estado, toda la idea de igualdad, de colectivo, de democracia; todas esas cosas tan sagradas se cargaron de contenidos que son diametralmente opuestos: podemos ver que un sector de la sociedad va en contra de la democracia, reivindica la dictadura, defiende a un asesino, a un violador», afirmó. Además, resaltó que es hora de que las feministas «también nos demos un debate sororo». Según Millán, por momentos, los feminismos se vuelven «fundamentalistas» y ese fundamentalismo es «lo peor que le puede pasar al feminismo».
Quesada habló del crecimiento del movimiento feminista nacional dentro de su diversidad, y para Millán ese crecimiento debe permitirles a las organizaciones «la discusión, reconocernos entre nosotras, porque ahora somos muchas». Para Quesada, el crecimiento feminista no se da en un formato de organización ordenado, vinculado a colectivos tradicionales que tienen planteos determinados sobre asuntos puntuales. Pero no hay dudas de que, aun de maneras que no responden a los procedimientos de la política tradicional, el movimiento ha crecido de modo sustancial, sus debates se han impuesto en la sociedad, y eso causa que «cualquier tipo de amenaza o retroceso» vaya a encontrarse con «voces que se alcen».
Por la derecha
La precandidata del Partido Nacional Laura Raffo también brindó al semanario su opinión sobre el 8M: «Es un día muy importante porque es un día de reflexión sobre los avances que se lograron en materia de empoderamiento de la mujer, y los que quedan por hacer para lograr la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Este 8M nosotros vamos a estar presentando una plataforma digital en la que las mujeres se van a poder registrar y van a poder plantear sus preocupaciones y propuestas. Después vamos a concurrir a los actos oficiales con una serie de mujeres de nuestro movimiento, y en la tarde me voy a la Patria Gaucha, porque las mujeres rurales están preparando una actividad». Consultada acerca de si se definía como feminista, respondió: «Todo nuestro grupo se identifica con la definición del feminismo, que es buscar la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Con lo que no nos identificamos es con el radicalismo en el feminismo, cuando ese radicalismo deriva en enfrentamiento con los hombres o enfrentamiento entre las mujeres. Nosotros creemos en mujeres que apoyan a mujeres».
Con respecto a la inclusión de identidades trans en sus plataformas reivindicativas, respondió que su sector no tiene una postura unificada. «Varios legisladores de nuestro sector han apoyado la ley trans, otros no; no tenemos una postura tomada.» Al consultarle acerca de las declaraciones recientes del diputado colorado Gustavo Zubía sobre la posibilidad de que las niñas brinden su consentimiento para mantener relaciones sexuales con adultos, declaró: «Soy una mujer que siempre he trabajado en pos de los derechos y las oportunidades para las niñas y para las mujeres. Desde muy temprano, ya cuando me recibí de economista, lo hice con una tesis que analizaba la brecha salarial, y a partir de ahí trabajé en diversos programas y organizaciones que buscaban el empoderamiento femenino. Así que siempre me van a encontrar del lado de las mujeres y, por supuesto, nunca voy a avalar abusos contra niñas. Es algo muy obvio». Con respecto a su posibilidad, como mujer, de ser la primera presidenta del país, expresó: «Este es un año bisagra para el Uruguay, porque es un año en el que los uruguayos tienen la oportunidad de votar mujeres en las internas de las dos fuerzas políticas mayoritarias, que son el Partido Nacional –dentro de la coalición– y el Frente Amplio. Uruguay está preparado para tener una presidenta mujer, por lo cual me parece que este 8M puede ser muy significativo para nuestra historia en términos de representación política». Acerca de su posición con respecto a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, consultada sobre si considera necesario garantizar su permanencia sea cual sea el color del gobierno, respondió: «Siempre me manifesté a favor de la ley. No me parece que haya que revisar nada».
Juntas y en las calles
«En lo que va del año, ya tenemos 29 femicidios, dos transfemicidios y un Estado ausente», declaró a Brecha Paula Moreno, artista y activista trans e integrante del Colectivo Diverso de Las Piedras. Otro año más, las calles se coparán de mujeres que luchan por la igualdad y por la reivindicación de los derechos conquistados; derechos que «no se implementan en su totalidad». Alrededor de estas ideas es que se origina el paro de mujeres: para luchar, para reclamar, para comprometer al Estado a que se cumplan las políticas públicas y que se trabaje en dispositivos para combatir la violencia y la desigualdad que sufren las personas trans. «Es también hacernos visibles», aclara Paula, y agrega: «Y pedir justicia, sobre todo por las compañeras asesinadas que hoy no tienen voz». Consultada sobre la posibilidad de representación que pueden tener las comunidades trans en un feminismo vinculado a la coalición de derechas, expresó: «Es contradictorio, porque, por un lado, tienen un discurso antiderechos y, por otro lado, para el afuera, quieren hacernos creer que son feministas y que les importa la vida de las mujeres, cuando la realidad es que nos están matando y no generan acciones o proponen dispositivos que ayuden a combatir esta realidad. No nos sentimos representadas para nada con un feminismo –entre comillas– de derecha, porque no nos olvidamos de que la derecha es una propuesta política que ha estado en contra de todos nuestros derechos».
Paola Sebestien, de la Red de Apoyo a Ollas y Merenderos Solidarios del Cerro por Autonomía y Vida Digna, contó a Brecha: «Cada vez las mujeres se unen más para poder darse una mano. Desde la red siempre estamos apoyando casos puntuales, gente que va a la olla y pasa situaciones bravas de discriminación, de agresiones en la casa. Nos enteramos, lo comentamos con alguna compañera de la olla y tratamos de que esa persona levante la voz. Nos unimos, hablamos, tratamos de sacar a la persona de la situación de violencia, buscamos apoyos y servicios públicos a los cuales recurrir. Es importante, porque si una persona habla y no recibe apoyo, no va a volver a hablar. Tenemos que escucharla y responder». Consultada sobre las dificultades que enfrentan las mujeres en los barrios populares, afirma: «Veo mucha mujer sola, luchando con sus hijos, con compañeros que no les dan la ayuda que tienen que darles. Veo muchas situaciones de droga, muchos niños a los que les quiero hacer llegar un par de championes o una túnica, y los padres se los venden. También veo mamás que la pasan mal, padres que les pegan, que no las dejan salir a la calle». En torno a la situación económica, contó: «Yo misma tengo un trabajo, pero no alcanza. Preparo la olla en casa y nosotros comemos de la olla. Y prefiero comprar carne de mi sueldo para la olla, pero que haya para todos. Porque después del 20 de cada mes empieza lo peor. La gente me pide a las siete, las ocho, las nueve, Paola, ¿te sobró pan?, ¿te quedó fruta?, y, bueno, yo los ayudo porque pasé una situación bastante mala cuando tenía mis hijos chicos y, claro, me pongo en su lugar». También reconoce que las dificultades económicas estimulan la violencia: «Cuando las personas están cortas de plata se genera una tensión, una tirantez. Además, lamentablemente, la mayoría de las personas son drogadictas o alcohólicas, entonces, si falta la plata, es peor. Se ponen violentas». Y agrega, sobre la importancia que tiene esta fecha para las mujeres de su entorno: «Al 8 de marzo vamos con las compañeras de la olla, las gurisas del liceo, todas las mujeres del barrio. Antes no era tanto como ahora, que cada persona con la que hablo me dice: “yo voy, yo voy, yo voy”. Ir a marchar todas juntas es algo que nos da fuerza, que nos llena».
También Brenda Bogliaccini, militante social del oeste y perteneciente a la red, reconoce la importancia del 8M en la vida comunitaria: «Tengo una alegría especial porque el año pasado las compañeras que organizaban la marcha invitaron a las mujeres de las ollas, de los merenderos populares, a ir adelante, y eso fue un reconocimiento muy importante, que supuso un encuentro necesario entre esta diversidad enorme que somos las mujeres. Así que este año se está preparando una movida de vecinas en el oeste, algunas que quizás no se autodefinen feministas y hacen su propio camino, pero que necesitan afirmar sus derechos, su lugar en la vida. Son muchos dolores, luchas, esfuerzos. Además, hoy sigue habiendo hambre, sigue habiendo ollas porque hay necesidad de alimentación. En el Municipio A se hizo una investigación que dice que el 40 por ciento de hogares con niños menores de 12 años tiene problemas de insuficiencia alimentaria moderada, y el 20 tiene insuficiencia alimentaria grave. Muchas mujeres son las jefas de esos hogares. Por eso me hace feliz que nos juntemos, que vayamos todas juntas. Es totalmente necesario que tomemos la voz, porque las exclusiones también las viven los hombres, pero siguen afectando mayoritariamente a las mujeres. Y las mujeres son las que están ahí, las que sostienen, las que están encarando como locas».
Tamara García Sánchez, militante sindical y feminista, informó a Brecha acerca del trabajo que vienen haciendo los gremios en torno a esta fecha: «Debatimos un montón públicamente y en la interna sobre cómo adherir al 8M, para decidir cuáles serán las reivindicaciones que haremos las mujeres trabajadoras, teniendo en cuenta que el movimiento sindical históricamente estuvo enfocado en un mundo del trabajo que siempre se pensaba en masculino, y en el que, realmente, las realidades cotidianas de las mujeres no estaban visibilizadas, ni siquiera pensadas. Solo las pensábamos nosotras, y muchas veces en el ámbito más íntimo o doméstico, o en alguna charla con compañeras, y no desde una perspectiva política. Así que venimos trabajando en llevar nuestras perspectivas a los lugares de negociación colectiva, y con los años lo hemos logrado. Hoy en día sería mal visto que un convenio colectivo no tuviera perspectiva de género, cláusulas de cuidados que intenten mitigar las brechas laborales y salariales. O sea, sabemos que en nuestro país los laudos son iguales para todas las personas, las brechas salariales no se generan allí, sino después, en un montón de otras cosas que pasan en la dinámica cotidiana, que implican, incluso, quién tiene que faltar si los pibes se enferman. Venimos trabajando, logramos que el PIT-CNT hiciera su declaración de adhesión. Nuestra intención es que en algún momento el PIT-CNT vaya en el sentido de directamente resolver el paro de mujeres, pero esta forma que hemos logrado nos ayuda, es un buen paraguas. Necesitamos entender que las cosas que afectan a la clase trabajadora no nos afectan a las mujeres de la misma manera. Estamos profundizando la perspectiva feminista en el movimiento de trabajadores, disputando todos los espacios y el poder sindical, que ha sido históricamente masculino».
Por su parte, la colectiva Encuentro de Feministas Diversas (EFD) tiene una lista de 12 puntos en su proclama de este año. Sus preocupaciones abarcan desde las consecuencias de la crisis sanitaria durante la pandemia hasta las investigaciones de los 69 casos de mujeres desaparecidas que registran los datos de su observatorio. «Este es nuestro séptimo año y vamos a parar y marchar para afirmar todos los puntos y problemáticas que venimos señalando históricamente», afirmó al semanario una de sus integrantes, Natalia Vera Venturini. Entre los 12 puntos se encuentran la denuncia de la complicidad del Estado ante la violencia de género y la trata con fines de explotación sexual, y el efecto de esta problemática en niñeces y adolescencias. Al mismo tiempo, a nivel político, en el contexto de la campaña electoral de este año, insistirán en el compromiso con el presupuesto para la implementación de la ley 19.580 –la Ley de Violencia hacia las Mujeres basada en Género– y la ley 19.643 –ley contra la trata de personas–. «Repudiamos el actual sistema penal, que entendemos que es racista y misógino, y que también castiga la pobreza», aclaró. El colectivo también señala la hipocresía de que haya pedófilos marcando agenda en la prensa, mientras las condenas a mujeres por microtráfico son «infames». La lucha contra la reforma jubilatoria y contra la ley de tenencia compartida también son puntos de la lista. Sobre la segunda, entienden que permite «encerrar a las infancias con varones que son violentos».
Por otro lado, «a nivel de identidad» reafirman que la «fisioheteronorma nos invisibiliza» y que los ataques y el odio no deberían tener lugar. «En eso acompañamos la lucha de compañeras y compañeres trans y no binaries», agregó. A su vez, reivindican el acceso a una salud sexual y reproductiva de calidad, y el derecho al aborto de todas las mujeres y personas gestantes. Además, «queremos pedir justicia por las ex presas políticas y sumarnos a su reclamo: exigir memoria, verdad, justicia y nunca más terrorismo de Estado». El EFD marcha en defensa del agua y de los recursos naturales; además, en un 8M «que tiene un claro perfil internacionalista», exigen un alto el fuego en Palestina. «Creo que todos los espacios se han puesto en marcha para articularse desde los distintos feminismos, y por eso llegamos a una marcha que tiene muchos puntos de partida, pero un único punto de llegada», reflexiona.
María Zino, de la colectiva Dónde Están Nuestras Gurisas, consultada por las acciones que se llevarán adelante este 8M, responde a Brecha: «Marchamos junto a madres y hermanas de gurisas que están desaparecidas. Nos parece importante poner el tema sobre la mesa: la desaparición y la violencia que se ejerce hacia cuerpos de mujeres jóvenes y disidencias. Nosotras hemos visto la relación entre las desapariciones de las mujeres y los casos de explotación sexual y de trata, y también con el consumo problemático de sustancias. Además, muchas de las mujeres que están desaparecidas hoy tuvieron antes desapariciones intermitentes: eso supone que han sido víctimas constantes de distintos tipos de violencia de género. No se las traga la tierra: hay argumentos para presuponer que detrás de estas desapariciones hay algún delito». Sobre las reivindicaciones específicas para este 8M, María expresa la preocupación por que se implementen los recursos para llevar adelante la ley de trata: «Es una ley bastante buena, es integral y es completa, pero no hay recursos suficientes para que se lleve a cabo, para que se acceda realmente a denunciar sin miedo, para tener el resguardo necesario. Hay que seguir fortaleciendo los equipos que llevan adelante el trabajo con mujeres víctimas de situaciones de trata; vemos cierto desmantelamiento en las políticas que dan abordaje a esta problemática; los fondos y los programas se han ido precarizando. Necesitamos trabajar en un protocolo de atención a las familias cuando denuncian las desapariciones, poder hacer un acompañamiento con información fiable y con un acercamiento sensible, porque nadie está preparado para que una persona cercana desaparezca. La respuesta de la Justicia es, muchas veces, revictimizante, y no ayuda a concretar los pasos que se necesitan». Finalmente, sobre los nuevos reclamos que la colectiva entiende como urgentes, María expresa: «Nos preocupa muchísimo el tema de las desapariciones de las gurisas que están en centros del INAU [Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay]. Hay una enorme cantidad de supuestas salidas no acordadas: las gurisas se van y nadie sabe dónde están, no se hace un seguimiento. A veces, cuando nos llega la información, queremos ir a corroborar que determinada gurisa está desaparecida y desde las instituciones implicadas nos dicen que mejor no denunciemos, que ellos se encargan, que es mejor que el caso no se haga público. ¿Por qué pasa esto? ¿Se está activando realmente algo para que la gurisa aparezca? ¿Es para cuidarla a ella que no se hace pública la búsqueda o es para cuidar a la institución? Eso nos preocupa. Si el INAU es una institución que supuestamente vela por los cuidados de nuestras adolescentes y niñas, no puede pasar esto. Y si la chiquilina desaparecida cumple 18 años, ya está, se fue de la órbita del Estado y listo, no se sabe más nada. También, cuando las gurisas desaparecen de los centros –o incluso de sus casas–, y luego aparecen, no se hace ningún seguimiento ni investigación, nadie se pregunta qué es lo que las llevó a desaparecer. Hasta que, muchas veces, ya no las encontramos más. Así que nos seguimos preguntando cómo podemos fortalecer el sistema para que esto no suceda. Se identifica el problema, se reconoce desde el Estado, pero después no hay acciones concretas para atacarlo, para prevenirlo y para abordar sus consecuencias».
La colectiva antipunitivista Fugas también se hace eco de este 8M, aunque enfocándose en los cruces entre feminismo y antipunitivismo. «Nos moviliza preguntarnos qué tiene el feminismo para aprender del antipunitivismo, y también qué tiene el feminismo de antipunitivista. Es interesante que podamos cuestionar en el espacio público la cultura del castigo, seguir invitando a la reflexión y provocando la conversación pública en torno a estos asuntos. Queremos pensar en qué alternativas reales pueden existir a la hora de enfrentar violencias o distintas opresiones, caminos que no sean la cultura del castigo, que es lo que viene imperando. El castigo está establecido como sentido común en la sociedad: hay un conflicto, violencia entre personas, y a lo primero que se apuesta es a la solución penal, al castigo o a la intervención policial, que son las soluciones que brinda el Estado. Esa es la única vía que está posibilitada. Incluso hay un sentido común punitivo en las izquierdas progresistas latinoamericanas. Así que nuestro deseo, nuestra acción anticarcelaria consiste en visibilizar las muertes en cárceles, visibilizar que la cárcel no repara, que no genera cosas buenas. Y así dicho, suena bastante sencillo, pero realmente la cárcel no estimula la necesidad de cuidar la vida, no produce acciones que deriven en cuidar la vida de las personas que la atraviesan y de quienes se sienten cercanos a esas personas». Consultadas acerca del año electoral y sobre si hay una salida posible en la lucha partidaria, las integrantes de esta colectiva expresan que los partidos «van a manipular lo que les sirve para llegar a un discurso que los lleve a ganar, pero un aporte profundo en torno a la posibilidad de una transformación antipunitiva no va a salir del sector partidario. Lo que sí es necesario es seguir exigiendo al Estado que se haga responsable de las muertes que suceden en las cárceles. Que se haga responsable de que todas las personas que están ahí adentro son presas políticas».
Finalmente, preguntada por la perspectiva de un feminismo antirracista, Tania Ramírez, del colectivo Mizangas, Mujeres Afrodescendientes, dialogó con Brecha: «Para nosotras las demandas son permanentes, porque nuestras realidades no han cambiado, de hecho, han empeorado, sobre todo en estos últimos años. La brecha de desigualdad, de pobreza, de marginalidad, el aumento del encarcelamiento de las mujeres afro –sobre todo por delitos de microtráfico y narcomenudeo–, las condiciones en las que viven muchas compañeras trans afro, hacen que tengamos que salir a la calle. Nosotras, este año, estamos convocando a una concentración y a una intervención en la explanada de la Universidad de la República, ante la pregunta: ¿quién tiene miedo a los feminismos negros? Es una pregunta que se hace Djamila Ribeiro, que es una filósofa afro brasileña; nosotras la extendemos para interpelarnos y poner la realidad de las mujeres afro sobre la mesa, porque cuando desde los movimientos feministas visibilizamos las desigualdades, las brechas, las situaciones de violencia, aún se siguen silenciando las realidades de las mujeres afro, que por lo general somos las que estamos más en el horno. Necesitamos nuevas narrativas, recuperar tecnologías ancestrales para definir que somos un movimiento que propone un cambio real de las bases estructurales, como son el racismo, el capitalismo, el heteropatriarcado, y transformar la realidad del mundo. Cuando las mujeres negras nos inventamos, el mundo se transforma en mucho más amigable: no hay por qué temer a los feminismos negros. También teniendo una mirada internacionalista, porque como movimientos de paz y emancipación, no somos ajenas a lo que está pasando en el mundo: están haciendo un genocidio contra el pueblo palestino, específicamente contra mujeres y niñas. La colonia todavía perdura, está instalada en todas nuestras prácticas. En Ghana se presentó un proyecto de ley que prohíbe las identidades LGBT, pero, además, prohíbe la existencia de movimientos LGBT y cualquier acción o institución que los apoye. Tenemos que posicionarnos sobre lo que pasa en Ghana, en Congo, en Sudán y no tener una mirada solamente centralista o nacionalista, sino de solidaridad internacional. Eso es lo que proponemos los feminismos negros».
Consultada por los desafíos del año electoral, Ramírez respondió: «Nosotras somos un movimiento de incidencia política, tenemos que incidir a nivel local, comunitario, de nuestras familias, pero también en el ámbito de quienes toman las decisiones políticas. De hecho, hemos estado en todo el proceso de lo que se conoce como la nueva oleada de derechos que tuvimos en los últimos 15 años, escribiendo y reglamentando las leyes, haciendo trabajo técnico. En un año electoral es necesario replantear no solo los liderazgos y quiénes ocupan los cargos de decisión, y cómo son colocadas nuestras demandas, sino también, sobre todo, necesitamos pensar cómo transformar la realidad. Porque entendemos que ser feminista no te quita lo racista, y ser de izquierda tampoco te lo quita».