La puerta del invernáculo del Jardín Botánico de Montevideo estaba apenas abierta, mientras la mano del escultor Santiago Dieste invitaba a pasar: «Pasen y recorran, como hacen todos los invitados». Después del recorrido haríamos la entrevista. Brevemente explicó la obra e indicó el camino a seguir. La idea era comenzar por la izquierda, rodear el cantero central, atravesar el centro hacia la derecha, rodear el cantero central y volver al inicio para salir. Desde afuera ya podía escucharse un bosquejo del sonido.
La humedad del invernáculo, la misma que mantiene vivas y en reproducción a las especies que conserva en su interior, intensificaba y apelmazaba las sensaciones. Nada más entrar, desapareció la conciencia de un afuera. Al lado de la entrada, un mapa; en el mapa se explica a qué ár...
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