Uruguay: Alianza del Pacífico, Nicaragua y Foro de San Pablo - Semanario Brecha
La Alianza del Pacífico, Nicaragua y el Foro de San Pablo

Rebobinando

En México se rubricó un acuerdo entre la Alianza del Pacífico (AP) y el Mercosur. Con una nueva realidad en los posicionamientos de las grandes potencias y el desinterés de Estados Unidos en el Transpacífico (Tpp), más el triunfo de un progresista en México, en filas del Frente ya no se mira ese paso con la desconfianza anterior. Lo que sí persiste es el debate sobre Nicaragua. La posibilidad de que se discuta el abandono del Foro de San Pablo no está sobre la mesa. Desde Asamblea Uruguay se aseguró a Brecha que no hay ninguna decisión orgánica al respecto, a pesar de que uno de sus miembros manejó la posibilidad de plantear irse del foro.

Tabaré Vázquez en México, donde se firmó el acuerdo entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur / Foto: Afp, Alfredo Estrella

Los presidentes de los países de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, Perú y el anfitrión, México) y del Mercosur firmaron un acuerdo con la intención de facilitar el comercio, con la perspectiva de llegar a un tratado de libre comercio entre ambos bloques.

Tabaré Vázquez afirmó que lo acordado es la manifestación “de la voluntad política de los cuatro países de la Alianza del Pacífico y de los cuatro del Mercosur, es la mejor expresión para avanzar hacia una región tan hermosa como la latinoamericana en mejores condiciones de vida para todos los ciudadanos”.

Uruguay ya participaba como observador de la AP desde 2012. La característica de ese grupo de países es que, a diferencia del Mercosur, tienen entre sí tratados de libre comercio, pero no una unión aduanera ni un arancel externo común. Dos cosas, estas últimas, que han permitido al bloque que integra Uruguay como miembro pleno, el aumento, aunque con vaivenes, del comercio intrarregional y la complementación productiva en algunas áreas, como la de autopartes. En cambio, la existencia de la Alianza del Pacífico no ha incrementado sustancialmente el intercambio entre sus miembros. Tampoco el intercambio de Uruguay con esos países es muy intenso, a pesar de que tiene un Tlc con México. Las exportaciones a Chile no superan los 150 millones de dólares y a Perú se le vende prácticamente sólo arroz.

En un principio la Alianza del Pacífico tenía como destino sumarse al Transpacífico (Tpp por sus siglas en inglés) que, promovido por la administración de Obama, tenía como objetivo aislar a China y combatir su expansión comercial, de servicios e inversiones. El presidente estadounidense Donald Trump decidió, al menos por ahora, dinamitar el Tpp, ser más directo e iniciar la guerra comercial con el gigante asiático mediante la suba de aranceles a los productos chinos.

China es el principal destino de las exportaciones uruguayas, por lo que tiempo atrás sumarse a la AP, y consecuentemente al Tpp, no parecía una decisión acertada, más allá de las resistencias a los Tlc existentes en el Frente.

Sin embargo, la desactivación del Tpp original (hoy Chile insiste con ese tratado y, sin Estados Unidos, anunció el Tpp 11, por la cantidad de naciones adheridas hasta el momento) y el triunfo electoral de Manuel López Obrador en México, que se presentó ante la ciudadanía mexicana como vector de un gobierno progresista, contrario a los neoliberales que lo antecedieron, han limado los cuestionamiento en el FA.

El diputado del Mpp Daniel Caggiani señaló a Brecha que México, con la futura asunción de López Obrador, “podría jugar un papel diferente. Hoy están renegociando el Nafta con Estados Unidos, y hasta sería posible y bueno que tuviera una mirada menos dirigida hacia el norte, para construir puentes hacia América Latina. Que México pudiera jugar un papel de liderazgo geopolítico, como en algún momento lo hizo Brasil (hoy muy disminuido por su contexto interno) sería importante. Sin duda la concertación de visiones de la Alianza del Pacífico con el Mercosur como bloque puede ser interesante para lograr una mayor unidad en Latinoamérica”.

LA OTRA DISCUSIÓN. La declaración del Senado solicitándole “al gobierno de Nicaragua el cese inmediato de la violencia contra el pueblo nicaragüense”, votada por todos los senadores frenteamplistas, se contrapuso a la resolución tomada por consenso en el Foro de San Pablo (Fsp) que, reunido en Cuba con participación de una delegación frenteamplista, manifestó su respaldo al presidente Ortega y denunció la acción de Estados Unidos en su contra. Esa disparidad de pronunciamientos amenazó con disparar una discusión encrespada en el seno de la fuerza política en el gobierno, más cuando el propio presidente de la coalición, Javier Miranda, sostuvo que lo resuelto en Cuba no representaba la opinión del FA. Incluso el delegado de Asamblea Uruguay (AU) en la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del FA (Carifa) Sebastián Hagobian puso en duda –en declaraciones a Radio Carve– la pertinencia de participar en el foro, vista la distancia en los posicionamientos del ámbito que funcionó en Cuba con lo votado en el Senado. Sin embargo la sangre no llegó al río y en la sesión del miércoles de la Carifa no se trató el tema en tonos dicotómicos. Es más, fuentes de AU comentaron a Brecha que el tema no fue discutido en el Consejo Político Nacional del sector, y que el debate, en caso de darse, debe centrarse en cómo participar en el Fsp y no en la necesidad de retirarse de ese ámbito, a pesar de las divergencias severas que hubo en este caso. Por lo cual en AU no existe una resolución orgánica que proponga separarse de dicho organismo de las izquierdas y progresismos continentales.

Pero aunque seguramente no habrá en el futuro cercano una decisión centrífuga sobre el Fsp, es evidente que existen cuestionamientos sobre sus decisiones, incluso con respecto a la forma de resolver por consenso. De acuerdo a la información recogida por Brecha, la redacción original de la declaración sobre Nicaragua fue objetada en varios aspectos por toda la delegación uruguaya (en ella se sostenía el “derecho de los sandinistas” a defenderse utilizando la fuerza del Estado). Al final, la redacción establece que es el gobierno nicaragüense quien debe “defenderse”, atendiendo a la institucionalidad y no a la defensa de un partido o movimiento. Los comentarios de quienes participaron en la reunión de La Habana hablan de una fuerte ofensiva sandinista para una declaración incondicional a su favor, que con fuertes apoyos de los cubanos y otras delegaciones dejó poco margen de maniobra. Escaso espacio que, además, indicaron las fuentes, está acotado por el mecanismo de resolución, el consenso, que no admite votos en contra o abstenciones.

Caggiani sostuvo que lo importante es discutir si es necesario que el FA –que además es un referente en materia de la unidad de la izquierda– tenga que irse de un espacio que lo toma como modelo continental, en lugar de buscar visiones comunes en la diversidad. “Por supuesto es un foro, y en él hay diferentes opiniones. Nosotros pensamos que hay que tener visiones compartidas, y sobre todo concertar y discutir los principales aspectos que vive América Latina. Cuál es la mejor forma de enfrentarlos y también solidarizarnos con el conjunto de los procesos en Latinoamérica, más allá de las diferencias en cuestiones tácticas. Esa es la discusión de fondo, y sería muy inoportuno para el FA y la izquierda uruguaya, y también para América Latina, dar un paso hacia el costado”, aseguró el legislador emepepista.

Por su parte, el diputado socialista Roberto Chiazzaro dijo a Brecha que hoy parece que todos en el Frente “están preocupados con lo que pasa con el Foro de San Pablo, en Nicaragua con Ortega, pero nadie analiza lo que pasa en Colombia, que hoy forma parte de la Otan. Y que por ese paso colombiano el Tratado de Tlatelolco (de no proliferación de armas nucleares en el continente) cae. Que hay un incremento en la instalación de bases estadounidenses en Latinoamérica. Todos esos movimientos no los tomamos en cuenta”.

No estudiar estas variantes, subrayó, nos quita la comprensión de lo que ocurre globalmente. “Pero de ninguna manera esta injerencia nos permite avalar lo que lleva adelante el matrimonio Ortega-Murillo. Ya que desde que empezó ‘la piñata’ se desnaturalizaron todos los contenidos de la revolución sandinista”, concluyó.

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