Lo recuerdo claramente: cuando por fin pude poner mis manos sobre la obra completa de Onetti, bellamente editada por Galaxia Gutenberg, lo primero que hice fue agarrar el último tomo, es decir, el que contiene los artículos y la miscelánea. Será porque lo que contiene es eso que no sabemos bien, de lo que tenemos menos noticia, lo que hay que buscar y rebuscar para encontrar, lo que estuvo a punto de perderse si no fuera porque la fama del escritor o el celo del editor lo llevó a ser rescatado. Es allí y no en la obra canónica donde está, claro, la promesa de una revelación, de una iluminación súbita, de algún secreto. Descubrimientos de los buenos, como pueden ser desplazamientos o trastocaciones –de temas, ideas y estilos–, o de los otros: encontrar lo fallido, lo que quedó raro, lo que ...
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