La muestra es un golpe de puños directo a la cabeza, al corazón, al cuerpo. Hay que estar bien plantado para no caerse. Al menos si uno está dispuesto a dejarse impactar por un lenguaje que puede ser violento y poético a la vez, si padece de cierta fragilidad ante la idea de la muerte o si está en uno de esos días sensibles.
Siempre es mejor que la obra de arte te pegue a estar acorazado, inmune, lo que no excluye que haya obras divertidas (El juego de los milagros, 1998), con toques de lirismo (Paisaje de los sueños, 2003), y que, por tanto, esta muestra pueda ser vista y disfrutada por personas de cualquier edad y extracción social. Fui testigo casual del momento en que una niña –tendría unos 9 años– entregó al artista, de la mano de su madre, una rosa de obsequio. Él, sorprendido –ya qu...
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