Vidas de mujeres - Semanario Brecha

Vidas de mujeres

“La memoria de Federico”, “Soltera, casada, viuda, divorciada”, “After Electra” y “La última vuelta”

La comunicación que a lo largo de los años una gran actriz mantuvo con su autor predilecto, cuatro mujeres que le cuentan a la platea sus desencuentros con el sexo opuesto, el paso tomado de manera inesperada por una pintora y las travesuras de un trío recluido en un geriátrico arrojan luz sobre la forma de pensar y de conducirse de las respectivas protagonistas de un puñado de estrenos recientes.

La memoria de Federico (Circular, sala 1), del asturiano Etelvino Vázquez Pérez, dirigida por Katherine Trinidad, cuenta con esta última y con Juan Pablo García, personificando a Margarita Xirgu y al poeta y dramaturgo García Lorca, en emotivo asunto que evoca la amistad que ambos cultivaron, más allá de los viajes, el exilio y las separaciones. La ficción del presente encuentro los muestra no sólo dando rienda suelta a las páginas que una y otro hicieran inmortales, sino también a través de monólogos personales que arrojan datos sobre los implicados, a los cuales Trinidad y García dan vida con la entrega del caso. La puesta corre con la esperada fluidez y luce muy adecuada para alimentar el recuerdo de dos grandes que el teatro iberoamericano mantiene en un lugar de privilegio.

Soltera, casada, viuda, divorciada (Teatro del Centro) es el título de los monólogos de los brasileños Noemí Marinho, Luis Arthur Nunes, Maria Adelaide Amaral y Regiana Antonini que Cintia Caballero, dirigida por Alejandro Martínez, interpreta con pasmosa ductilidad. Vale entonces la pena, más allá de algún lugar común abordado por el cuarteto autoral sin mayores tapujos, apreciar la soltura que la actriz inyecta a las desilusiones de la primera expositora o los desencuentros que las otras tres, aparte del disfrute de un par de momentos con los invisibles “culpables” de sus penas, desgranan a viva voz. Las cuatro historias integran un único espectáculo compuesto por otras tantas instancias que Caballero se ingenia para transitar sin retirarse del escenario donde se cambia de indumentarias y de peinados frente a una platea que –mediante el ágil ritmo que Martínez echa a andar– se convierte en justificado cómplice de la(s) disertante(s).

After Electra (La fiesta del fin) (Verdi), de la inglesa April de Angelis, con dirección de Mario Ferreira, revela la tirante relación de una veterana artista con varios miembros de su familia, en el momento en que da a conocer una determinación nacida de las conclusiones a las que ha llegado en las últimas etapas de su carrera y de su misma existencia. El planteo de la situación le sirve a la autora de la lograda Bichos de teatro, dada a conocer el año pasado por la Comedia Nacional, también responsable del presente estreno, para deslizar sutiles agudezas acerca de varias mujeres viviendo momentos singulares, así como del trío masculino que, para bien o para mal, ronda en torno de estas. La imagen de la Electra mitológica a merced de la crueldad de los demás surge aquí como referencia de un desarrollo un tanto alargado, el cual, no obstante, da lugar a una excelente definición de personajes. El elenco, por cierto, responde en la forma esperada, a lo largo de las diversas entradas y salidas de los involucrados que Ferreira maneja con la naturalidad que los no siempre bien llamados lazos familiares demandan. Invitada para encarnar a la pintora en trance, Myriam Gleijer se desempeña con logrado equilibrio para dar a entender cómo las actitudes y las reacciones de los otros tiñen su determinación con tonos inesperados.

La última vuelta (La Gringa), de Estela Mieres, dirigida por Mario Erramuspe, acude al humor negro para describir la convivencia de tres mujeres alojadas en una clínica geriátrica. Mientras una de ellas se las arregla para jugar al billar, la otra pinta y la tercera comparte su tiempo entre el “chateo” y los pedales de su bicicleta gimnástica, el trío mantiene la complicidad que le sirve para soportar una etapa y un lugar que no les brindan mayores posibilidades de variación. A pesar de que el texto no se arriesga a trasponer los límites del retrato de una situación aparentemente incambiable, ni caben mayores referencias a la historia personal de las involucradas, Erramuspe sabe aprovechar la gracia que la propia autora, Diana Bresque, y Elizabeth Fernández aportan a sus personajes, en una serie de escenas donde hasta se cuelan secuencias musicales. Llama asimismo la atención que las intérpretes no aparezcan caracterizadas como mujeres con más años de los que lucen, un detalle que, quizás, hubiera acercado más estas siluetas a los espectadores que, al principio, no se dan cuenta de la edad que estas deberían tener. Las risas que vienen después, por fortuna, disimulan tal omisión.

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