Laura Raffo saltó charcos, esquivó desechos, eludió el barro, respiró el plástico quemado, olió el agua estancada, trilló los caminos de tierra. Penetró en las viviendas de chapa, se metió por pasajes angostos. Hizo a los camarógrafos registrar los enormes basurales que se ciernen sobre las casas, obstruyen el paso y se acumulan en los rincones. Devolvió muecas de desazón frente a cada rancho, de pesadumbre ante cada queja, de desconfianza ante la desconfianza. Y de lástima, cuando pasó frente a ella un anciano encorvado por una gruesa chapa derruida que cargaba en el lomo, rumbo a la planta de reciclaje: «pobre hombre…», se le oyó musitar frente al desconocido. La realidad del Marconi es dura. Difícil de digerir un día de fiesta.
Ocurrió el martes. Fue el último recorrido de la candidata ...
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