No suele mencionarse a menudo, pero probablemente quien formó el carácter de Kurt Vonnegut haya sido Ida Young, la cocinera de la casa de su infancia, una matrona negra que tuvo que ponerse a trabajar cuando quedó viuda y con la que el pequeño Kurt pasaba más tiempo y hablaba más que con su propia madre. Vonnegut no recuerda que Young –que era metodista y sabía la Biblia de memoria– le haya hablado de Dios alguna vez. No importa si lo hizo o no: lo cierto es que le hablaba de amabilidad, de honestidad y de comportarse como era debido. En su libro de artículos Guampeteros, fomas y granfalunes, Vonnegut recuerda un texto suyo, perdido, un texto que desea que, por su mala factura, nunca sea desenterrado, un texto sobre Young. «Hay un sentimentalismo casi insoportable subyacente en lo que escr...
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