Zabalza quiere discutir el derrotero tupamaro en democracia - Semanario Brecha
Zabalza quiere discutir el derrotero tupamaro en democracia

A quemarropa

La insurrección popular fue la utopía tupamara al menos hasta 1995, dijo Jorge Zabalza a Brecha (veáse entrevista en edición impresa) , y con esa idea se emprendieron acciones armadas y se mantuvieron vínculos operativos y financieros con grupos revolucionarios extranjeros. Una biografía del ex dirigente tupamaro * plantea estos y otros temas con el objetivo de estimular un debate sobre el derrotero del MLN y su actual pertenencia a la institucionalidad democrática. Al mismo tiempo, Zabalza rompe por primera vez un viejo pacto no escrito entre los militantes revolucionarios de lavar entre casa ciertos trapos sucios.

¿Cómo se decidió la muerte del peón Pascasio Báez? ¿Qué posición tenía Raúl Sendic sobre el ingreso al fa? ¿Qué tuvo que ver el MLN con los sucesos del Filtro? ¿Hasta cuándo trabajó políticamente por la insurrección popular? Éstas y otras cuestiones sobre el proceso histórico del grupo guerrillero, sus contradicciones internas y la forma en que algunos de sus integrantes fueron abandonando sus proyectos originales para adherirse a la “democracia burguesa”, aparecen en el libro Cero a la izquierda. Una biografía de Jorge Zabalza, del periodista Federico Leicht.

El centro del trabajo de 200 páginas es la vida de Zabalza desde sus primeros años en el departamento de Lavalleja en el seno de una familia del cerno blanco, su pasaje por distintas organizaciones de izquierda hasta llegar al MLN, sus años de prisión y su posterior liberación para retomar luego su militancia, con la “revolución todavía en el horizonte”. Pero esa profunda pertenencia a la organización tupamara también revela varias circunstancias que se mantenían en secreto y que ningún otro militante de la “orga” había referido en público.

DOS DIRECCIONES. En la narración periodística quedan claras las discrepancias de la mayoría del MLN con varias posiciones de Raúl Sendic, a quien incluso llegaron a excluir de una reunión convocada especialmente para discutir cómo contener sus incursiones públicas, debido al convencimiento de que estaba fuera de sus cabales. Y mientras en diciembre de 1985 se convocaba a la tercera convención nacional tupamara para discutir varios temas de importancia, entre ellos la reorganización, el libro revela que simultáneamente se iniciaron las primeras reuniones secretas del “Grupo de los 17”, una dirección paralela que funcionaba a escondidas del resto de la “orga” y que tenía entre sus integrantes a Sendic, Zabalza, Mujica, Huidobro, Manera y Marenales. Los tres objetivos fundamentales de ese grupo, según el libro, eran mantener despierto el horizonte insurreccional, sostener el vínculo con movimientos guerrilleros del exterior y garantizar los mecanismos de financiamiento gracias a esta relación de solidaridad internacional o mediante las modalidades “a la antigua”, que consistían en expropiaciones o asaltos.

“La guita tiene que venir de los ricos”, decía por aquellos años José Mujica, según el autor. Así, las expropiaciones continuaron como forma de financiar al MLN, pero también llegaba dinero gracias a la solidaridad de otros movimientos revolucionarios, como la eta vasca, el Movimiento Todos por la Patria (MTP) de Enrique Gorriarán Merlo y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) de Perú.

Como ejemplo de ello el periodista menciona un viaje realizado por Zabalza en noviembre de 1993 a Perú a buscar dinero aportado por el MRTA. Allí trabó amistad con Néstor Cerpa Cartolini, quien en 1997 resultó muerto al liderar la toma de la residencia del embajador japonés en Lima, en la que Zabalza quiso pero no pudo participar. El libro sostiene que ese viaje del “Tambero” se inscribió en una estrategia orgánica y colectiva seguida entre el 92 y el 94 con el fin de conseguir dinero para cubrir el déficit de 100 mil dólares que tenía la radio Panamericana (la CX 44 de entonces, manejada por el MLN).

Las diferencias internas se profundizaron con los años, al extremo que uno de los “viejos”, que también integraba el Grupo de los 17, Jorge Manera Lluveras, decidió a mediados de 1988 alejarse de la dirección del MLN. Entre los motivos esgrimidos señaló el deterioro del relacionamiento en la dirección por “vanidad, autobombo, caudillismo, protagonismo, afán de lucimiento y predominio”. “Los caudillos o aspirantes aceptan adulones y en ciertos casos se dejan influenciar por éstos”, añadía Manera, según Leicht. Más o menos por esos días Zabalza, Julio Marenales, Arturo Dubra y Luis Rosadilla viajaban a Libia procurando nuevas fuentes de financiamiento y la posibilidad de entrenamiento para 20 militantes tupamaros, lo cual se logró en setiembre de 1989.

En enero de ese año se había producido en Argentina el intento de ocupación del regimiento militar de La Tablada por parte del MTP, liderado por el ex ERP Enrique Gorriarán Merlo. El MTP era uno de los movimientos amigos del MLN. Los tupamaros debatieron qué posición tomar y predominó la postura de Sendic y Cultelli de expresar su solidaridad (que incluyó el asilo de varios militantes argentinos en Uruguay), lo cual generó el repudio del FA, que sin embargo luego admitiría el ingreso del MLN. La decisión de pedir esa integración también fue objeto de acaloradas discusiones, al extremo de que Sendic, Zabalza, Cultelli y seis integrantes más de la dirección defendieron la postura de no hacerlo, pero finalmente quedaron en minoría.

En abril de ese año se realizó el referéndum sobre la ley de caducidad y, según el libro, el MLN montó un “plan defensivo” previendo un levantamiento de sectores del Ejército en caso de que triunfara la papeleta verde. Pocos días después de la derrota, el 28 de abril, Sendic murió en una clínica de París, y con él se terminaba también una época en el movimiento.

En abril de 1991 ocurrió uno de los hechos más traumáticos para los tupamaros, que según la publicación “comenzó a socavar su histórica posición frente a las acciones armadas”. Un grupo asaltó la distribuidora de diarios y revistas de Eddie Espert y en el lugar apareció un documento de identidad de Ricardo Perdomo, histórico militante tupamaro. Zabalza dijo a Brecha que luego del asalto la imagen de Perdomo “quedó muy deteriorada. Yo oí hasta expresiones que hablaban de bandidismo, pero Perdomo no hizo nada en beneficio propio, no era un bandido” (véase entrevista).

La relación del movimiento con policías y militares también era un tema de ardua discusión en la orgánica, y Fernández Huidobro era un firme defensor de la profundización de ese vínculo.** A fines de 1991, señala el libro, se produjeron varias reuniones en un chalé de Parque del Plata propiedad del padre del teniente coronel Eduardo Radaelli, quien junto con Wellington Sarli (un ex miembro del ocoa) serían vinculados posteriormente a la desaparición y asesinato del químico y ex agente de la dictadura chilena Eugenio Berríos.

La extradición de tres vascos acusados de pertenecer a la eta, en agosto de 1994, puso en juego otra vez la solidaridad del MLN con “quienes desde 1985 los habían apoyado económicamente en varios momentos difíciles”. Pero particularmente para Zabalza, relata el libro, “era la oportunidad de poner a prueba la fuerza militante que desde años atrás venían acumulando, de bautizarla con fuego en una instancia confrontativa”. En la tarde del 24 de agosto, y mientras la dirección del MLN se reunía en una camioneta Combi para evaluar la situación, había otro ómnibus “repleto de cócteles molotov y 5 mil miguelitos, además de una banda de jóvenes radicales deseosos de entrar en acción”, cuenta el periodista.

* Cero a la izquierda. Una biografía de Jorge Zabalza, de Federico Leicht. Letraeñe Ediciones.

** Brecha intentó sin éxito consultar al senador Fernández Huidobro sobre todo el relato de Zabalza. Intentó primero en su celular y después en su despacho, donde se informó que estaba de licencia por razones médicas.

Silencio oficial

Las revelaciones contenidas en Cero a la izquierda, que involucran a muchos de los que todavía hoy integran la dirección del MLN, no generaron aún reacciones entre ellos. Varios de los dirigentes consultados por Brecha prefirieron no hacer comentarios, al menos hasta leer el libro y evaluar adecuadamente su contenido.

Uno de ellos fue el diputado Luis Rosadilla: “Mientras no haya leído el libro no quiero creer que el Tambero haya dicho esas cosas”, fue su breve comentario. El actual integrante de la dirección del MLN y diputado por Paysandú, Juan José Domínguez, expresó a Brecha su sorpresa por el contenido del libro. Sostuvo que Zabalza “juega una mala pasada, porque cualquier organización puede tener una serie de planteos que no necesariamente tiene que hacérselos a los demás. Esto es una cuestión muy negativa de su parte”.

Domínguez se preguntó qué pretende lograr del MLN con estos planteos. “¿Con esto quiere decir que antes éramos revolucionarios y ahora no lo somos más? ¿Vamos a salir a decirle que sí somos porque hacemos tal o cual cosa? Es un disparate”, comentó el legislador. Añadió que Zabalza se aisló del proceso que emprendieron los tupamaros en democracia y en realidad busca un alineamiento de gente hacia su posición actual.

El parlamentario tupamaro estimó que “nadie puede decir cosas que puedan herir el proceso” en curso, y preguntó: “¿Quién va a dudar de la intención revolucionaria del MLN? Es real, concreta y lo va a seguir siendo. Pero las etapas son las etapas, y no podés salteártelas, eso está en cualquier manual marxista y él los conoce bien. Si él va a hacer la contraposición a eso nosotros no vamos a decir absolutamente nada, porque es entrar en algo que no le hace bien a nadie”.

1972

Encima del desastre en que estaba sumido el MLN en el litoral debido a varios problemas durante 1972, cayó el asesinato del peón rural Pascasio Báez, con una dosis de pentotal. Según señala el libro de Leicht, esa ejecución fue una decisión tomada por Mario Píriz Budes (quien luego resultaría un colaborador de los militares) frente a la indecisión de la dirección tupamara. Ante la gravedad de la situación, Raúl Sendic le pidió a Zabalza que se fuera a Paysandú, hacia donde partió el 22 de abril de 1972, encomendándole la tarea de reorganizar las huestes tupamaras.

No le fue muy bien porque poco tiempo después volvió a caer preso, y el 26 de junio de ese año, junto a otros ocho tupamaros apresados (entre ellos Eleuterio Fernández Huidobro y Alicia Rey, la compañera de quien luego se convirtiera en “el” símbolo de la traición, Amodio Pérez) era trasladado al Batallón Florida para negociar la rendición incondicional.

En ese marco, y por iniciativa de Fernández Huidobro, según el libro se acordó que Sendic, quien todavía permanecía prófugo y era la figura más representativa en libertad, ingresara tres veces al batallón para reunirse con Marenales, Mujica y el propio Fernández Huidobro, gracias a la convicción de este último de que se podía negociar que se detuviera la tortura, arriesgando incluso la integridad de Sendic. Ante esto, Zabalza asegura que Huidobro “quiso mantener su protagonismo político desde las entrañas del enemigo, bajo la influencia del grito de los torturados, cierto, pero la historia le recomendaba tener la humildad de dejarse torturar en silencio hasta que lo mataran. Ya no era un hombre decisivo en la revolución tupamara y menos para impulsar una rendición incondicional. La historia no lo absuelve. Y llevó a Sendic al Batallón Florida. Pecado capital. Crimen. Comprometió la seguridad de muchos compañeros, la vida de Raúl y todo”.

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