«Habitar las redes libres es también un acto político» - Semanario Brecha
Con Santiago Roland, administrador de Mastodon.uy

«Habitar las redes libres es también un acto político»

En los últimos meses, las plataformas sociales han sido centro de conversación, así como sus propietarios y sus políticas de gestión de datos y contenidos. En este contexto, ha ganado visibilidad Mastodon, una plataforma descentralizada con un modelo bien diferente al de las plataformas sociales corporativas. Brecha conversó con el licenciado en Física (opción Astronomía) y docente universitario Santiago Roland, quien, junto con Gabriel D’Atri y Cecilia Ortmann, administra Mastodon.uy, una pequeña instancia local de Mastodon, con una comunidad muy activa.

GENTILEZA DEL ENTREVISTADO

—En primer lugar, ¿qué es Mastodon y cómo funciona?

—Mastodon es una red social descentralizada y federada, contrariamente a las redes privativas, como Facebook o Twitter, que son redes centralizadas y administradas por una corporación multinacional. Una red descentralizada no tiene servidor central que comande todo, sino que la gobernanza está distribuida entre diferentes nodos, así como la carga de la propia red. Los nodos (llamados instancias) están interconectados entre sí de tal forma que usuarios registrados en una instancia pueden comunicarse con usuarios registrados en otra. Cada nodo tiene su administrador o equipo de administradores, que se encargan de moderar, aprobar cuentas y hacer el mantenimiento del servidor. Cuando un usuario inicia sesión en su instancia de Mastodon, puede seguir contactos, explorar la línea de tiempo local del mismo servidor y, también, explorar la línea de tiempo federada, con publicaciones del resto de las instancias remotas. Además, las instancias permiten la creación de comunidades definidas por temas de interés común (como Mastodon.art, dedicado al arte, o por ubicación geográfica, como Mastodon.cat para Cataluña o Mastodon.uy). La comunicación entre los diferentes servidores de Mastodon se efectúa a través del protocolo Activity Pub.1

—En los últimos meses, hubo mucho movimiento en las plataformas sociales.2 ¿Esto afectó a Mastodon y, en particular, a Mastodon.uy?

—Las migraciones de los últimos meses tuvieron un gran impacto inicial en la red de instancias del fediverso,3 porque la actividad general aumenta y ocasiona mayor tráfico en la red. Por otra parte, los usuarios originan nuevas interacciones y contenido multimedia que pasa a formar parte del tráfico de la propia red. En términos globales, con la ola de migrantes de fines de octubre y principios de noviembre de 2022, hubo un pico de aumento del tráfico de la red de 1.000 por ciento, que luego se estabilizó en un 400 por ciento del tráfico previo. En la nueva ola migratoria de fines de junio y principios de julio de 2023, hubo un pico de 300 por ciento y se está estabilizando en 200 por ciento del nivel previo. Estos incrementos de actividad saturan de trabajo las instancias más pequeñas, que cuentan con menos recursos de hardware, y muchas se ven obligadas a bloquear transacciones con nodos grandes y demoran a veces varios días en ponerse al día con la red. En nuestro caso, pasamos de 300 usuarios a 1.200 sin necesidad de cerrar los registros, como les pasó a otras instancias. Estos eventos son algo traumáticos: no cualquier red puede soportar un aumento de 1.000 por ciento de la noche a la mañana sin resentirse. De todas maneras, en general, se tiende a volver a la normalidad y muchos usuarios que solo entran a probar luego abandonan la red. Estimo que menos del 20 por ciento de los usuarios nuevos de cada ola se mantienen y se motivan a continuar siendo parte de la comunidad.

—¿Cómo los afectó técnicamente y cómo afectó a la convivencia de usuarios?

—Desde el aspecto técnico, significa un desafío mantener el servidor con los recursos suficientes para que esté a la altura de las demandas actuales. En nuestro caso, en la ola de octubre-noviembre de 2022 tuvimos que adelantar mejoras que estaban planificadas para comienzos de 2023. Aumentamos la capacidad de almacenamiento, el ancho de banda y la capacidad de procesamiento. Todo gracias a las donaciones que hacen los usuarios de la instancia, que ayudan a financiar los gastos de funcionamiento.

Por otro lado, comparto la moderación del nodo con Cecilia y Gabriel, con quienes definimos las normas de convivencia y resolvemos los reportes de abuso que surgen desde o hacia nuestra instancia, que por lo general son pocos y de menor entidad. Hay instancias que son moderadas por una sola persona y todo recae sobre ella, y la moderación es afectada por sesgos personales de los que no nos damos cuenta. Abrir la moderación a otras personas hace que esta experiencia sea más enriquecedora y, en mi opinión, más justa y más seria.

—¿La reciente llegada de nuevos usuarios dio lugar a cambios en la interacción?

—Con la llegada de nuevos usuarios se ven diferencias respecto a los modos de interacción que traen desde la red de la que migran. En las redes privativas, donde somos una persona entre millones, en general no hay mucho interés en cuidar el espacio, tampoco se lo conoce, y no se conoce a quienes lo habitan todos los días. El usuario nuevo usualmente no está al tanto de cómo funciona Mastodon, no sabe bien quién administra la red, no entiende mucho esto de la federación, etcétera. Muchos usuarios esperan que la nueva red sea exactamente igual a la anterior, lo cual no ocurre, y luego de unos días de probar se aburren y se van, pero otros conectan con el lugar, les gusta la onda y se quedan.

—¿Para quiénes Mastodon es una buena alternativa a otras plataformas sociales?

—Hay muchas plataformas sociales que funcionan con el protocolo Activity Pub, como Pleroma (de microblogging), Peertube (de streaming de video), Pixelfed (orientada a imágenes), etcétera. Al ser todas redes federadas y descentralizadas, tratan de recuperar aquella característica original de la vieja internet, también descentralizada. En las plataformas privativas se puede tener millones de seguidores, pero los seguidores son recomendados por algún algoritmo de la propia plataforma. Además, el contenido que crea el usuario se usará para enviar publicidad a esos seguidores. Esto ocurre porque es fácil hacerlo en una plataforma centralizada. Por el contrario, en las redes descentralizadas sin algoritmos, los seguidores crecen de manera más orgánica y sin beneficiar a un tercero. Por estas razones, con seguridad redes como estas no sean del agrado de personas cuya única meta sea ganar seguidores o volverse influencers. Quizá la alternativa para ellos sea otra red pensada para influencers y para ese esquema capitalista de la atención y la marca personal.

Por otra parte, tal vez haya personas que sufren mucho acoso en Twitter o redes similares por ser activistas o militantes por alguna causa; en redes como Mastodon pueden encontrar una instancia administrada por pares o con reglas que eviten el acoso, donde no operan algoritmos que colocan contenidos de odio basados en engagement y uno tiene más control de lo que deja y no deja pasar.

—Threads, la nueva plataforma de Meta, también está basada en Activity Pub y hay planes de federarla. ¿Qué desafíos presenta esto para las instancias?

—La llegada de una empresa tan voluminosa como Meta ha motivado mucha inquietud entre los admins, porque la idea de una red descentralizada y federada es que ninguno de los nodos sea demasiado importante, dado que el volumen de procesos que ese nodo impone sobre los demás puede superar las capacidades de estos. Los nodos muy grandes no son deseables en una red de estas características, ya que la centralizan. Creo que si Meta federara con el resto de los nodos del fediverso, causaría problemas de agotamiento de recursos de los servidores más pequeños, que eventualmente tendrían que bloquearlo (defederarlo) para poder seguir funcionando.

—¿En qué han devenido las plataformas sociales?

—El humano es un ser gregario que busca la comunidad y usa la tecnología para eso, por ejemplo, desde el correo electrónico hasta las ruedas de radioaficionados que se saludan en alguna repetidora VHF. Luego vinieron los sitios para compartir fotos o texto, chatear o conseguir citas, las plataformas sociales y las selfies. Todavía no usábamos las redes sociales para pedir canje, vender nuestras artesanías o armar grupos de lo que fuera, pero ya estaba en pleno funcionamiento el concepto de marca personal, consciente o inconscientemente. Cada vez buscábamos una mejor cámara para obtener una mejor selfie para poner de foto de perfil, para causar una buena impresión, para conseguir pareja más rápido, más seguidores y más me gusta. El concepto del me gusta es tal vez el arma silenciosa que más daño le ha hecho a nuestra autoestima y quizá también el que más dopamina nos ha dado. Como comentaba, el ser humano es un ser gregario y obtener aprobación de los demás le es muy importante. En ese sentido, las redes corporativas lo han explotado para ganar dinero, fueron perfeccionando su habilidad para mantenernos conectados y han evolucionado de forma tal que con un simple gesto de un dedo podemos obtener esa golosina de las notificaciones sin leer.

—Ahí también juegan un rol los algoritmos…

—Las redes sociales corporativas funcionan con algoritmos secretos que calculan, en función de lo que ya viste y otros parámetros, qué contenidos hacen más probable la permanencia de un segundo más en la pantalla. Tu información y tu historial se utilizan para maximizar beneficios. Hemos construido amistades, comunidades, grupos de personas para actividades que como humanos hacemos y que están buenas. Pero lo hemos hecho pagando un costo demasiado alto, brindando casi toda nuestra información, atención y tiempo. Tanto es lo que hemos dado que estas corporaciones tecnológicas multinacionales han crecido más que cualquier corporación en la historia y el capitalismo.

De la misma manera que un amigo borracho, que apenas puede pararse en sus pies, nos mira y nos dice con voz arrastrada: «Yo puedo manejar, estoy perfecto», nos decimos a nosotros mismos: «A mí, ni Facebook, ni Twitter, ni nadie me puede cambiar mi forma de pensar». Pero sí pueden, esto ya está observado por académicos. Las redes sociales que muestran contenido basado en un algoritmo cuya única meta es lograr que el usuario se quede más tiempo te conducen por ciertos contenidos y te radicalizan. Sin ser demasiado lineal, podemos pensar que si empezaste mirando un video de una receta con harina integral, luego saltaste al video de «las diez recetas que nadie quiere que sepas», luego a otro de descubrimientos de Nikola Tesla de energía infinita y luego a uno que dice que la Tierra es plana.

—¿Lo ves como un problema a escala social?

—Creemos que estos espacios que hemos construido son públicos, cuando en realidad no lo son. Son propiedad del operador de la plataforma y no están hechos para beneficiar al usuario. Un grupo de militantes que conversa sobre tal o cual tema en la plataforma es como si en la vida real estuvieran de asamblea adentro de un shopping. Estos jardines vallados nos dan una ilusión de interacción genuina, cuando todo lo que ahí ocurre está prestidigitado por un algoritmo que nadie ve ni conoce. Es más, cada interacción recomendada, cada contacto agregado por sugerencia o cada cosa que afortunadamente descubrimos en esa plataforma está previamente calculada y puesta enfrente de nosotros porque beneficia a un tercero.

Cuando pensábamos que esto era lo más triste, irrumpió el escándalo de Cambridge Analytica y Facebook, y vimos que esa empresa manipuló a la gente con el fin de influir en el contexto de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Calculaba en qué posición del espectro político estaba la persona y, según sus intereses e indignaciones, presentaba noticias falsas hechas a medida para cada usuario, con una noticia que lo indignara aún más, para influir de a poco en su voto.

Lo que muchos no pensaban que fuera a ser cierto, y que hacía quedar a cualquiera que lo dijera como un conspiranoico, fue verdad. Como dice el informático y artista Jaron Lanier, «si una corporación con miles de millones de usuarios puede cambiar en un 1 por ciento lo que piensan todos, es mucha gente». A pesar de que las corporaciones se cambien de nombre, como Facebook por Meta, o cambien de dueño, como Twitter, o se plieguen a un protocolo libre, como Meta actualmente, esto no va a cambiar, porque los principios que los rigen son esencialmente los mismos: recolectar datos de los usuarios para luego vender publicidad, entrenar nuevos algoritmos o directamente vender esos datasets a data brokers, como bancos, agencias de seguros, gobiernos, etcétera.

—¿De qué manera Mastodon y otras plataformas semejantes ofrecen una alternativa?

—Redes como Mastodon, que funcionan con un protocolo abierto y están basadas en software libre (y que no son propiedad privada de una empresa), cambian drásticamente el lugar desde donde entendemos la comunicación digital y los espacios virtuales colectivos. Cuando se habla de Twitter, Facebook o Instagram como el espacio público o la plaza pública, donde nosotros como sociedad podemos intercambiar ideas y dialogar, debatir e informarnos, se incurre en un grave error, porque son espacios privados, donde se aplican las reglas del dueño, y ese dueño es capaz de inclinar la cancha para donde quiera.

Si bien las instancias descentralizadas de Mastodon son propiedad privada, pueden existir servidores mantenidos por comunidades o grupos de gente con intereses similares, que permitan una gobernanza más justa y controlada por la propia comunidad. Volver a las redes libres y descentralizadas es volver a la plaza como espacio público, es darse cuenta de que no podemos debatir o tener una asamblea dentro de un shopping.

Migrar a algo más libre, sin algoritmos, donde nosotros tenemos que participar y colaborar con los administradores para mantener los servidores es sin dudas más difícil que instalar la app corporativa fácil de usar, que todo el mundo tiene y para cuyo uso la empresa de telecomunicaciones estatal te exonera de gastar datos (algo que en otros países está prohibido por violar la neutralidad de la red). Habitar las redes libres y pelear por nuestra soberanía y por un espacio virtual más sano es también un acto político.

—Entonces, ¿es posible pensar espacios virtuales diferentes?

—Sí, es posible. Muy escondidos, siempre detrás de las voluminosas corporaciones, hay opciones basadas en software libre y desarrolladas por comunidades horizontales, en su mayoría, independientes de empresas, descentralizadas y federadas, no alternativas así nomás. Estas plataformas consisten en redes de diferentes servidores, administrados por diferentes personas o comunidades que los controlan y moderan. La gobernanza de toda la red está desparramada entre varios nodos y no hay ninguno más importante que otro. Y lo mejor de todo es que no hay algoritmos, propaganda ni recolección de datos. Aprender a utilizarlos es aprender a hacer las cosas bien desde el principio. Hay que leer los términos y las condiciones de uso del nodo al que nos queremos unir y, también, hay que ser buena gente con los pares que administran el servidor. Seguramente no sea superveloz como las otras, pero tiene gustito a soberanía y autogestión, algo que no tiene casi nada más en internet.

—Como uno de los administradores de Mastodon.uy, ¿cómo ves el crecimiento de estas plataformas?

—No busco que Mastodon.uy gane usuarios ni nada de eso, no me interesa generar propaganda a mi servidor. Lo que sí me interesa es que la gente entienda cómo funciona, agarre el toro por las astas y levante nodos. No es «vamos todos a Mastodon.uy», porque eso tampoco sirve, yo no quiero que la instancia que administramos sea popular, sino que las redes descentralizadas sean populares. O sea, que se popularice ese concepto, no ver más usuarios en Mastodon.uy, sino que aparezcan más instancias en Uruguay, porque esa es justamente la importancia de la descentralización.

1. Protocolo abierto para redes sociales descentralizadas.

2. Véase «La libertad de restringir», Brecha, 7-VII-23.

3. Fediverso o universo federado es como se llama al conjunto de plataformas basadas en Activity Pub, interconectadas entre sí.

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