La escena del último viernes 13, en la que se vio a quien hasta hace pocos meses era el principal senador del gobierno bajar de un móvil policial con las muñecas esposadas, golpearse la cabeza al salir del vehículo y luego reingresar en cuclillas con dificultades, será, para algunos, el símbolo de que el sistema de justicia uruguayo –o al menos algunos de sus funcionarios– está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias para investigar al poder. Para otros, será la caída en desgracia de un hombre que quizás tenga la esperanza de revertir el sentido de esas imágenes a la hora de la sentencia judicial. Otros pondrán el foco en el resarcimiento que el quiebre de la impunidad pueda producir en las víctimas y otros pensarán en cómo el caso expuso la insensibilidad y la irresponsabilidad ins...
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