Se espera decir algo de los árboles - Semanario Brecha

Se espera decir algo de los árboles

Until they think warm days will never cease
J. Keats



Eran los días del verano, el que se iba

punzante, seco, capaz de todo.

Acá quedábamos, a merced de las brumas,

los hongos, las tenues, tenues madrugadas.

Un rayo de sol ansiado, ya era hora, suspiramos con

alivio. Otro amanecer.

Voraz la noche, nos ganaba de a bocados.

Sin pausa, un tren hacia el propio corazón del frío.

A bordo, tropa entera,

maquinal, como cualquier especie en esas lides.

Se imponían los días del otoño [qué menudencia este apunte],

las horas suaves,

la simple ausencia del viento y su desparramo,

y, por ende, la superficie vidriada de las aguas.

[Claro, habría que decir algo de los árboles, los que claudican, amarillentos, y los que aguantan impávidos. Prefiero a los derrotados, por razones muy endebles. Dos palabras en torno a los otros, para que conste: verdor soberbio.]

Lo supimos, por qué ocultarlo.

Empezó a caerse el pelo, de a mechones,

y, mientras, los potrillos, ah, se inflaban de pelaje alborotado.

Hicimos acopio, menudencias tan valiosas:

madera, cebollas, papas, ciertas manzanas.

Después de un atardecer de veras fucsia,

el zorro encandilado con las luces,

no huyó, no se fue, nada de nada.

Pero un cambio de estación, simplemente

[nos repetimos]

el rumbear hacia el futuro

del aire húmedo, la parquedad, los pies morados,

las sopas, los chuchos, las toses diablas,

y ciertos visitantes, tenaces, que migraban desde el polo

en escuadrones perfectos, aleteantes.

[Pero una vez, casi al pasar, el invierno ya no vino.]

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