No fue ni un éxito rotundo ni un fracaso completo. La decimosexta cumbre de los BRICS, llevada a cabo en la ciudad rusa de Kazán del 22 al 24 de octubre, tuvo luces y sombras que es necesario despejar, rehuyendo los análisis simplistas de algunos especialistas geopolíticos que anticiparon que sería una cumbre «tectónica» y la más importante reunión en una década, llamada a modificar a fondo el escenario internacional y a remachar la decadencia occidental.
Pese a sus limitaciones, la cumbre mostró que efectivamente se están produciendo cambios de fondo, aunque a un ritmo menos veloz que el pronosticado. Entre ellos, sobresale la confirmación de que Rusia está lejos de ser una nación aislada, como lo demuestran las cálidas relaciones que exhibieron el primer ministro de India, Narendra Modi,...
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