I
«No hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria», dice Francesca de Rímini a Dante en la Divina comedia, y, refiriéndose a Virgilio, agrega: «Y eso lo sabe bien tu maestro». Esa premisa, tan universal y vigente como la obra que la contiene, calza perfectamente con El mundo de ayer, las conmovedoras memorias de Stefan Zweig. O, al menos, algo de eso se desprende de ese libro. El escritor austríaco que conoció como pocos el esplendor del Imperio austrohúngaro, que gozó de la fama y el prestigio con que soñaría cualquier artista, que se codeó con las figuras más relevantes de su tiempo, pero –y aquí aparece la miseria, tardía pero definitiva– que vio dilapidarse la gloria y el honor en las desquiciadas manos de la Segunda Guerra.
Quizás, como en algunas de sus obras, debamo...
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