Lo de Mamdani - Semanario Brecha
Un «terremoto» que habría tenido epicentro en Nueva York

Lo de Mamdani

Zohran Mamdani, durante su campaña electoral en Washington Heights, Nueva York, el 13 de octubre. AFP, Charly Triballeau.

En este caso era difícil preverlo: que «alguien así» ganara la intendencia de la ciudad que alberga el centro financiero del imperio no entraba, hasta hace muy poco, en los cálculos de nadie. Musulmán, socialista, inmigrante, propalestino, Zohran Kwame Mamdani rompió el tablero de lo previsible y un par de semanas atrás se hizo con una de las alcaldías más preciadas de Estados Unidos, aplastando a sus rivales emanados de las élites, aquellos en los que los ricos del 1 por ciento habían puesto todas sus fichas. Hacia el exgobernador del estado, Andrew Cuomo –derrotado por Mamdani en la interna demócrata y devenido luego candidato «independiente»–, había fluido el dinero de los mandamases demócratas y republicanos, y el de magnates como Jeff Bezos, Mark Zuckerberg o Elon Musk. Y, por supuesto, el del propio Donald Trump.

Que lo identificaran como enemigo, con odio manifiesto, los poderosos del mundo, como los Milei, los Bolsonaro, las Meloni y las Le Pen, y también los liberales y progres soft –con más contención y menos ahínco, pero con ruegos similares a los dioses del mercado–, hizo que con el joven outsider se alinearan las izquierdas del planeta.

En este sentido, la «batalla de Nueva York», como algunos la llamaron, puede asimilarse en eso a la «batalla de Atenas», que la Coalición de Izquierda Radical libró en Grecia hace diez años contra una alianza entre todo el arco de la derecha y gran parte de la socialdemocracia y los representantes de las instituciones financieras multilaterales. Mamdani pretende hacer en la ciudad de Nueva York básicamente lo mismo que los liderados por Alexis Tsipras pretendían hacer en Grecia: aumentar los impuestos a los más ricos –individuos y empresas– para poder financiar políticas públicas –de transporte, de vivienda, de salud, de educación– en favor de las clases populares. Impedir que el mal ejemplo cunda desde una de las ciudades símbolo del capitalismo parece hoy tan central para las élites como lo era hace una década impedir que el mismo mal ejemplo cundiera desde el corazón de Europa.

La épica griega fue de corto vuelo: duró hasta que, a pesar del enorme apoyo popular que consiguieron, los dizque radicales cedieron con armas y bagajes. La desilusión que siguió fue equivalente a la ilusión que despertaron. Que el ahora alcalde de Nueva York –nacido en Uganda– resulte en una réplica americana del griego Tsipras será a lo que se abocarán unos e intentarán evitar otros.

* * *

Una de las características de la campaña de Mamdani fue la horizontalidad y la participación mayúscula de las bases. Poco menos de 100 mil neoyorquinos recorrieron in extenso los barrios populares con un mensaje simple: votá por quien representa tus intereses. Convencieron allí donde otros fracasaron con la misma consigna y la misma intención.

«Algo tuvo la campaña de Mamdani que lo llevó a traspasar un techo: para empezar, su convicción de que no es jugando en el centro que se le gana a la derecha y a la extrema derecha. No tuvo tapujos en llamar a las cosas por su nombre y en salirse de los carriles de la moderación. Tampoco dudó en enfrentar a los aparatos tradicionales y en apostar a los movimientos sociales por sobre los partidos. Desde ese punto conectó con la gente», reflexionaban por estos días los «radicales» de Francia Insumisa buscando sacar lecciones extraterritoriales del éxito del neoyorquino.

Por ahora, en los sectores a la izquierda del progresismo todas son mieles con Mamdani. Habrá que ver cuando le llegue la hora de poner en práctica lo prometido. Ya le han acercado desde el aparato demócrata ofertas «desinteresadas» de colaboración, incluso de parte de dirigentes que no solo no lo apoyaron, sino que hicieron campaña contra él, casi que bajo los mismos parámetros que la derecha (identificándolo con el «integrismo musulmán»; tildándolo de antisemita por su respaldo a los palestinos; calificándolo de comunista por querer gravar a los más ricos; o de loco o populista, o de demasiado joven e inexperiente).

Pero el peligro no estaría tanto en la oferta –que sin dudas se acentuará–, sino en la potencial demanda. De creerles a algunos medios estadounidenses, Mamdani habría pedido colaboración a los caciques demócratas para la transición y, peor aún, para integrar el equipo que gestionará la ciudad desde el 1 de enero. Por lo pronto, en la formación del nuevo gobierno estaría queriendo meter mano Kathy Hochul, la gobernadora demócrata del estado de Nueva York, presentada como cercana al empresariado y opuesta a dos de los buques insignia del socialista: la gratuidad del transporte público y los impuestos a los neoyorquinos con ingresos superiores a 1 millón de dólares. Hochul estaría operando para conservar en el gobierno de la ciudad a Jessica Tisch, una multimillonaria formada en Harvard que ocupa el cargo de comisionada de la Policía en la actual administración del demócrata Eric Adams, un allegado a Cuomo. A Tisch se la conoce por haber instaurado un enorme sistema de vigilancia ciudadana. Mamdani anunció en su campaña medidas para «sanear» a la Policía y limpiarla de funcionarios racistas y por transferir algunas de sus potestades a otros departamentos. Dudoso que pueda hacerlo si mantiene a la protegida de la gobernadora. Por lo menos en lo simbólico, desde su victoria el alcalde electo se ha mantenido en sus trece.

En una crónica del lunes 10, The New York Times apuntó: «Mamdani aterrizó el jueves por la tarde en un asiento de ventanilla de un vuelo de JetBlue pagado con fondos recaudados para su transición a la alcaldía. (Fue un marcado contraste con Adams, quien llegó a Puerto Rico hace cuatro años como alcalde electo en un jet privado propiedad de un criptomillonario.) Se saltó las fiestas nocturnas, pero visitó a los trabajadores del hotel El San Juan que acababan de conseguir un nuevo contrato, habló en un español con buen acento y asistió a la oración del viernes en una mezquita alejada de las fiestas frente al mar, donde se izó una bandera palestina detrás de pilas de alimentos enlatados y fruta que formaban parte de un evento de distribución de alimentos».

Y así ha seguido estos días. ¿Como para aventar los fantasmas griegos? Se verá.

Artículos relacionados

Cultura Suscriptores
Cine. Mente maestra, de Kelly Reichardt

Hermosos perdedores

Acento Suscriptores
Un «plan de paz» para Gaza que consolida el proyecto colonial

A pedir de Trump

Edición 2078 Suscriptores
Charlie Kirk, influencer del movimiento Maga

El aliado juvenil de Trump