«La LUC solo creó un título» - Semanario Brecha
Con Esteban Vieta, director del Instituto Nacional de Bienestar Animal

«La LUC solo creó un título»

El gobierno busca descentralizar el instituto encargado de velar por el bienestar de los animales, que hoy funciona en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y fue creado por la Ley de Urgente Consideración. El exmilitar designado por Yamandú Orsi al frente del organismo, Esteban Vieta, dice que el maltrato animal suele coincidir con situaciones de violencia intrafamiliar y problemáticas de salud mental. También defiende, a contrapelo de algunas organizaciones animalistas, que las jineteadas continúen «con la regulación adecuada».

Esteban Vieta, director nacional de Bienestar Animal. Facebook de Esteban Vieta.

Estuvo en las misiones de paz de Naciones Unidas en Haití mientras era teniente primero en el Ejército. A su retorno, instaló en Sauce el centro de equitación La Milagrosa, con atención gratuita para personas con patologías. Luego trasladó la terapia equina al Complejo Belloni del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (INISA), donde jóvenes privados de libertad colaboraban en el tratamiento de niños y adultos. Aunque el proyecto era apoyado por INISA, fue discontinuado en 2018 cuando el Ejército, con Guido Manini Ríos a la cabeza, se negó a que siguiera compartiendo la tarea entre ambas instituciones. Ya fuera de las Fuerzas Armadas, pasó a militar en el Partido de la Gente y de allí a integrar el equipo de Laura Raffo
cuando la economista blanca se postuló a la Intendencia de Montevideo, en 2020. En ese mismo año fue candidato a alcalde de Sauce por el Partido Nacional y apoyó la candidatura de Amin Niffouri a la Intendencia de Canelones. Tres años después, Niffouri y otros nacionalistas canarios lo incluyeron en una lista de militantes blancos cooptados por el entonces intendente Yamandú Orsi, que en 2022 lo designó al frente de la flamante Unidad Ecuestre de la comuna. De cara a las últimas elecciones nacionales, se integró al sector La Patriada del Frente Amplio y fue candidato a diputado por Flores.

Orsi lo nombró al frente del Instituto Nacional de Bienestar Animal (INBA), creado en el gobierno anterior como órgano desconcentrado del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP). El proyecto de ley de presupuesto incluyó en su articulado la conversión del INBA en una persona jurídica de derecho público no estatal, con autonomía respecto del MGAP. Pero en Diputados se dispuso que el tema pase a la Comisión de Tenencia Responsable y Bienestar Animal, donde empezará a ser tratado como ley aparte el miércoles 19. Vieta ya tuvo un cruce público con la representante de las organizaciones animalistas en el INBA, en defensa de las jineteadas. A continuación un resumen de su conversación con Brecha.

¿Cuáles son las propuestas que el proyecto de ley de presupuesto incluyó para el INBA?

—El MGAP llevó un articulado que separa el INBA del ministerio, le asigna presupuesto propio y mantiene los fondos que provienen de la importación y producción de alimento para perros y gatos. Hay una tasa del 4 por ciento del valor de esos alimentos que se retiene: el 80 por ciento de ese 4 por ciento va para el INBA y el 20 para la Comisión Nacional Honoraria de Zoonosis [organismo desconcentrado del Ministerio de Salud Pública]. Eso se mantiene. Además, el Ministerio de Ganadería se compromete a mantener toda la currícula del personal. El INBA no tendrá que pagar el personal con su presupuesto. Se trata de mejorar y dar más herramientas para trabajar con mayores libertades.

¿Cómo resumiría los objetivos estratégicos que traza para su gestión?

Queremos generar tres pilares básicos: las castraciones, a través de las intendencias y de las ONG, que vienen haciendo un rol formidable; el endurecimiento de las penas al maltrato animal, y el rol protagónico que tiene que jugar la educación. Tenemos que comunicar mejor y hacer campañas de bien público para que el bienestar animal esté sobre la mesa y los uruguayos puedan celebrar la convivencia con nuestros animales.

¿Hasta ahora diría que INBA ha cumplido con su misión?

—Del 100 por ciento, un 20. O menos. Si le preguntás a la sociedad, si hacés una recorrida nacional, te van a decir que no. Y me duele, no me gusta. Siento que tenemos que hacernos cargo desde otro lugar. Eso es lo que sueño cambiar.

¿Cuál es la situación actual del INBA en materia de recursos humanos y económicos?

—Actualmente el instituto tiene 21 funcionarios, de los cuales tres están en el interior del país. Faltan manos, porque con más de 500 denuncias mensuales ¿cómo hacés con 21 funcionarios para estar en todo el territorio nacional? Es casi imposible. He ido yo mismo a Rivera, saliendo desde Montevideo, y a otros departamentos, como Paysandú, para hablar con la gente y ver de qué manera se piensa en las problemáticas. A veces simplemente es ir a poner la cara y decir «bueno, hoy no tengo la solución». Y la gente también necesita eso.

Hay muchas personas que tienen una percepción negativa del INBA y sus diferentes gestiones.

—Hay gente que hoy se ocupa de decir «quieren desmantelar el INBA». ¿Desmantelar qué? Estoy superagradecido y contento de que en 2020 se haya creado el instituto. Pero con el INBA, la LUC [Ley de Urgente Consideración] solo creó un título.

¿A qué se refiere con que se creó un título?

—A que está bueno ir mejorando, pero esas herramientas que se pusieron en ese momento –tenemos la ley de bienestar animal y un montón de leyes departamentales– nadie las aplica, o muy pocos lo hacen. No tenemos un ente fiscalizador. El mismo instituto tendría que encargarse, pero no cuenta con las herramientas necesarias para tener ese pie que necesita en el territorio.

Sueño con que se puedan aprobar los artículos que se incluyeron en la ley de presupuesto, que están muy discutidos. No se sacan rubros, no se van a despedir funcionarios, nadie pierde en este sentido. Estar fuera del MGAP nos va a permitir trabajar con mayor autonomía técnica y económica, y tomar decisiones reales dentro del instituto.

¿Funcionar dentro del ministerio condiciona de alguna forma el accionar del INBA?

—Siempre. Y esto no lo digo yo: lo dijeron el ministro Alfredo Fratti y el subsecretario Matías Carámbula, y lo dice la gente. Es atender el pensar de las personas animalistas y las que están en las ONG, que sienten que el INBA tiene que estar fuera del Ministerio de Ganadería. También es darle una impronta nueva y mayor jerarquía al instituto: ya no será un anexo, sino un instituto real.

Porque, además, estando dentro de ese ámbito también se relacionan con otros intereses, ¿no?

—Sí. En nuestro país el tema se divide entre animales productivos y animales domésticos. Por ejemplo, cuando fue el paro en la industria frigorífica, hubo animales que estuvieron dentro de los frigoríficos y que no habían sido faenados, y el INBA tuvo que ir a ver su bienestar –si tenían agua, sombra, comida y demás–. Pero lo que hemos visto es que no se ha trabajado coordinadamente con el resto de la institucionalidad. Si bien ya se sabe que con la Policía y el Ministerio del Interior tenemos que trabajar en equipo, hay muchas acciones que no están bien aceitadas.

¿Con qué otros ministerios o entes trabajan?

—Venimos trabajando con el MGAP, con la Fiscalía. También con el Ministerio de Desarrollo Social [MIDES], porque en un 80 o 90 por ciento de los casos de denuncias de maltrato animal estimamos que también hay maltrato intrafamiliar. Suele suceder en hogares vulnerables, con familias carenciadas, donde estas violencias se ven más acentuadas. Entonces, empezar a trabajar en equipo creo que vale muchísimo la pena.

¿Y cómo es ese diálogo con el MIDES?

—Tenemos una línea bastante directa con la directora de Salud Mental [María del Carmen Alonso]. Cuando hay maltrato animal, obviamente la salud mental de quien maltrata no está bien; y también hay rescatistas que necesitan ayuda porque tienen demasiados perros o gatos y se sienten desbordados. Queremos empezar a trabajar con una mirada multidisciplinaria e integral. También estamos hablando con Gabriel Quirici, el director nacional de Educación, para ver de qué manera podemos implementar la tenencia responsable y el bienestar animal a través de la educación, porque estamos convencidos de que tiene un rol protagónico para el futuro.

¿En qué sentido?

—En el sentido de que las castraciones son necesarias –sin duda–, pero, aunque pongamos el 100 por ciento de los rubros del INBA en castraciones, no vamos a dar abasto con la cantidad de perros y gatos que hay en nuestro país, y menos aún con lo rápido que se reproducen. Hay un cálculo matemático que dice que una perra con cachorros (con un promedio de seis crías) puede tener tres hembras, y a los seis meses esas tres ya pueden parir, mientras la madre también vuelve a parir. Esa cadena es exponencial, y solo con castraciones no llegamos a controlar la población. Tenemos que hacer foco en las campañas de educación. En el tema del cigarrillo nos educaron las campañas: los chicos les decían a sus padres «no fumes en lugares cerrados», y después se normalizó. Hay que ir hacia ese modelo. Por supuesto que el endurecimiento de las penas también tuvo un rol protagónico en las normas antitabaco. Lamentablemente el ser humano reacciona desde ese lugar: si no lo sancionás, no pasa nada. Y en nuestro caso, como las sanciones del INBA no están atadas a nada, si te la pagan, te la pagan, y si no, no hay consecuencias.

En una entrevista con Arriba Gente de Canal 10 [29-IX-25] dijiste que se ha discutido vincularlas a algún tributo. ¿Eso está encaminado?

—Lo estamos trabajando en diálogo con los intendentes y las juntas departamentales, que tienen un rol protagónico. La idea es atar los incumplimientos de sanciones por maltrato a otros aspectos. Puede ser a la libreta de conducir, a la contribución. Estamos viendo cuál tiene mayor impacto nacional. Queremos elaborar un primer documento y luego llevarlo al Congreso de Intendentes para que sea votado y avalado. También estamos trabajando con legisladores en lo que son los PPP [perros potencialmente peligrosos] y en la tipificación del maltrato animal como delito.

¿Qué sucede hoy cuando se ejerce maltrato y qué se planea que cambie para disminuir esta conducta?

—Hoy matás a un perro, lo golpeás o hacés algo indebido y más que una multa económica o un retiro de tenencia no pasa nada. Para tomar conciencia necesitamos que el maltrato esté tipificado como delito, que quede en tu legajo, que te duela desde otro lugar. Hoy se habla de tres meses de penitenciaría a tres años. En vez de eso, los legisladores dicen que sería mejor que se dispusieran tareas comunitarias, porque tenemos cerca de 17 mil personas presas. Entonces, tener más personas presas es como… no están de acuerdo. Y estamos viendo cuál es la mejor solución.

¿Cuál es la actitud de los trabajadores del INBA frente a los cambios propuestos?

—El personal realmente quiere que suceda el cambio estructural del INBA, porque quienes defendemos la autonomización del ministerio –hay gente que no la defiende– entendemos que significa un avance. Por lo menos necesitamos darnos como tiempo de gracia los próximos tres o cuatro años para ver si realmente funciona. Y si no, los uruguayos siempre tenemos la oportunidad de modificar las leyes. Creo que Uruguay, en este tema, como en otros, necesita una unión de todos los partidos políticos, con la conciencia de la familia y del bienestar de toda nuestra sociedad, porque los animales son parte de nuestra familia.

También ha hablado de la descentralización territorial del INBA.

—Queremos un representante del instituto en cada departamento para no tener que salir corriendo de acá para allá. Es muy importante que la gente de cada lugar sepa a quién acudir y que, además de que las denuncias se puedan hacer a través de las distintas páginas web, de la Policía y demás, el referente esté allí y pueda acudir de manera inmediata, porque hoy tenemos que priorizar la actuación dependiendo de la gravedad. Por supuesto, no todos los departamentos tienen los mismos problemas, entonces las soluciones y los gastos no pueden ser iguales. Por ejemplo, Flores tiene 20 perros o menos en situación de calle y otros departamentos tienen cientos o miles. Rivera, que tiene frontera seca, recibe perros del lado de Brasil, lo que puede traer enfermedades. Estamos haciendo un mapeo nacional para lograr una política pública a medida en cada departamento.

¿Cómo es la representación social y gubernamental dentro del instituto?

—En el consejo directivo, que sesiona semanalmente, están representados el Ministerio del Interior, el Ministerio de Salud Pública, gremiales del agro, protectoras de animales, la Facultad de Veterinaria, la Sociedad de Medicina Veterinaria del Uruguay, el MGAP y el Congreso de Intendentes, que todavía no ha nombrado a su representante. Proponemos que el Ministerio de Ambiente, que es clave, esté en esa mesa de diálogo, y que también participe el Ejército, que se encarga de las franjas costeras y la vida animal allí.

¿Se hacen campañas de educación para los vecinos sobre cómo tratar a los animales que llegan a nuestras playas? Pienso, por ejemplo, en la llegada del elefante marino y su cría a las costas de Piriápolis.

—Sí, estamos trabajando con la Dinara [Dirección Nacional de Recursos Acuáticos] y en las próximas semanas iremos a hacer campañas y a hablar con las personas para que no les saquen fotos ni se suban en los animales. La gente desconoce los riesgos. Si les transmitimos alguna enfermedad, los animales podrían llevarla aguas adentro y afectar a colonias de lobos marinos u otro tipo de fauna.

¿Pero estas campañas de educación no tendrían que haberse lanzado con antelación?

—Nosotros asumimos hace tres meses. Comparto plenamente que la educación juega un rol protagónico, hay que visibilizar muchos temas delicados que las personas desconocen.

¿Qué aspectos del funcionamiento del INBA no se conocen suficientemente?

—Muchas veces la Policía no tiene información ni educación suficiente sobre los procedimientos, por eso es importante abrir estas discusiones para que la gente comprenda. El INBA no puede actuar en cualquier situación; debe haber maltrato o lesión para intervenir. Estamos revisando el decreto para mejorarlo y brindar herramientas más efectivas en el territorio.

¿Y la educación en las aulas contempla las diferencias del campo y la ciudad?

—Sí. Cuando hablamos de educación, lo primero que pensamos es que muchas veces se contrapone el campo y la ciudad. ¿Por qué? Porque un niño del campo que ve que un perro mata a sus ovejas, que son los sustentos de su familia, no tiene el mismo sentimiento que un niño de la ciudad que no vive esa realidad.

¿A qué se debe la brecha entre los animales de producción y los domésticos en relación con el bienestar animal?

—Cuando se creó el concepto de bienestar animal, allá por los años sesenta, se pensó desde una lógica de producción: que el animal no tenga hambre, ni sed, ni dolor, ni sufrimiento. Era una forma de ganar quilos. Recién después se empezó a ver desde otro lugar, a humanizar al animal. Y ahí empezaron los conflictos, las tensiones entre esas dos miradas.

Esto se relaciona con cómo se ve el campo desde la ciudad cuando se habla, por ejemplo, de «jaurías» de perros que atacan animales.

—En Uruguay no existen las jaurías de perros. En cambio, más del 90 por ciento de los ataques a animales provienen de perros de vecinos con tenencia irresponsable. Ahí tenemos que hablar de chipeo. Debemos chipear a todos los perros de las periferias de los campos, y eventualmente hacer un chipeo nacional masivo. La educación sobre la tenencia y las campañas de sanción y endurecimiento de penas tienen un rol protagónico para que un vecino no pierda 100 ovejas.

Esto lo digo personalmente: ¿quién tiene más valor, un perro o una oveja? La respuesta siempre son las familias. La política pública debe mejorar la vida de las personas. Los animales son parte de la familia, pero cuando un perro mata ovejas, hay un tenedor irresponsable. Eso debemos prevenirlo.

¿Qué hace el INBA ante ese tipo de ataques?

—Estamos considerando un grupo de rescate, reeducación y reinserción de perros que atacan ganado. Se rescatan mediante trampas indoloras o dardos adormecedores. La idea es replicarlo a nivel nacional. La reeducación está dirigida a los perros; creemos que un etólogo canino puede mejorar el comportamiento agresivo. Además, estamos trabajando con ONG que quieran recaudar fondos y participar en campañas de educación y voluntariado. La idea es promover que haya «jóvenes INBA» que quieran colaborar.

¿Y afirma que todo esto se lograría con las modificaciones a estudio en el Parlamento?

—Estoy convencido de que eso puede pasar si se aprueba nuestra propuesta. Quienes me conocen saben que siempre trabajé buscando soluciones: desde los merenderos, desde la creación de centros de equinoterapia, incluso dentro del INISA, en 2018. Estoy convencido de que el INISA es un punto de inflexión en la delincuencia. En aquel momento, diez de cada 12 jóvenes que pasaron por el proyecto salieron a trabajar gracias a una política pública hecha con el corazón y los pies en el territorio. Queremos llevar esa misma visión integral al INBA, con proyectos como Caballo Hospital, que implica llevar caballos a hospitales para que las personas internadas puedan compartir con ellos. Lo hicimos una sola vez, en 2021, y lamentablemente se discontinuó por motivos políticos.

Jineteadas «con la regulación correcta»

—¿Para usted, puede hablarse de jineteadas y bienestar animal?

—Sí, con la regulación correcta: si se les ponen tachas tipo clavitos a las riendas para lastimar a los caballos o cadenitas que se atan en diferentes lugares, quien lo haga tiene que pagar, y pagar fuerte. Hay que imponerle una pena que duela. Si hoy no regulamos, vamos a tener problemas. Necesitamos reglas que permitan un abrazo nacional entre campo y ciudad para que puedan entenderse y trabajar en equipo.

—Desde la ciudad suelen verse las jineteadas como maltrato animal.

—La etología equina en el país genera deporte y movimiento de personas, más que otros cultos. Hay dos visiones: los animalistas y los abolicionistas. Los animalistas buscan bienestar animal, mirando etológicamente el comportamiento de los caballos, mientras que los abolicionistas quieren erradicar la práctica.

—¿Entonces está en contra de la mirada de los abolicionistas?

—Siempre hay que buscar un punto medio para construir políticas públicas que beneficien a la gente. El cuidado del caballo en Uruguay genera más de 50 mil puestos de trabajo. Andá a decirle a la gente: «A partir de mañana no vas a poder trabajar más». No todos comprenden la complejidad de la situación.

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