La olla de grillos en la que se convirtió el último tramo de la campaña electoral no deja de asustar al mamado ni termina de despertarlo. Las últimas encuestas no permiten arriesgar quién será el próximo presidente ni si alguno de los dos bloques (frenteamplistas o blanquicolorados) obtendría mayoría parlamentaria. Apenas dos conclusiones recogen consenso: habrá balotaje y no lo disputará Pedro Bordaberry.
CONTINUISMO (Escenario 1). Un nuevo gobierno del Frente Amplio (FA) con mayoría parlamentaria parece difícil, aunque ningún politólogo lo descarta. El FA podría lograrla con el 46,9 por ciento de los votos o perderla con el 48,4; ya que, según Bottinelli, inciden múltiples variables en la distribución de las bancas. “Depende de cómo voten los seis competidores en juego: el fracaso de uno es la ventaja del otro”, señala. Lo que sí parece evidente es que un nuevo gobierno del FA no sería “más de izquierda” que los dos anteriores, según evalúa Buquet. Tabaré Vázquez podría continuar reduciendo la pobreza o la desigualdad, pero no habría medidas “antiburguesas o anticapitalistas”, pulsión que advierte en algunos sectores de la izquierda que no sólo quieren “darles a los pobres, sino quitarles a los ricos”.
Si el “giro a la izquierda” no cuajó en el gobierno de José Mujica, muy difícil sería que se concretara con Vázquez. Al contrario, el politólogo sostiene que el ex presidente reforzó el “proyecto moderado” cuando anunció que la conducción económica seguiría en manos del astorismo, sector que mantendría su poder de veto. Pero aunque Vázquez regrese “mucho más centrista y tecnócrata” que en 2005 y se reediten las fuertes tensiones internas de estos años, Delacoste considera que habría que quitarle “dramatismo” a este escenario, porque el FA ha sabido manejar sus diferencias.
Habría que considerar, además, al Parlamento. “La bancada del FA se ha ido moviendo cada vez más a la izquierda. No habría iniciativas impositivas distintas a las del equipo económico, como en este período, pero sí bloqueos parlamentarios a algunas reformas, porque los moderados han ido perdiendo peso”,comparte Chasquetti. En la misma línea, Garcé observa una “curva declinante” del astorismo en la última década, y estima que podría chocar fuerte con la bancada parlamentaria del Grupo de los Ocho (711, Mpp, Pcu y otros) en dos grandes nudos: el presupuesto quinquenal y la política exterior.
Otra variable importante sería el rol que asumiría Constanza Moreira si es electa senadora: “Demostró que es capaz de arriesgar su capital electoral para defender sus convicciones –describe Garcé–. Me la imagino tironeando al Frente, en un papel similar al que cumplió (Eduardo) Lorier”. No es menor, finalmente, quién articule la bancada oficialista (si será Sendic, Mujica, o ambos), aunque Chasquetti arriesga que podría haber una suerte de cogobierno entre Vázquez, Mujica y Astori para alinear a la dirigencia frenteamplista.
PELIAGUDO (Escenario 2). Si blancos y colorados obtienen mayoría parlamentaria pero no logran presentar una coalición electoral sólida antes del 30 de noviembre, Tabaré Vázquez de todos modos podría ganar la Presidencia. En la difícil hipótesis de que ganara el FA, y en estas condiciones, habría un “gobierno dividido, conflictivo, con el agregado de que Vázquez carece de las habilidades de Mujica para negociar con la oposición”, anota Garcé.
No descarta totalmente este escenario, pero coincide con Bottinelli en que blancos y colorados darían batalla durante todo noviembre esgrimiendo las mismas razones que usó el oficialismo contra Luis Alberto Lacalle en el balotaje de 2009 (que sería inconveniente elegir a un presidente sin gobernabilidad parlamentaria). A diferencia de sus colegas, Chasquetti no es tan lapidario con este escenario: “No se puede comparar con los argumentos que utilizó el FA en 2009, porque una cosa es que la mayoría parlamentaria la tenga un partido de oposición y otra que la compartan dos. Una coalición se forma para gobernar, no para oponerse. Una coalición parlamentaria tiene sentido si se replica en el gabinete”.
Buquet también discrepa con la idea de que blancos y colorados vayan a operar como un “bloque homogéneo” a nivel legislativo. Tendrían más “incentivos” para competir que para mantenerse unidos (no podrían repartirse cargos ejecutivos ni acordar un plan de gobierno). En cambio el FA sí tendría “instrumentos” para “comprar el apoyo” de los partidos tradicionales con el fin de aprobar leyes relevantes (ofrecerles cargos en los entes públicos o condicionar algunas políticas). Así, podría haber “niveles razonables de cooperación”, aunque se enlentezca y disminuya la cantidad de leyes aprobadas.
Pero el talón de Aquiles del FA, contraataca Bottinelli, es que una mayoría blanquicolorada podría poner en jaque al gabinete. Podría forzar a Vázquez a relevar a un ministro si es censurado en el Legislativo, o podría arrinconarlo, si se empecina en mantenerlo, para que despliegue el mecanismo constitucional que termina en la disolución de las cámaras. “La censura sería posible en un escándalo de corrupción o en una gestión ministerial muy impopular, pero no la veo para enfrentar a cualquier ministro. Además el presidente puede anticiparse a la jugada y cambiar al ministro antes que sea censurado”, matiza Buquet.
Respecto a la aprobación de leyes, el FA podría buscar acuerdos con sectores de los partidos tradicionales (el wilsonismo o el batllismo, ha dicho Vázquez), o con ciertos legisladores, como sucedió con el diputado independiente Iván Posada, quien co-redactó la despenalización del aborto (que también intentó apoyar, pero sin éxito, Fernando Amado). “Podría haber legisladores dispuestos a desalinearse de sus bancadas para cooperar con el gobierno y ganar visibilidad”, opina Garcé.
¿Tabaré Vázquez vetaría leyes aprobada por blancos y colorados que busquen desmantelar la regulación de la marihuana, o una eventual ley de medios? “Es un buen punto. Lo pondría en un verdadero aprieto a Vázquez y podría desatar una crisis en el gabinete o el FA”, especula Buquet. Pero también podría utilizar a la oposición como “excusa perfecta” para matizar demandas de los movimientos sociales o de los sectores más a la izquierda, contrapone Delacoste.
Una variante de este escenario sería que el FA obtuviese mayoría en la Cámara alta (16 senadores), y blancos y colorados en la Cámara baja (50 diputados). “No imagino al FA con 14 senadores y al PI fuera, porque eso significaría que blancos y colorados sacaron 16 senadores en 30 (no en 31), algo muy difícil. Si el PI no entra al Senado, lo más probable es que haya 15 senadores del FA y 15 senadores blancos y colorados, y el que gane la elección de noviembre desempate con el vicepresidente”, razona Bottinelli.
VIOLETA (Escenario 3). Si Tabaré Vázquez es electo presidente, pero ni frenteamplistas ni blanquicolorados obtienen mayoría parlamentaria, sería un “escenario perfecto” para el Partido Independiente (PI), porque podría aliarse con cualquiera de los dos bloques. Pero lo relevante sería la actitud que asuma Vázquez: “Si el FA obtiene 47 o 48 diputados y el PI dos o tres, sería decisivo que le propusieran a Mieres algo que ni Vázquez ni el FA tienen muchas ganas de hacer: formar una coalición electoral. No sólo para acordar políticas sino para sostener a los ministros. Al PI lo veo aceptando, pero no veo que el FA lo esté proponiendo, porque lo están viendo como algo humillante. No hacerlo es arriesgar el balotaje y empujar al PI, con un electorado y una dirigencia heterogéneas, a la libertad de acción. Y si bien no veo al PI acordando con blancos y colorados, no sé qué pasa si el FA le da un portazo”,advierte Bottinelli.
Chasquetti duda de que los independientes quieran formar parte de un gabinete frenteamplista, pero ve posible que acuerden leyes caso a caso. Buquet, en cambio, considera “razonable” que haya “acuerdos mínimos” o una “coalición”,si tienen los legisladores que le falten al oficialismo. A diferencia de sus colegas, Garcé no descarta que los independientes acepten acordar o hasta coaligarse con blancos y colorados.
Una variante de este escenario es que la Unidad Popular (UP) y/o el Partido Ecologista Radical Intransigente (Peri) ingresen al Parlamento. Lo ideal para el FA, sin embargo, sería que estos partidos no llegaran, porque con sus votos o “restos” favorecerían proporcionalmente a la bancada oficialista.
EL RETORNO. (Escenario 4). Si blancos y colorados obtienen mayoría parlamentaria (16 senadores y 50 diputados) y acuerdan rápidamente una sólida coalición electoral (implicaría anunciar un gabinete compartido y un plan de gobierno conjunto en las próximas semanas), Lacalle Pou tendría muy altas probabilidades de ser electo presidente el 30 de noviembre.
El principal desafío de esta coalición sería mantener cierta “coherencia”, porque Lacalle Pou debería “equilibrar las demandas de Bordaberry, que va a tironear el programa hacia la derecha, con las de Larrañaga, que lo va a tironear hacia la izquierda. No sólo habría fuertes tensiones en la interna, sino con los actores sociales y sindicales. No creo, por eso, que esta coalición dure más de dos años”,evalúa Chasquetti. Garcé también estima una “ruptura temprana” de esta coalición, no sólo por la “falta de sintonía” entre Lacalle y Bordaberry, sino porque los “incentivos” para la competencia suelen aumentar a medida que avanza el gobierno.
El socio menor suele “desmarcarse” (como sucedió en las coaliciones lideradas por Luis Alberto Lacalle y Jorge Batlle), so pena de perder rédito electoral (como le pasó a Alberto Volonté cuando apoyó durante todo el período a Julio María Sanguinetti). Bordaberry tiene además un dudoso precedente: retiró a sus representantes de los entes públicos con un argumento muy endeble en 2012.
Una izquierda política derrotada, opina Garcé, sería relevada por el protagonismo de la izquierda social, del movimiento sindical y de la movilización callejera contra la coalición blanquicolorda. Porque el FA se sumergiría en una “fuerte crisis, con búsqueda de responsables, y con sus tres líderes en retirada (Vázquez, Mujica y Astori) como para pilotar a un partido derrotado”.