En el último capítulo de la maquiavélica novela en que se ha convertido la apertura del juicio político contra Dilma Rousseff, un nuevo villano entró en escena esta semana: el vicepresidente Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (Pmdb), hasta ahora parte de la “base aliada del gobierno”. Temer sería quien gobernaría el país en caso de que Dilma fuese destituida.
Desde que su compañero de partido y presidente de la Cámara de los Diputados, Eduardo Cunha, aceptara la apertura del proceso de destitución, Temer no se manifestó ni a favor ni en contra. Con el paso de los días su silencio empezó a ser preocupante: “Siempre ha sido leal al gobierno, estoy segura de que volverá a serlo”, se esperanzaba Rousseff ante periodistas.
Pero erraba en sus suposiciones, y el lunes ...
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