“Les digo también que por lo demás no se hagan mala sangre, pues si es mi destino morir, moriré, pero pierdan cuidado que si muero habrán desde ya reventado algunos miserables y al fin tendremos que morir algún día y el nombre de Barthou no tendrá ninguna mancha pues haré hasta que tenga una gota de sangre en las venas mi deber como uruguayo y francés al mismo tiempo”, declaraba el joven Juan Barthou en una carta a sus padres en julio de 1915. Era una carta desde las trincheras. El muchacho, nacido en Montevideo en 1893, era hijo de un zapatero francés. Al estallar la Primera Guerra Mundial, partió como voluntario movido por un patriotismo idílico que poco sabía del hambre, el frío y las numerosas heridas y hospitalizaciones que lo esperaban. Al pisar suelo francés, Barthou firmó un docume...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate