Con cinco obras de gran porte e información sobre la vida y la obra del artista Luis Solari (Fray Bentos, 1918-Montevideo, 1993), Maldonado recibe y homenajea al maestro de la fábula.1 La iniciativa surge en el marco de los festejos del centenario del natalicio de Solari y busca acercar a públicos nacionales e internacionales la gran obra del fraybentino. La muestra se presenta en la Colección García Uriburu dando lugar, a su vez, a sugerentes sinergias: en salas contiguas se puede apreciar pinturas de Carlos Castellanos, Blanes Viale y Carmelo de Arzadun, y carbonillas y esculturas –no tan pequeñas– de José Luis Zorrilla de San Martín, Severino Pose y Antonio Pena, por sólo nombrar a algunos artistas cuya conexión con el invitado despierta asociaciones inesperadas.
Solari es, sin lugar a dudas, un maestro cuya temática universalista –la máscara, el carnaval, la cuestión de la identidad profunda de los seres– está anclada fuertemente en las vivencias locales y en los refranes y giros idiomáticos del campo uruguayo. Hábil como pocos en el arte del grabado pero talentoso también en la pintura y el collage, nos legó ante todo una mirada irónica sobre el ser humano, sobre sus debilidades y dobleces, sobre el carnaval como sistema de representación de un mundo ambiguo y cambiante.
El gran óleo “Sólo siete y un espejo” (1967) presenta una procesión de seres con máscaras animales camino al espejo, en una suerte de ejercicio antinarcisista. La irracionalidad y el ocultamiento que supone la máscara animal cobran en las imágenes de Solari un estatus de alegoría. El artista siempre ofrece algo más que la mueca irónica o la bestialidad soterrada, genera un clima –por eso se le da tan bien el grabado– de incertidumbre, de oscuridad, de opacidad.
En la técnica mixta en relieve “Cuatro y una duda” (1987), tres máscaras se presentan con los sentidos obturados –cubiertos los ojos, las narices, las bocas–, mientras que una última cara-máscara se superpuebla de ojos, abiertos, asombrados, insomnes. Se lee en el dintel de la obra: “ABC Tal vez no si no más porque si no”. El texto incorporado a la pieza –algo frecuente en la producción de Solari– no esclarece el motivo, sólo enfatiza la duda y abre nuevas incógnitas. El artista, que vivió más de una década –entre idas y vueltas– en Estados Unidos, asimiló el lenguaje en boga del pop art pero dándole un sentido vernáculo. “Cabra” (técnica mixta, 1972) representa la entronización de un personaje con cornamenta, coronado, espada en mano y alas en la espalda, que ironiza sobre las imposturas del poder y sobre la misma tradición renacentista, “lisonjera”, del retrato pictórico. “Los peces grandes” (1966), otro gran óleo, muestra a una familia en donde los disfrazados de peces se fagocitan unos a otros o están a punto de… siempre de mayor a menor, como sugiere el refrán del título si nos disponemos a completarlo. Y, finalmente, el óleo de mayor tamaño “Cambalache” (1965) es un gran friso pictórico que desborda de la energía del tahúr y de la farsa risueña del carnaval con su intercambio infinito de roles.
Las cinco piezas originales pertenecientes a la familia del artista se exhiben acompañadas de fotografías históricas –familiares y artistas amigos y afines como Nelson Ramos, Germán Cabrera y Enrique Fierro–, textos analíticos de Alicia Haber y Jorge Abbondanza, además de una detallada cronología de su vida. Es una oportunidad para visitar la renovada Colección de Nicolás García Uriburu y dar cuenta de este merecido homenaje.
- Colección García Uriburu, 25 de Mayo casi calle 18 de Julio, ciudad de Maldonado. Curadora, Silvia Listur.