Parido a principios de los años setenta, de las experiencias de lucha popular del 68 y con la intención de «hacer un gran medio popular de izquierda, pegado al acontecimiento, y vivo», el diario francés «Libé» atravesó varias metamorfosis, convirtiéndose en algo muy distinto.
Hubo un tiempo en que los diarios, las publicaciones en tinta –esa cosa rara, esa cosa ya rara–, o algunos diarios, algunas publicaciones en tinta, se llevaban como trofeos bajo el brazo. Más que como trofeos, como pedazos de identidad. Hoy cuesta imaginar una publicación a tal grado icónica y visceral que confirme aquella frase que se le atribuye a Hegel: «la lectura de los diarios es el rezo matutino del hombre moderno». Cuesta imaginar también –nada es imposible– a alguien exhibiendo hoy como estandarte una PC o un...
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