Según la mayoría de sus conocidos, Ricardo Ronquillo, el recién “elegido” presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), es un hombre afable y modesto, dueño de una virtud tan valiosa como escasa: saber escuchar.
La suya fue una selección inesperada, a todas luces decidida en el Palacio de la Revolución (la sede del Comité Central del Partido Comunista y de los consejos de Estado y de ministros), quizás incluso en la oficina del presidente Miguel Díaz-Canel. Una UPEC renovada –al menos en cuanto a su dirigencia más visible– encaja a la perfección en la estrategia de “actualización revolucionaria” impulsada por el nuevo mandatario.
Aprovechando su poder para aprobar o desestimar los candidatos a cargos públicos y los directivos de las principales organizaciones sociales, por décadas el Partido Comunista ha cerrado la puerta a todo cuestionamiento, en especial desde el campo de la creación artística e intelectual. Uno de los gremios más sometidos a ese tutelaje ha sido la UPEC, institución de la que el desaparecido Fidel Castro reclamó siempre ser considerado “un miembro más”.
Díaz-Canel aprovechó el décimo congreso nacional de la organización (13 y 14 de julio) para plantear su política en el sector de cara al futuro, que puede resumirse en la máxima shakespeariana de “ser o no ser”, precisamente la que empleó el mandatario para definir su visión de la “prensa que necesita la revolución”. Dejó claro que allí no tienen cabida aquellos a quienes calificó de “asalariados del pensamiento único mundial en su versión criolla o extranjera”.
UN “INCÓMODO” MENOS. Pocas semanas atrás, Brecha abordó el caso del periodista uruguayo Fernando Ravsberg (véase “Un uruguayo obstinado”, 28-VI-18), quien por casi treinta años ha residido en La Habana desempeñándose como corresponsal de diversos medios de prensa extranjeros y escribiendo con un enfoque de izquierda. Sus relaciones con las autoridades no siempre han sido cordiales, sobre todo a causa de su blog Cartas desde Cuba, que creara en 2007 y que rápidamente se convirtió en uno de los más leídos por los cubanos de dentro y fuera de la isla, debido al abordaje de temas vedados para la prensa oficial.
El gobierno nunca vio con buenos ojos las críticas aparecidas en Cartas y la animadversión fue creciendo hasta que a comienzos de 2018, en circunstancias no muy claras, el diario para el cual estaba acreditado Ravsberg decidió no renovar dicho permiso, aunque remarcándole su interés en que continuara escribiendo para ellos.
El paso de las semanas permitió anticipar el destino final de los acontecimientos. Cuando el reportero presentó solicitudes de acreditación a nombre de otras dos publicaciones europeas, el Centro de Prensa Internacional (el ente oficial cubano encargado de las acreditaciones de periodistas extranjeros) no se negó a aceptarlas de plano, pero dejó entrever que las posibilidades de una respuesta positiva resultaban, cuando menos, escasas.
La verdadera causa del conflicto era Cartas desde Cuba, que a finales de mayo había exigido una depuración de responsabilidades entre los directivos del Ministerio del Transporte, luego de que un accidente aéreo en La Habana provocara más de un centenar de muertes. Antes habían sentado muy mal denuncias relativas a la corrupción empresarial y, en diversas instancias del gobierno, la creciente ineficiencia del sistema de Salud Pública (una de las “joyas” de la propaganda oficial) e incluso de la UPEC, tras la arbitraria expulsión de un periodista cubano de su puesto de trabajo y de retirarle la membresía de la organización (véase “Periodismo ‘revolucionario’”, Brecha, 16-III-17).
Las presiones contra Ravsberg incluyeron la retirada de la conexión a Internet en su domicilio y la amenaza más o menos velada de expulsarlo de Cuba, sin importar que su esposa e hijos sean cubanos. En paralelo, crecían los ataques cibernéticos contra Cartas.
Las autoridades locales no tenían la intención de otorgarle a Ravsberg el permiso de ejercer la profesión con la que se mantenía a sí mismo y a su familia, y así Cartas desde Cuba desapareció. “Tras una década en el ciberespacio informando sobre la realidad de los cubanos, el blog debe desaparecer, ya no tengo posibilidades de continuar, el cerco se ha cerrado”, escribió el periodista el 13 de julio. “Ya no es solamente mantener Cartas desde Cuba, sino que es un problema mantenerme yo”, acotó.
“Me gustaría creer que el cierre de Cartas desde Cuba es un caso puntual, pero lamento tener que ser mucho más pesimista”, comentó Ravsberg a Brecha. En su opinión, el discurso del presidente Díaz-Canel –coincidente en el tiempo con la “ofensiva final” contra la plataforma que dirigía– marca una diferencia de peso respecto a la postura mantenida por Raúl Castro, quien “había estado al margen de la disputa (…) sin lanzar el Estado contra los medios alternativos (…). La expresión del presidente Díaz-Canel de que ‘se es o no se es’ refleja una visión muy polarizada que sólo reconoce dos bandos, los que están con el gobierno y los que están en su contra. Es un asunto muy grave porque convierte en ilegal la alegalidad en la que vivían decenas de jóvenes periodistas cubanos que escriben en medios alternativos desde hace algunos años”.
PRENSA (YA) NO TAN HOMOGÉNEA. A comienzos de la semana pasada fueron anunciados cambios en las pruebas de aptitud para los estudiantes que pretenden estudiar periodismo. La decisión puede interpretarse de varias formas, pero al margen de especulaciones, lo cierto es que ni siquiera el titular del Ministerio de Educación Superior, José Ramón Saborido, puede enorgullecerse de haber conseguido impedir que “jóvenes poco confiables” obtuvieran sus títulos de periodistas. Muchos de ellos se formaron precisamente durante su gestión como rector de la Universidad Central de Las Villas (a finales de la década pasada).
La mayoría nunca manifestó posiciones contrarias al gobierno, sin embargo, durante los últimos años ha abandonado (o ha sido separada) masivamente de los medios en que trabajaba. Entre los que quedan, no son pocos quienes colaboran bajo seudónimo con publicaciones “alternativas” o de otros países, movidos por la necesidad material o la inconformidad con las limitaciones que impone la política de comunicación actual. Ni unos ni otros parecen conformar el gremio homogéneo que por décadas defendió sin vacilar las políticas de Fidel Castro.
“El Toque, Periodismo de Barrio y Oncuba (algunas de las llamadas publicaciones alternativas) estaban implícitas cada vez que se aludía a los medios que muestran una imagen distorsionada de Cuba, pero quienes conducían la reunión evitaron mencionarlas por su nombre. Ni siquiera aclararon cómo nuestra prensa podrá renovarse sobre la base de la nueva política de comunicación, que en definitiva los delegados nunca llegamos a ver”, detalló a Brecha a condición de anonimato uno de los asistentes al décimo congreso de la UPEC. En su opinión, lo “más provechoso” del cónclave fue la designación de Ronquillo como presidente, “aunque claramente su misión será tranquilizar a la gente más inconforme dentro del sector”.
Vistos los acontecimientos de los últimos meses en cuanto a la prensa, entre el ser y el no ser sólo media una delgada frontera que no conviene traspasar.