Tres meses después de la irrupción, la pregunta sigue siendo qu’est-ce que c’est? La perduración del movimiento no sólo dejó atrás las respuestas facilongas. Está haciendo asomar, en contraste, otra Francia “invisible”: la del garrote y el desprecio.
Cada sábado desde el 17 de noviembre, miles y miles de
personas cubiertas con chalecos amarillos se manifiestan a lo largo y ancho del
territorio francés. Fueron cerca de trescientos mil en los comienzos y ahora
son bastante menos (de sesenta a ochenta mil; el ojímetro y los “conteos”
oscilan). Pero el gobierno de Emmanuel Macron está muy lejos de haber ganado su
apuesta de que el fenómeno se desinflaría por una combinación de agotamiento
(de los propios protagonistas, de la opinión pública) y represión. Las calles
de ciudades grandes y pequeñ...
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