La idea de la mujer que se hace pasar por hombre como simple osadía, para sortear la miseria, o para acceder a ciertos privilegios reservados al género masculino es una notable fuente de suspenso basada en la valentía y la intrepidez, pero al mismo tiempo en su vulnerabilidad ante la posibilidad de ser descubierta (y tratándose de cine, la seguridad de que eso va a suceder en algún momento). Es también una idea que dispara fantasías subconscientes; así como hay una evidente transgresión de límites, una profanación, subyace también la atracción propia de la dualidad sexual, inherente a la idea de travestismo. En definitiva: el concepto en sí no podría ser más cinematográfico.
Ejemplos hay una infinidad, desde Juana de Arco (1928) en adelante –hace un año se estrenó La pontífice, que na...
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