Hugo Santos, esa gran figura de la música uruguaya, falleció el jueves 21 de febrero, a los 77 años.
La música de los conjuntos lubolos rara vez trasciende el ámbito del Carnaval y de la cultura del tambor. Las decenas de candombes que se componen año a año para esas agrupaciones, sus grandes intérpretes estrella, casi no se conocen más allá de su círculo. Busco datos sobre Hugo “Cheché” Santos, que actuó sobre todo en ese medio y fue uno de los más grandes cantantes uruguayos, y veo que casi toda la información glosa su propio –no muy organizado– currículo enviado a publicaciones genéricas de Agadu y Sudei.
Escuché su voz por primera vez a fines de los años ochenta por intermediación de Coriún Aharonián, poseedor de unos raros ejemplares en vinilo de la serie Candombes de Vanguardia, editados en 1965. Ese proyecto, ideado por Georges Roos, fue un intento (comercialmente fallido, históricamente muy importante) de modernizar el candombe con elementos del jazz y llevarlo a un público amplio. Coriún me propuso que prestara atención especialmente a la cara A del disco de Daniel “Bachicha” Lencina, en el que Cheché Santos era el cantante solista: en “Biricuyamba” aparecía con una voz purísima, en un registro agudo que podría ser de mujer, con un control impecable de la emisión. Su sentido rítmico le permitía ser estrictamente métrico a veces, pero en otros momentos flotar sobre la percusión, introduciendo aquí y allá unos encantadores portamentos melifluos. Se parecía mucho a Alberto Mastra, pero no sé si hubo influencia de ese maestro (que fue, a su vez, mentor de Lágrima Ríos). En otros surcos usaba, con mayor o menor intensidad según el caso, ese ronquido “diabólico” que los de su generación asociaban con el candombe, quizá encarnando la figura de un borracho en fiesta, o evocando algún elemento asociado con lo africano. Y era buenísimo metiendo esas intervenciones no melódicas que contribuían a hacer picar el nivel de energía en las músicas más bailables (“¡jajá!”, “¡eh!”, “¿qué pasó?”).
No sé cómo Santos llegó al proyecto de Candombes de Vanguardia. Sé que Roos se inspiró, no propiamente en él, sino en su nombre, para una de las canciones más perennes del proyecto (“Cheché”, con música de Manolo Guardia).
Cuando estaba investigando para mi biografía de Eduardo Mateo me pareció mágico descubrir que el gurí que aparecía en las fotos de O Bando de Orfeo tocando el tantã era ese mismo Cheché Santos. Ese conjunto, el primero que Mateo había integrado, era lo que hoy día se llamaría una banda-tributo a Os Demônios da Garoa. Se formó en 1959 y actuó en los primeros años sesenta. Empecé a seguirle la pista para entrevistarlo, supe entonces que era una figura notoria en el ámbito de los lubolos. Me recomendaron que fuera al entorno de Ansina y preguntara por ahí. Lo hice, y alguien me señaló: “Vive en aquella casa”. Toqué a la puerta, me presenté y lo entrevisté. Supe que nació en 1941 y que empezó en la música profesional como cantante de boleros, antes de pasar al samba con O Bando de Orfeo.
Curiosamente, su intervención magistral en el proyecto de Georges Roos fue su primera incursión en el candombe. A partir de entonces Cheché se descubrió en el candombe, el candombe lo descubrió a él y no lo largó más. En 1969 fue invitado por Mateo a participar como solista en Musicación 2 (totalmente dedicada al candombe). En 1970 figuró como líder y solista principal del disco de Negrocan, en el que aparece además como coautor de todas las canciones. Una de éstas, “Zambullite” (coescrita con Osvaldo Carratú), fue su principal éxito. La canción trascendió fronteras convertida en salsa y “traducida” como “Zambúllete” en una versión de 1977 por Celia Cruz y Willie Colón (donde “Uruguay” está cambiado por “Panamá).
En vivo era una potencia: por si fuera poca cosa lo bien que cantaba, también bailaba, se movía, gesticulaba con mucho brío y onda. Tenerlo como integrante era un triunfo para cualquier conjunto, y me consta que ganó unos cuantos premios. Integró Kanela y su Barakutanga y Concierto Lubolo, entre otras comparsas. Con el conjunto Bantú recorrió América y Europa. También cantó con Mike Dogliotti, Panchito Nolé y en algunos grupos argentinos. Lo último que conozco de él es un gozado disco colectivo de 2015, producido por Wilson Rodríguez, llamado Candombe de gala. Ahí se puede escuchar a Cheché, 60 años después, haciendo en forma completamente distinta (y también espectacular) aquella misma “Biricuyamba” de Pedro Ferreira.