“Podés afilar la hoja de afeitar con el jean”… Así decía un zócalo del canal de noticias argentino A24, en una sección llamada “Todos los tips para ahorrar”, que salió al aire hace un par de años, cuando las políticas macristas comenzaban a arrojar pésimos resultados.
Esto es sólo una muestra de lo que las redes sociales llamaron “militar el ajuste”, en referencia a buena parte del periodismo del vecino país, que se las ingenió para ver el lado positivo de la crisis.
En tal sentido, alcanzará con citar algunos otros casos igual de divertidos:
por ejemplo, ante el drama de la inflación en la comida, la televisión pública destacó que “en Dinamarca el aumento del precio de la manteca salvó vidas”;a su vez, La Nación se preguntaba si era beneficioso o no desayunar, mientras Clarín citaba a unos japoneses que recomendaban “no comer hasta llenarse” porque “hace daño”.Un poco más grotesco, quizá, haya sido lo de Canal 26, donde enseñaron a cocinar un “sándwich de fideos”. En tanto, y ante el fenómeno de la precarización laboral, Clarín publicó un artículo llamado “El salario emocional”, en el que sostenía que “el monto del sueldo no es lo único que importa”, porque ahora las empresas ofrecen otras cosas atractivas, “desde años sabáticos hasta choperas en la oficina”. Al tiempo que La Nación, sin eufemismos, se preguntaba: “Trabajo infantil, ¿es mejor que un niño trabaje a que robe o se drogue?”.
Y así podríamos seguir con notas en las que se exhibía como una “tendencia global” el retorno a los pañales de tela, o en las que se romantizaba el hecho de no vacacionar, de alquilar los juguetes, de vivir en casas muy chicas o, directamente, comer de la basura.
Pero el oficialismo mediático también supo utilizar otras técnicas, algunas más sutiles que otras.
A comienzos de este año, una nota de Clarín señalaba que, según cifras oficiales, la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, llevaba “recorridas más de 350 localidades, que implican 125 mil quilómetros”, lo que representa “más de tres vueltas a la Tierra”,es decir, “la distancia que recorrería una persona si diese la vuelta al mundo siguiendo la línea del Ecuador”. Parece mucho, sí, pero nada se compara con aquel épico momento en que Luis Majul, sin que se le moviera un rulo, sentenció: “Macri tiene cosas de Mandela”.
A esta altura parece algo obvio, pero no por ello deja de resultar necesario subrayarlo: en buena medida, los medios argentinos (replicados desde Uruguay) fueron cómplices del macrismo y su tragedia social.
Porque así como un periodista puede descubrir a un corrupto o evidenciar los horrores de una guerra, también puede justificar o disimular una crisis, mandando a nuestros niños a trabajar o, lo que es peor, a comer sándwiches de fideos.
El periodismo es una necesidad de la democracia. De acuerdo. Pero es a la vez un actor en el juego del poder, por lo que debe asumir su responsabilidad en la suerte de los pueblos.