Supo ser una
extraña síntesis de Sancho y Quijote. Y debió serlo nada menos que acompañando
a Wilson Ferreira. Fue el heredero del legado de Javier Barrios Amorín y debió
liderar el Movimiento Nacional de Rocha por más de medio siglo. Aprendió a ser
el equilibrio de aquella fórmula renovadora de 1971 que lo uniría para siempre
con Wilson y su imagen luminosa. Fue emblema de la resistencia democrática
frente a la dictadura, afirmando su repudio pleno de coraje frente a la
prepotencia militar. También supo marcar su discrepancia con la ley de
caducidad en 1986, privilegiando “la voz de la conciencia” que le imponía
discrepar con sus compañeros para defender “los principios” sobre las
“realidades circunstanciales”. Y más aún: continuó hasta mucho tiempo después
con esa gallardía que sólo podí...
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