La lectura del artículo «La parábola del “malla oro” y las urgentes consideraciones», firmado por el profesor Benjamín Nahoum en Brecha, el 15 de enero, me impulsa a escribir un comentario.
La brecha (sin alusión directa alguna) entre lo que se lee y se publica en un lado y otro del espectro político de nuestro país es hoy enorme y me produce un primer efecto disuasor. La cuarentena política –que lleva ya unos cuantos años– ha establecido barreras ante la eventual infección de una pluma de otro pelo. O bien mi comentario no será publicado o, si lo es, no será leído por estar firmado por sapo de otro pozo. Pero quizás no.
Sospecho que ninguno de los nombres que firman los artículos de Brecha arrimaría nada a El País y, si lo hace, posiblemente no sea publicado. Sin embargo, yo tengo experiencia personal de habérseme dado lugar: no sólo en Cuadernos de Marcha hace mucho tiempo (¿era entonces menos ancho el abismo?), sino en Brecha más recientemente. O sea que la distancia ha sido más corta de acá para allá que viceversa.
El profesor Nahoum hace en su artículo un análisis socarrón de la imagen patentada por el presidente, Lacalle Pou, respecto del dinamismo de la economía en términos ciclísticos: hay que apoyar al malla oro porque arrastra tras de sí a todos los otros agentes económicos. Concuerdo con el profesor Nahoum en cuanto a que, para quien conoce los pormenores del ciclismo de ruta, el uso de la imagen está equivocado. Pero lo que Lacalle Pou quiere decir (y quiere llevar adelante en sus decisiones de gobierno) es muy claro, y ese es el punto que habría que discutir.
Lo que tiene en mente Lacalle Pou no es muy diferente de lo que tenían en mente y llevaron a cabo Tabaré Vázquez y Mujica cuando les dieron condiciones especiales y excepcionales a Botnia, Montes del Plata y ahora a UPM. Personalmente, creo que se les fue la mano y que, sobre todo el contrato con UPM, fue del tipo de los contratos de las metrópolis con sus colonias, no obstante lo cual entiendo la lógica que sustenta la decisión: llámele malla oro o con otro nombre.
El tema del capital, las ganancias, las condiciones económicas y demás es un conjunto conceptualmente de gran importancia en una cabeza de izquierda o en un partido de izquierda. Versa sobre la dialéctica del grande y del chico; ¿el grande que crece pisoteando al chico o el chico que prospera en la estela abierta por el grande? Una es la perspectiva del intelectual y otra la del político: uno da clase y ofrece opiniones, el otro toma decisiones, tiene que gobernar. En el vaivén entre el grande y el chico se juegan la política económica y la vida económica de una sociedad; cuando se abraza a uno y se borra o se estigmatiza al otro, se acaba la política: se ingresa en la ideología (o en la religión).
Las simplificaciones hechas motes se convierten en alimento para la hinchada (alimento mal balanceado) y destruyen el querer entender. El malla oro, la motosierra o –¿por qué no?– lo político están por encima de lo jurídico. Hay que seguir con las preguntas antes que abandonarlas por resueltas (o canjearlas por chanzas). Esta guerra no es –no debe ser– de trincheras: navigare necesse.