Qué nos atrapa de los viajes de ruta? El paisaje en movimiento, la suspensión momentánea del tiempo, una especie de puente entre lo cotidiano y sus variantes. Una serie precisa de imágenes y pensamientos parece ocurrir sólo en esas oportunidades y, para aprovecharlas, se vuelve oportuno propiciar alguna especie de ritual. Desde la aparición de los reproductores portátiles, la música se ha vuelto una de las vías esenciales para plasmar estas experiencias. Incluso hay un repertorio que se ha autodenominado música para ruta y que, para muchos, se ha convertido en la sonorización natural de sus viajes.
En los últimos años, el sello uruguayo Feel de Agua ha lanzado una serie de álbumes titulada Música para viajes interdepartamentales, descrita como: «[…] inspirada en la idea de viajar por el interior del Uruguay mirando por la ventana». Esta inspiración deviene en una representación constituida principalmente por canciones de cantautor, grabadas totalmente en cinta, con un ambiente tranquilo y meditativo que plasma la momentánea soledad que describíamos al principio. A su vez, todas las tapas son paisajes de nuestro país tomadas de la colección fotográfica Aníbal Barrios Pintos, de la Biblioteca Nacional del Uruguay. Aunque podría objetarse que parte de una definición musical bastante universal acerca de cómo se vive esta experiencia –guitarras acústicas, voces y ambientes calmos, etcétera–, la homogeneidad estética planteada, tanto musical como visual, deja en claro que la serie busca crear un territorio de sensibilidad compartida entre los artistas y los oyentes.
Fabrizio Rossi y Francisco Trujillo fueron los autores de los primeros dos volúmenes, y son también quienes graban y mezclan toda la serie. El tercer volumen recoge la música de Mena, el que, lamentablemente, fue su último trabajo. El 31 de diciembre de 2020 –la fecha de lanzamiento es siempre la misma, otra clave de este ritual– se lanzó el cuarto volumen: un conjunto de canciones de Jorge Portillo. «En el 2017 me dijeron para participar en la serie, y a partir de ahí empecé a crear el material, con excepción de “Estrázulas” y “Dos pinos” sin el recitado», comentó Jorge a Brecha. «Al pensar en esto me vienen los recuerdos de la infancia, de esos COPSA viejos naranjas y negros, con rayas horizontales, que iban por la Giannattasio. Aun así, escuché mucho los tres discos anteriores y musicalmente tenía eso de referencia.»
La música de Jorge es una de las más particulares de la escena actual. Tiene tanto de la tradición de los cantautores uruguayos, sobre todo del ala de gente como Lazaroff y Maslíah, como de la escena experimental y alternativa del Estados Unidos de los años ochenta y noventa. Sus ambientes oscuros suelen esconder un grado de sorpresa y novedad inagotable; sin embargo, esta vez nos encontramos con su costado más tradicional de cantautor rioplatense, tanto en el canto y en el toque de la guitarra como en la estructura y la forma de sus composiciones. Si hubiera que definirlo, diría que este disco resume la sensibilidad Darnauchans de Jorge Portillo.
Es indudable que ese vuelco está conscientemente determinado por la necesidad de pertenecer a la serie. Jorge no compuso su propia «música interdepartamental», sino que interpretó, con su impronta, la estética de los discos anteriores, y desde ahí realizó su aporte. Tal vez eso haya hecho que su música fuera más tradicional, pero si la consideramos en relación con toda su obra, este giro radical mantiene su línea impredecible y novedosa. «Es un disco en el que aproveché a rendir varios homenajes que tenía pendientes: al disco Un mapa musical del Uruguay, de Lauro Ayestarán, a una canción a Washington Benavides, a Darnauchans, Atahualpa Yupanqui y Estrázulas. Todas las canciones están dirigidas a alguien. También incluí una interpretación de “El Grande”, de Tangente, y otra de “Disco rayado”, de Mena.»
Las guitarras de Jorge están bastante despojadas de los arrastres, los acoples y las técnicas que le son característicos, lo que evidencia su conocimiento de la guitarra tradicional rioplatense. Su canto también sigue esta línea, con melodías claras y una entonación más cercana al público general, otorgando espacio a la expresividad musical del texto.
En varios temas es acompañado por Guillermo Stoll, quien ha estado a su lado tanto en Genuflexos como en el proyecto Portillo. Guillermo es conocido por ser un guitarrista de paisajes, con un uso extenso de ruidos y efectos. Aquí mantiene su impronta, pero también es consciente de la estética de la serie, llevando su material a un lugar más armónico o incluso retomando lo rústico, que hace a la tradición. De alguna manera, Guillermo está ahí como puente entre lo que Jorge es en este disco y lo que fue en los anteriores.
La escritura de Jorge siempre ha sido muy refinada, tanto en contenido como en forma. Letras que no temen reflexionar y exponer a la luz la oscuridad más profunda del ser. Así, siempre hay un alto grado de abstracción en su poesía, que incluye, muchas veces, referencias y citas de otros autores. En esta ocasión, nos encontramos con letras que transmiten el malestar citadino y el deseo de alejarse, partidas sin retorno, paisajes y vivencias en las afueras y una expresa melancolía por la niñez. Son letras de viajes, asumiendo que en cada uno habrá una pérdida.
«En el 2020 me fui de Montevideo a Colonia. Fue un año en el que hice viajes interdepartamentales como nunca, a pesar de la pandemia. También contiene muchos recuerdos de la niñez, muchos homenajes, muchas despedidas. A veces con más nostalgia, a veces con más liberación. Por mí no volvería más a Montevideo. Me gusta volver, porque tiene su belleza, pero por unos días nomás. Acá estoy más solo, veo menos gente, hay más naturaleza. La ciudad infecta la cabeza, el espíritu, la música… Te angustia. El disco es una fuga, ya no es necesaria la ciudad.»
En la canción «Batoví», cada estrofa resume en pocas palabras el mensaje del disco: la desolación que trae la existencia, el deseo de partir hacia el territorio al que uno siente pertenecer y el malestar que genera la sociedad. De todos modos, es notorio que el yo poético continúa valorando sus relaciones más íntimas. A su vez, en el instrumental «Minibús a Coroico», la guitarra de Jorge, en su faceta más folclórica, es acompañada por la guitarra slide de Guillermo que, a medida que avanza el tema, deforma la tradición del blues hasta transformarla en puro gesto.
Algo interesante de este disco es que su proceso fue inverso al tradicional: antes de ser grabados, todos los temas fueron tocados en vivo. En la mayoría de sus conciertos, Jorge se presentó como solista, y de esta manera el proceso de creación estuvo puesto en escena, permitiendo que los espectadores también fueran parte del viaje. «Yo lo veo como el final de una etapa. Siempre los discos lo son para mí. No voy a hacer otro disco como este, va a ser único en mi vida. Es especial y es parte de la serie, va más allá de lo personal. Ahora ya estoy tocando con eléctrica, ya estoy en otros planes. Me gustaría poder presentar este disco, pero si no, ya está, dale que es tarde y seguimos.»
El nuevo disco de Jorge Portillo no sólo es una gran incorporación a esta hermosa serie uruguaya, sino que es un importante aporte a la música contemporánea. Se trata de un artista que se ha ganado el respeto y el amor de muchos –aunque no suficientes– gracias a su constante búsqueda y compromiso con el arte, y que se expone de una manera honesta, genuina y, sobre todo, humilde. Tal vez este disco sea el final de un viaje, pero por suerte Jorge ya está planeando otros. Ojalá muchos lo acompañen.