Fijate bien. Fijate bien, sos joven. Fijate bien, sólo tenés dos hijas. Fijate bien, quizás después cambiás de pareja. Andá a pensarlo. Fijate bien, pensalo bien.
—En un momento pensás: bueno, está bien, no me ligo nada. Y sabiendo que, en realidad, ya no querés tener más hijos. Y sentís cierta culpa, que no debería existir.
Cuando Anahí1 solicitó la ligadura tubaria –ligadura de trompas–, estaba embarazada, tenía 33 años y una hija. En el primer control con el ginecólogo ya tenía el panorama claro: le bastaba con dos hijas y quería aprovechar la cesárea para ligarse y ya no tener que recurrir a una intervención quirúrgica posterior. Ese mismo día el médico le dijo que todavía era temprano, que todavía faltaba mucho, que lo hablaban más adelante. Más adelante, sin tiempo para otro más adel...
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