Al igual que a su madre y a su abuela, a Karina Núñez la pobreza, la violencia y la falta de opciones la empujaron al trabajo sexual. Este libro recorre su historia y, con ella, la de tantas mujeres del interior que, desde los primeros años de la adolescencia –si no antes–, reciben dinero a cambio de sexo. El ser detrás de una vagina productiva es la primera edición ilustrada del texto que la autora pone por tercera vez en la calle. «Si en verdad quisieran hacer algo por nosotras, empoderarnos sería el camino más justo», puede leerse en la contratapa.
Karina nació en 1973, en Fray Bentos. Pertenece a la tercera –y espera que última– generación de su familia que se dedica al trabajo sexual. Todas eran mujeres solas, pobres y del interior, a las que no les sobraban las opciones. Karina tuvo como faro romper esta herencia. Decidió, entonces, ejercer lejos de donde vivía, para que sus hijos no la vieran trabajar y poder, así, ahorrarles la estigmatización que tanto le pesó en su propia infancia. Vivió la explotación sexual desde los 12 años. Recién a los 26 logró emanciparse y ejercer como trabajadora. En 2007, a los 34, empezó a militar por los derechos de las trabajadoras sexuales y a dar talleres de salud sexual. Recorrió todo el país denunciando a proxenetas y redes de trata y de explotación sexual infantil. Desde que comenzó hizo 60 denuncias, gracias a las cuales se pudo procesar a 27 personas. En 2008, con la intención de hacer un censo, encuestó a un gran número de trabajadoras sexuales en el interior del país y recogió información sobre su situación familiar, la edad a la que comenzaron, su salud y otros tantos datos que, según dice, el Estado desconoce. El ser detrás de una vagina productiva es, en parte, fruto de ese trabajo, en el que su historia se entremezcla con la de otras trabajadoras sexuales.
El libro se publicó por primera vez en 2017. Luego se volvió a editar para una donación a Guayaquil. Y esta es la tercera edición, la primera ilustrada. Las ilustraciones son de Paola Gago, une artista no binarie cuyos trabajos han estado fundamentalmente ligados al activismo y la militancia desde el arte conceptual y autogestivo. Karina escribió el texto enteramente sola, sin la colaboración de un editor. En sus palabras, lo publicó «como salió del Word»; en parte, porque no tenía dinero para costear una revisión editorial, pero también porque temía que se perdiera la esencia de su escritura. Como explica en el prólogo, a excepción de algunas palabras que aceptó cambiar para no «herir susceptibilidades», decidió no modificar otras tantas que, a su juicio, muestran la vida de las trabajadoras sexuales tal cual es. Se trata de mujeres que, en general, cumplen algunos patrones: son pobres, consumen sustancias de forma problemática, tienen muchos hijos y han sido víctimas de violencia y abuso en la infancia.
El ser detrás de una vagina productiva es un texto breve que describe esta realidad. La información obtenida se entremezcla con cuentos cortos en primera persona, algunos de los cuales tienen como fuente la infancia de Karina, ese tiempo en el que cargaba con dolor el peso de ser «la hija de la yira» y que ya a los 17 años la encontraba parada en una esquina. El libro propone un recorrido en etapas por la vida de las trabajadoras sexuales, que se traduce en cuatro capítulos: «Prostitución», «Meretricio», «Trabajo sexual» y «Reduccionismo». Estos dan cuenta del proceso de empoderamiento que, en el mejor de los casos, vivirán las mujeres (cis y trans) que ejercen el trabajo sexual. En este recorrido, la autora muestra las dificultades que tienen para criar a sus hijos, no sólo en cuanto a lo económico, sino también en cuanto a la condena social y la estigmatización, la pérdida de lazos familiares, el riesgo de explotación, las enfermedades, la dificultad para establecer vínculos amorosos, las golpizas y las situaciones de trata y explotación. Pero también nos trae las historias de solidaridad entre estas mujeres, que, casi siempre, sólo se tienen las unas a las otras.
Mientras de estos temas se habla muy poco, mucho menos en primera persona, series como Sky Rojo acaparan los rankings durante semanas. Es una producción española que pretende retratar el trabajo sexual a través de tres historias poco verosímiles de mujeres agotadoramente hegemónicas, con un guion que fue duramente criticado por varios colectivos feministas, debido a su mensaje abolicionista. Por eso es importante leer a Karina. Aunque a algún purista de la escritura pueda parecerle desacertada la falta de edición, se trata de un relato sin espectáculo ni sensacionalismo que les da voz a las que nunca la tuvieron.