La violencia dentro de las ciudades de Israel: Ocupación adentro - Semanario Brecha
La violencia dentro de las ciudades de Israel

Ocupación adentro

Para las comunidades palestinas locales, lo ocurrido en los últimos días es la explosión de un modelo basado en la discriminación cotidiana. Para los colonos judíos llegados de Cisjordania y Gaza, está en peligro un régimen de «coexistencia» a preservar. El caso de Lod/Al Lidd.

Disturbios civiles en la ciudad de Lod, donde se declaró el estado de emergencia el 12 de mayo Afp, Ahmad Gharabli

Una violencia rara vez vista entre judíos israelíes y ciudadanos palestinos –que incluyó linchamientos, peleas callejeras y ataques incendiarios– sacudió este mes varias ciudades de Israel. En ningún lugar fue más visible esa violencia que en la llamada «ciudad mixta» de Lida, conocida como Lod en hebreo y Al Lidd en árabe. La furia en la ciudad estalló el lunes 10, después de una protesta de un grupo de palestinos que se manifestaron en solidaridad con los vecinos del barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén, y contra los ataques en Ramadán a los fieles en la mezquita de Al Aqsa.

Los habitantes de Lida con los que habló este cronista afirman que la protesta se desarrolló sin problemas hasta que la Policía comenzó a usar granadas aturdidoras luego de que una bandera palestina fuera izada por un grupo de jóvenes en la mezquita Al Omari. Tras la manifestación y la represión, tanto en Lida como en la ciudad adyacente de Ramla, los palestinos quemaron coches y neumáticos. Esa noche, más tarde, un grupo de colonos de derecha disparó contra un grupo de manifestantes palestinos y mató a Musa Hassuna, de 33 años. Su muerte recrudeció una inédita ola de disturbios en Lida y otras ciudades, parte del mayor levantamiento palestino en 20 años al oeste de la Línea Verde. Se trata de un nuevo tipo de protesta, que tiene descolocados tanto al público israelí como a los medios de comunicación y la Policía.

Pero ni el raconto de los hechos ni el uso político que le ha dado a la crisis el primer ministro Biniamin Netaniahu (véase «La normalidad de Israel», Brecha, 21-V-21) bastan para explicar la situación actual. En el levantamiento en curso han jugado un rol decisivo la discriminación institucional, la brutalidad policial y el racismo, particularmente en ciudades como Lida y Ramla, de las que miles de palestinos fueron expulsados en 1948 y en las que otros tantos han sido encerrados en guetos. Durante los últimos años, cientos de israelíes provenientes de las colonias ilegales de los territorios ocupados se han trasladado a estas ciudades, en particular desde la retirada israelí de Gaza en 2005. En sus nuevos destinos, disfrutan de la protección de las autoridades y de un mejor nivel de vida que muchos de los residentes originales.

COMPLICIDAD POLICIAL

Durante las últimas semanas, hablé en Lida con docenas de residentes palestinos de diversas edades. Sostienen que el lunes 10 salieron a protestar por lo que sucedió en la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén. La Policía, dicen, atacó su manifestación, lo que dio lugar a enfrentamientos y al incendio de contenedores. Pero el verdadero impacto, afirman, llegó con el asesinato de Hassuna. Según los vecinos palestinos, Hassuna es la primera víctima de la violencia armada israelí en Lida desde 1948. Su ejecución exacerbó la indignación contra el Garin Hatorani, la comunidad religiosa sionista que se estableció en la ciudad hace más de dos décadas, a cuyos integrantes los palestinos llaman «los colonos». En los últimos años, esa comunidad ha hecho cada vez más Esfuerzos para «judaizar» Lida, particularmente desde el vecindario de Ramat Eshkol, en la Ciudad Vieja.

Miles de personas asistieron al funeral de Hassuna el martes 11, un día después de su muerte. Cuando el cortejo fúnebre pasaba por la escuela militar de la ciudad, la Policía israelí le lanzó gases lacrimógenos. Esa misma noche y durante las noches siguientes, algunos jóvenes palestinos de Lida atacaron automóviles y casas de judíos e incendiaron varias sinagogas. El miércoles 12 y el viernes 14, cientos de colonos y militantes de derecha marcharon por las calles de la Ciudad Vieja sin encontrar mayores obstáculos. Parados junto a agentes de Policía que no hicieron nada para detenerlos, algunos de los integrantes de la marcha se dedicaron a arrojar piedras a los vecinos palestinos. Luego, cuando algunos militantes de derecha asaltaron la mezquita Al Omari, la Policía decidió intervenir, pero disparando contra los residentes locales. Otro grupo de derecha rompió las ventanas de la mezquita Dahmash. Decenas de automóviles pertenecientes tanto a palestinos como a judíos fueron prendidos fuego, y varias sinagogas fueron atacadas.

La Policía dividió a los militantes de derecha en dos grupos: los que habían venido a «proteger pasivamente» a los habitantes judíos y los que buscaban activamente atacar a los palestinos: ultraderechistas, miembros de barras bravas e, incluso, el director de un liceo religioso. Lo cierto es que ambos grupos parecen haber participado de la instalación de retenes en la calle y la organización de patrullas armadas.

«O TODOS SOMOS TERRORISTAS O TODOS NOS DEFENDEMOS»

«Cuando tiro piedras, me dicen terrorista», dice un palestino veinteañero mientras vigila la entrada a la mezquita Al Omari con un garrote de madera en la mano. «Pero los colonos también las tiran, así que o todos somos terroristas o todos nos defendemos», afirma. Para muchos de los vecinos entrevistados, el acontecimiento más significativo de estos días es la llegada a la ciudad de militantes de derecha armados. «Nosotros también tenemos armas, por si es necesario», continúa el hombre afuera de la mezquita.

Durante toda la noche del miércoles 12, se escucharon tiros al aire y en los puestos policiales. «Esto es un globo, y si lo siguen inflando, va a explotar», agrega, en tanto, el joven. A pesar de su belicosidad, también muestra los mensajes de texto que intercambió con algunos amigos judíos que le enviaron felicidades por el Eid al Fitr, a los que él respondió con emojis de corazón. Esto es parte de la historia de los jóvenes que salieron a protestar en Lida: están dispuestos a actuar –incluso con métodos violentos– para protestar por las condiciones en las que viven, al tiempo que reconocen la realidad de convivir lado a lado con israelíes judíos. Otro joven manifestante comenta: «Es cierto, Israel está acá ahora, pero que nos deje un lugar para vivir».

Varios de los residentes palestinos con los que hablé repudian los incendios y la violencia contra civiles. Algunos de ellos, incluso, ayudaron a apagar el incendio desatado en la sinagoga de Dossa el miércoles de noche. «Por supuesto que nosotros tampoco estamos bien», admite un joven cuya casa fue atacada por militantes de derecha la noche del martes. «Crecimos junto con quienes fundaron [la sinagoga de] Dossa. Judíos y árabes vivíamos juntos en Lida», dice, por su parte, Jamal Abu Kasif. Para él, «el problema empezó cuando llegaron los colonos y las organizaciones que intentan judaizar la ciudad». Según Abu Kasif, los colonos andan armados y provocan a los palestinos. «Pero nosotros no nos vamos», afirma.

LA VISIÓN DE LOS COLONOS

Los miembros de la comunidad sionista religiosa –la mayoría de ellos llegados a Lida desde colonias en la Cisjordania ocupada– parecen sorprendidos por el giro de los acontecimientos. Desde su perspectiva, hasta ahora en la ciudad había un clima de «coexistencia». Claramente, ignoraban qué pensaban de su presencia los habitantes palestinos. «Esta es una ciudad en el centro del país, ubicada al lado de un aeropuerto. Que pueda haber un barrio donde no se permita vivir a los judíos es una locura», dice Tahal, quien se mudó a Lida hace dos años desde una colonia cerca de Jerusalén. «Sé que nuestros vecinos árabes están felices de que estemos aquí. Vinimos y conectamos los descansos de la escalera a la corriente eléctrica y ellos nos dieron las gracias», agrega. Para ella, «es difícil de creer que todo esto venga de ellos».

Avi Rokach, líder de la comunidad sionista religiosa de la ciudad, adopta un tono más belicoso: «Soy un ciudadano que trabaja todo el día y vuelve a casa a dormir. Pero si me veo metido en una pelea por mi casa, voy a pelear». Para Rokach, la presencia de cientos de judíos armados en las calles de Lida es simplemente una respuesta necesaria a la ausencia de la Policía, que, según él, falló en su deber de proteger el vecindario. «Se creó un vacío y nosotros lo llenamos. Hemos pasado mucho tiempo en Judea y Samaria [el nombre bíblico que los sionistas dan a la Cisjordania ocupada]: sabemos lo que es un vacío y lo que se necesita para llenarlo», continúa. No obstante, expresa su oposición a las acciones de algunos de los militantes de derecha: «Cualquier judío que tire una piedra está cometiendo una provocación y tenemos que ponerlo tras las rejas».

El miércoles 12, varios miembros de La Familia, la barra brava de extrema derecha del equipo de fútbol Beitar Jerusalem, patrullaron algunos barrios y organizaron retenes para controlar quién era judío y quién palestino. Más tarde también la Policía estableció puestos de control, trajo a cientos de oficiales adicionales, incluidas las fuerzas especiales, y usó munición real contra los civiles en varias ocasiones. Pero, mientras que los pocos colonos detenidos fueron rápidamente sacados de la escena en patrulleros, a los palestinos se los maniató, se les cubrió los ojos y se los obligó a sentarse en posiciones humillantes. Una fuente policial insistió más tarde a este periodista que judíos y árabes fueron tratados por igual, pero la situación sobre el terreno mostró lo contrario. A nivel nacional, en tanto, el panorama es claro: entre el comienzo de la violencia y el 18 de mayo, la fiscalía israelí presentó 170 acusaciones contra personas involucradas en los disturbios; de ellas, solo 15 acusaciones fueron presentadas contra judíos.

COMO EN LOS TERRITORIOS

Una vecina de Lida dice que los militantes de derecha que llegaron a la ciudad no tomaron en cuenta que el lugar no es como Cisjordania: «En los territorios [ocupados], un palestino no puede responder, porque se lo arresta o fusila de inmediato. Pero aquí la situación es diferente. No se dieron cuenta de en qué se estaban metiendo».

«No podemos aceptar que colonos de fuera de la ciudad vengan aquí y se dediquen al terrorismo judío. La Policía les da respaldo total y hace la vista gorda. Quieren que la situación en Lida se parezca a la de los territorios, donde los colonos andan armados y controlando quién es árabe y quién judío», dice, en tanto, Amir Shariki, quien ayudó a apagar el incendio de la sinagoga de Dossa. «Tratan de prender fuego la ciudad, de alterar todo», continúa. Y añade: «Es una lástima que se haya llegado a esto. Más que a la Policía, culpo al alcalde, que fue quien permitió que viniera la comunidad religiosa sionista. Él apoyó a los colonos, les dio todo y no se preocupó de los árabes que ya vivían acá». Dice que las causas de los recientes eventos en la ciudad son profundas: «El odio no nace en un par de días». «No es Al Aqsa, no es Musa [Hassuna]: es un proceso de años el que nos ha llevado a este punto», expresa. Cree que «Netaniahu está arremetiendo con todo y no tiene nada que perder».

El viernes 14, los vecinos descubrieron que decenas de tumbas del cementerio musulmán que está junto a la antigua sede del municipio habían sido vandalizadas durante la noche. Mientras tanto, la antigua sede municipal, que fue cedida a empresas privadas hace una década, se convirtió en una base de operaciones de grupos de ultraderecha. Maha al Naqib, exmiembro del consejo municipal de Lida, recorre el cementerio y observa los daños: «No han venido a vivir como vecinos, sino a expulsar a los residentes árabes de la zona. Hasta ahora había tranquilidad, pero la semana pasada todo salió a la superficie. Tenemos miedo a los colonos que han venido con el apoyo del municipio. No tenemos protección, los medios israelíes solo muestran un lado de las cosas y a nadie le importa lo que nos pasa a nosotros. Dijeron que lo de Hassuna fue en defensa propia, a pesar de que pudo verse que [los tiradores] no estaban en peligro».

(Publicado originalmente en hebreo por Sikha Mekomit y en inglés por +972 Magazine. Traducción al español de Brecha.)

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