El 27 de abril de 1994, 17 millones de sudafricanos a los que, debido al color de su piel, el Estado nunca había permitido votar, acudieron a su histórica cita con las urnas en las primeras elecciones democráticas celebradas en Sudáfrica. En un remoto colegio electoral de la provincia de Transvaal Norte (hoy Limpopo), una anciana que no sabía cómo seleccionar su papeleta pidió ayuda a un funcionario electoral. “Quiero votar –le dijo– por el chico que viene de la cárcel.”
El “chico” tenía por entonces 75 años, había pasado 27 de ellos en prisión y tras varias décadas de lucha colectiva había conseguido doblegar al régimen de segregación racial del apartheid, que consagraba la supremacía blanca y los privilegios de una minoría, despojando de dignidad y derechos a la mayoría negra ...
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