Para el 14 de abril, cuando el presidente Miguel Díaz-Canel reconoció en televisión la «compleja situación con el combustible que enfrenta el país», José Luis Romero estaba a punto de cumplir su segundo día de espera a las afueras de una gasolinera de la ciudad de Camagüey, 550 quilómetros al este de La Habana. Era su cuarta cola desde el comienzo del mes; cada una un poco más prolongada que la anterior.
Al menos gozaba del privilegio de poder llenar el depósito de su pipa (camión cisterna) cuando finalmente le llegara el turno. «Como estaba tirando [llevando] agua por la sequía tenía prioridad. Ya por entonces a los demás choferes solo les despachaban 40 o 50 litros de gasolina, e incluso menos si se trataba de diésel. Daba igual el tiempo que llevaran esperando». José Luis habla en pasad...
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